Finalmente llego a dónde me propuse: el puente de la calle Roca, el cual comparte las mismas características que todo lo demás que forma parte de esta ciudad; suciedad, corrosión, grafitis con inscripciones un tanto desagradables; lo típico en resumidas cuentas.
Una vez ingreso allí me encuentro con una luz pequeña emitida por el fuego de un tacho oxidado, el cual está plenamente ocupado por los cuatro demonios, quienes están posicionados alrededor de este en círculo. Los cuatro se dan la vuelta rápidamente al escucharme entrar.
Sus vestimentas son más o menos del mismo tipo; pantalones y zapatos desgastados, torsos cubiertos por enormes camperones llenos de polvo y suciedad, y sus caras envueltas por barbas largas y canosas en su mayoría. Pero por sobre todo el olor nauseabundo que desprenden, el cual casi me da ganas de vomitar cuando lo huelo. No estoy seguro si es el olor de los cuerpos que están utilizando o si es el olor de lo que verdaderamente se esconde dentro de ellos.
- ¿ En qué te podemos ayudar chico?- me dice uno de ellos.
- por favor, ahorremos las falsedades; ustedes saben perfectamente a que vine - le digo con expresión, no de odio, sino de repulsión - ustedes mataron a un niño el otro día, y seguramente pensaron que se saldrían con la suya, pero ahora yo los encontré y creo que no hace falta decir lo que va a pasar ahora.
Mientras les digo esto los demonios se preparan para la pelea mostrando sus sonrisas cínicas.
- pero déjenme decirles algo; voy a disfrutar mucho lo que va a pasar a continuación.
En ese instante los cuatro demonios se lanzan contra mí al mismo tiempo; uno intenta darme en la cara con sus enormes garras que se desprenden de las uñas de sus manos; yo lo esquivo y respondo con un tajo de mi navaja, el cual va justo a la cara del demonio. Esto hace que del pómulo izquierdo de este comience a brotar una gran cantidad de sangre, mientras la piel podrida por el espíritu maligno se va quemando como si fuera plástico derritiéndose; el demonio se aparta gritando, mientras los demás intentan imitar la misma táctica a la vez que también intentan morderme con sus enormes bocas, las cuales comienzan a deformarse mostrando enormes dientes de los cuales gotean enormes cantidades de saliva.
¿ Así que a esto se refería David cuando me advirtió que tuviera cuidado, eh?
Uno de los tres que me sigue atacando logra echarse encima mío tirándome al piso en donde comienza a tratar de morderme con sus dientes, pero justo le clavo la navaja en el centro de la boca monstruosa que tiene. Luego de esto retrocede y empieza a vomitar litros de sangre hasta caer ya muerto.
Bien, me quedan dos. O tres, ya que el que le hice el tajo en la cara hace un rato me ataca por sorpresa, agarrándome por la espalda y apretando mí cuello con su brazo izquierdo. Para colmo cuando intento darle otra vez con la navaja el otro me la saca con un manotazo que la manda volando lejos. Ahora sí estoy en problemas; los que tengo enfrente empiezan a golpearme en el estómago una y otra vez, debes en cuando también dan patadas; cabe decir que la fuerza de los golpes es tal que casi hacen que expulse todo lo que comí. Pero sin que se den cuenta deslizó mí brazo derecho hacia mí cinturón en el que tengo un frasco lleno de agua bendita; y justo cuando uno iba a encestarme otro golpe yo le tiró el frasco de vidrio contra la cara; este se parte en mil pedazos y el agua se esparce por toda la cara del demonio, haciendo que está se deforme como si le hubiera tirado amoníaco. El otro que también me estaba golpeando retrocede un poco por instinto, y el que me tiene agarrado me apreta con más fuerza el cuello; empiezo a sentir que me asfixio. El otro aprovecha para lanzarme otro ataque; está vez con sus garras de nuevo, pero lo bueno es que tengo otro artefacto en mi cinturón; menos dañino, pero efectivo. Justo cuando sus garras están por caer sobre mí saco de mí cinturón un pequeño rosario de plata bendecido y lo tiró al suelo con las pocas fuerzas que me quedan; al verlo ambos demonios se alejan tal y como si les hubiera tirado litros de agua bendita. Por mi parte aprovecho para arrodillarme y respirar todo el aire que sea posible.
De todas formas eso no los va a mantener alejados mucho tiempo, pero mi navaja está muy lejos y el otro al que le quemé la cara se está levantando, así que voy a tener que improvisar con lo que tengo; esto hubiera sido más fácil si fueran de menor rango, pero que más da.
Haciendo uso de la poca energía y de las muchas ganas de seguir con vida que me quedan, agarro el rosario de plata y me acerco al demonio que tengo atrás para luego clavarle la cruz en el cuello. La escena siguiente es la de un enorme chorro de sangre saliendo del cuello del demonio, salpicandome la cara y la ropa.
El otro que tengo adelante intenta atacarme de nuevo, pero a penas le muestro el rosario que saco del cuello del otro se aleja nuevamente, así que tomo ventaja y se lo clavo justo en el medio de la frente; el demonio nisiquiera grita, solo se cae mientras la sangre brota lentamente de su frente y se esparce por todo el suelo como una sustancia viscosa.
Ahora sí, solo queda uno; el de la cara quemada, que, por cierto, está muy enojado. Yo voy directo a atacarlo con el rosario, y cuando ya estaba por darle en la boca del estómago él logra tirarme de un empujón hacia el piso alejando el rosario de un puntapié, y ahora sigo yo, pero antes de que pueda tirarse encima mío le tiro el último frasco de agua bendita que me quedaba, el cual cae directo a su frente; el grito que da en ese momento es indescriptible, pero más importante, me da tiempo suficiente para agarrar mi rosario de una corrida y luego apuñalarlo con él en la zona del pecho, pero este intenta darme un zarpazo, por lo que me veo obligado a esquivarlo y darle en la boca del estómago. No sé muere con eso, pero sí queda en el piso incapaz de seguir peleando, arrastrándose, tratando de escapar desesperadamente. Yo, por mí parte, camino lentamente hacia donde está mí navaja, y luego me acerco para rematarlo, en lo que mientras vomita hilos de sangre de la boca, él me pide: por favor, piensalo bien... El alma de este ser humano sigue viva dentro de este cuerpo, así que si me matas lo matarás a él también - me dice con cierto cinismo - sé que lo que dice es cierto, pero a estas alturas un exorcismo no serviría de nada para expulsar al demonio del cuerpo. Además, creo que la muerte en sí es mucho mejor que una vida en la cual uno de estos seres usa tu cuerpo como una marioneta, así que lo único que hago es mostrarle una enorme sonrisa y luego le clavo la navaja en medio de la cabeza. Todo termina.
Tras todo eso agarro el rosario teñido de sangre y me voy con un par de moretones y sangre por doquier, dejando detrás mío lo que queda de los cuatro demonios.
Ahora en lo único que pienso es en tirarme en mi cama y quizás tomar un par de analgésicos, cosa que no me vendría mal la verdad, pero antes tengo que visitar a mi nueva amiga de la plaza...
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El Cazador De Demonios
FantasíaLos demonios Acechan en medio de las sombras de una olvidada ciudad, pero estos no la tienen fácil; hay un joven cazador de demonios que no dudará en destruirlos y ahora el tendrá que adentrarse en una lucha contra estos para salvar a las personas d...