Capitulo uno

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Una mañana en un lugar de la ciudad.

<< Kayla, el cambio es algo bueno, cariño, por favor, entiende… Pasábamos una mala situación>> Aquellas palabras de mi madre no dejaban de darme vuelta en la cabeza, había dejado todo atrás, lo peor es que ni siquiera pude despedirme… Y la razón es que no me gustan las despedidas, es por eso que mi única exigencia fue irnos cuanto antes.

Y ahora me encuentro aquí, en esta ciudad, sin conocer a nadie, aunque eso no es mucho problema, suelo ser alguien que se adapta a todo, aunque esto, esto es mucho.

Me cubrí toda con la sabana, no quería salir, quería quedarme aquí comiendo helado y comiendo cualquier comida chatarra así sería mucho más feliz.

-¡Kayla! – Exclamó mi madre detrás de la puerta, golpeando esta repetidamente, lo único que hice fue sacar mi mano por debajo de la sabana y subir el volumen de aquella canción, sabía que no le gustaba, solo quería molestarla. - ¡KAYLA FITCH SI NO SALES DE AHÍ, NO VOLVERÉ A COMPRARTE ESA COMIDA Y TE TENDRÉ A VEGETALES Y JURO, JURO QUE TE QUEDARÁS SIN PUERTA! – Y esa era la señal que se había cansado y que debía levantarme, giré hacia un lado, olvidando que esta cama era más pequeña que la anterior, provocando una caída tremenda. – Mierda. – Exclamé sobando mi cabeza gracias a ese golpe, me arrastré hacia el baño, aun sin mirar mi horrible aspecto de recién levantada, poco a poco fui levantándome riéndome de que parecía como la evolución de hombre…

Estaba lista, me sentía lista para descubrir este nuevo mundo, mi madre ya había desaparecido, solo me había dejado el dinero suficiente para ir al instituto, así que así fue, tome aquel dinero, llevándome un poco de pizza en la mochila y salir en busca del ascensor que ahora estaba cerrando, oh no, esto es malo, empecé a correr, rogando que aquel tipo lo detuviera, pero no hacía nada, idiota.

-          ¡ESPERA! – Chillé acelerando mis piernas. - ¡Detenlo! – Volví a exclamar cerca al parecer había tenido piedad de mí, pegué un salto para ingresar a este con los pulmones en la boca.

La misma mañana, en el mismo edificio solo que una hora antes.

Me moví entre las sabanas, sintiendo algo a mi lado, cierta cosa que me tenía sujetado… Bueno, era alguien, miré a la supuestamente dormida chica, reprimiendo una risa.

-          Cariño, ya sé que estas despierta y que me has estado observando. – Romí el silencio con aquel comentario, al tiempo que me levantaba de mi cama, buscando mis boxers.

-          Si los buscas… - Empezó por decir ella con una voz un tanto empalagosa, para mi gusto. – Aquí están. – Temiendo lo peor saque la sabana de ella, y apareciendo cierta mueca de asco, ella llevaba mis boxers. Ella solo rió, mientras y negaba con la cabeza y salía de la cama, ignorando las sugerencias de ella, acerca de no ir a trabajar hoy.

Jessica, esa chica es hermosa y muy buena en la cama, pero el único error es que toma confianzas que no debería, ¿Qué clase de chica usa la ropa interior sucia de u chico?  Oh si, ella. Ingresé a la ducha, abriendo la regadera y metiéndome debajo de ella,  apretando los dientes gracias a que estaba helada.

Salí de la ducha con la toalla por debajo de la cintura, dirigiéndome directamente hacia mi armario, hasta alturas Jessica ya se había ido, esa era nuestra rutina, ella venía a pasar la noche y luego se retiraba cuando me iba a duchar, así de simple.

Salí del departamento, guardando las llaves de mi hermosa motocicleta en mi bolsillo, dirigiéndome hacia el elevador, a estas horas era perfecto salir, no había muchas personas con las cuales pasar un minuto encerrado. Una vez dentro esperaba que las puertas se cerraran cuando vi correr cierta chica hacia donde me encontraba, era sexy, aunque esos gritos que daba eran algo chillones, detuve el elevador, porque su sola imagen me diría que sería interesante.

-Oh mierda. – Musito ella agitada. – Debería hacer ejercicio. – Enarqué la ceja al escucharla hablar, sin evitar que apareciera una sonrisa algo burlona en mi.

-          Deberías agradecerme. – Dije en un tono que era algo serio mirando mi reflejo.

-          Oh si, gracias… Extraño. – Agradeció incorporándose en una mejor postura.

-          Mi nombre es Sebástian. – Me presenté, todos en la ciudad me conocían como “Bástian” ¿Razón? Simple, es mucho mejor.

-          No te pregunté cómo te llamabas. – Su  expresión cambió de pronto, ahora era alguien seria, lo cual me pareció extraño, usualmente decir mi nombre era suficiente para que una chica cayera fácilmente a mis pies, pero ella… Un minuto, no la había visto antes aquí. –Eres nueva. – Volteé a verla, fijándome en aquellos ojos en los cuales cualquiera podría perderse, pero no soy cualquiera yo soy Bástian Campbell.

-          - Has dicho algo demasiado obvio. – Respondió a lo que había dicho, aun manteniéndose sería para luego empezar a reír, aquello era raro. – Lo siento, es que ya tengo 17 y sigo comportándome como una nena, es mi primer día y no quiero juntarme con gente amargada, aunque así podría madurar y no quiero y… - Hablaba demasiado rápido que me perdí en sus labios con todo lo que decía.

-          Cálmate. – Dije con una  sonrisa de lado, ese tipo de sonrisa que siempre me identifica, sonrisa que he mostrado siempre. - ¿Quieres que te lleve? – Pregunté saliendo del elevador, pues ya habíamos llegado al primer piso del edificio, ella al parecer dudo, algo que me fue raro, nunca antes una chica dudaba conmigo, ¿Qué le pasaba a ella? – Dudo que sepas a donde ir. – Finalicé mirándola una vez más.

-          ¿Cómo sé yo que no eres un violador? – Preguntó con cierto tono de diversión al tiempo que se cruzaba de brazos e intentaba arquear la ceja.

-          ¿Cómo sé yo que no quieres que te viole? – Respondí con una pregunta mientras tomaba de su mano y salíamos juntos de aquel lugar, ella solo reía y no puedo negar que su risa me agradaba, sin duda esta chica podría divertirme un buen rato.

Una vez fuera, la dirigí hacia donde estaba mi moto, era simplemente hermosa, si yo fuera un caballero, esta sería mi corcel, me costó mucho trabajo conseguirla, es uno de los mejores logros que tengo, que me hace recordar que puede que sea algo bueno para algo… Es demasiado cursi, pero empezar a recordar como la conseguí es demasiado cursi y estúpido.

Me detuve un momento para mirar a mi compañera, al parecer a ella también le parecía hermosa, por lo que se soltó de mi agarre y fue hacia ella, dudando si tocarla o no, mirándola bien, tenía razón era una niña, no  había conocido a alguien como ella desde que deje de tener 10 años.

Me acerqué a la moto, liberándola de la cadena y así dejando libre mi casco y extendiéndoselo con una leve sonrisa.

-          No quiero que luego me llamen asesino.  – Bromeé mientras esperaba que tome el casco.

-          ¿Y tú? – Preguntó ella tomando el casco.

-          Yo estaré bien, no queremos que luego te arruines el rostro – Comenté  sin intención de ofender subiéndome a la motocicleta, a estas alturas ya hubiera llegado a mi lugar laboral.

-          ¿Qué? Oye, definitivamente lo debes usar tú, no queremos que quedes más feo, ¿O sí? –

 

Y es así como empieza la historia, es así la manera en la que se marcan ambos y en el que solo habrá un corazón herido y otro culpable.

No tienes idea de lo que es amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora