Capítulo Único

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¿A quién no le gustan los besos en el cuello?

A Tamaki le encantaban.

Y Mirio lo sabía.

La primera vez fue vergonzosa para el joven pelinegro. Claramente jamás había experimentado algo como eso, pero Mirio fue tan gentil y suave que fácilmente sucumbió a la deliciosa sensación de sus labios, hundiéndose en el calor que el rubio le proporcionaba.

Desde entonces, Mirio apartaba media hora —a veces más— todos los días para darle a Tamaki lo que quería. Y él estaba más que feliz por cumplir con ello.

Estaba por anochecer; los últimos rayos de luz se filtraban a través de la ventana, bañando en oro el lugar. Un aura de tranquilidad y quietud abundaba el espacio que presenciaba los últimos momentos dominantes del sol.

Unos suaves y lentos pasos se acercaron a la robusta figura sentada junto a la barra de la cocina. Se paró frente a él y aclaró su garganta, llamando la atención del más grande, quien, al escucharlo, levantó la mirada del teléfono.

—¿Ya es hora? —preguntó el rubio, dejando el aparato en la superficie de granito mientras observaba al joven. Disfrutaba ver su expresión en los momentos previos a su rutina.

El chico de cabellos negros apretó los labios y asintió, desviando la mirada hacia otro lado. El tinte carmesí coloreó las áreas correctas en su rostro, haciéndole lucir adorable. Y tan dócil.

Mirio conocía esa expresión muy bien; esa petición tan silenciosa daba a entender la necesidad que el joven tenía por su contacto. Sabía que Tamaki era demasiado tímido para expresarla a viva voz, pero la verdad es que no era necesario realmente.

Mirio —quien permaneció sentado— tomó al chico de sus caderas para acercarlo a su cuerpo y atraparlo en un abrazo. Ambas miradas, niveladas, se conectaron, declarando la idea latente y obvia que moría por ser expresada con el contacto físico.

Pero el joven Togata esperó un poco más, notando como los labios del pelinegro se torcían con un aire de impaciencia.

¿Qué estás esperando? Podía leer en sus ojos.

Mirio sonrió cuando las manos contrarias tomaron su cabeza en un acto de iniciativa y poco a poco lo guiaron hacia el espacio de su cuello.

Tamaki pudo sentir la sonrisa socarrona de su novio, gesto que le hizo enrojecer más cuando éste le susurró con voz sutil, pero profunda:

—Sabes que amo cuando das el primer paso.

Acto seguido, sus labios tocaron la piel del muchacho; como siempre, se sentía tersa y limpia. Mirio sintió a Tamaki temblar en sus brazos, por lo que ajustó su agarre a su cuerpo, estrechándolo contra su fornido pecho. Al segundo, logró percibir el cálido aliento de un jadeo en su oreja, junto con el palpitar cardíaco que comenzaba a retumbar contra el suyo.

El rubio continuó plantando besos; eran cortitos, dulces, tan cálidos y esponjosos que una sonrisa casi imperceptible se dibujó en el rostro de Tamaki.

Mmm...

Ahí estaba: ese incitante primer sonido: totalmente lleno de dicha y satisfacción. El cuerpo delgado de Tamaki se relajó por completo, y hundió sus manos en el cabello de Togata, como una señal de que no lo dejaría alejarse.

No es como si Mirio quisiera hacerlo de todas formas.

—¿Te gusta? —murmuró el más grande contra la blanquecina piel. Tamaki asintió casi demasiado rápido, con tal de que el rubio volviera a su tarea.

Y así lo hizo.

Dio un beso, luego otro, y después otro; entonces, su lengua se asomó de entre sus labios para acompañarlos a lo largo del cuello, dejando un rastro húmedo que envió escalofríos por la columna de su novio.

Neck Kisses || MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora