32. Los semáforos

45.7K 6.6K 5K
                                    

—No tardaré mucho —informo cuando papá abre la puerta del copiloto para mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No tardaré mucho —informo cuando papá abre la puerta del copiloto para mí.

—Te esperaremos aquí. —Besa mi frente y toma mi lugar—. Luego iremos a comprar los kilos de cebolla para Bill. Dice que tiene una nueva batidora a estrenar, la PFG 500 o algo así.

En otras circunstancias me reiría, pero me limito a reprimir una sonrisa y cruzar la calle. No quiero alarmarlos. Luego les diré lo que hizo Lennox, una vez que todo acabe.

Mi relación con él es vista como algo distinto por su familia y por la mía. Yo nunca lo presenté como mi novio ni lo invité a cenas familiares. Dije que salía con él y de vez en cuando quedábamos en mi casa, pero nunca más que eso. Sin embargo, él me presentó a sus padres y hermana de forma oficial e intentó que me involucrara con ellos como si tuviéramos un futuro asegurado juntos. Le dije que no escuchaba campanas de boda para nosotros y empezó a ir más lento, pero se le notaba en los ojos y en la forma de hablar que anhelaba más.

Toco la puerta y en cuanto abre paso por su lado para subir las escaleras, sin mirarlo.

—Permiso. —Es lo único que digo.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me avisaste que venías? —indaga inquieto, pisando mis talones—. ¡Billiy, detente, háblame! —Me toma del antebrazo y tira de él para que nos veamos a la cara.

—No eres el único que puede hacer visitas sorpresas.

Su nuez de Adán sube y baja en un movimiento nervioso. En sus ojos la sorpresa se desplaza para dar lugar a la aceptación. Sabe que sé algo, pero no qué. 

—Mis padres estén durmiendo arriba, hablemos en la cocina.

—Es domingo. Tus padres están en la iglesia y por eso no está su coche afuera. —Su agarre cobra firmeza, pero no me zafo—. Dime la verdad, Lennox. ¿Por qué no puedo subir si no hay nadie en casa además de nosotros?

—Billy Anne, por favor, tranquilízate. Hablemos aquí abajo, ¿sí?

No coincide. Por fuera es un chico que lleva jeans una talla más grande de la necesaria, calcetines blancos con los que se desliza por el piso encerado porque no le gusta llevar zapatos y el cabello rubio hecho un desastre por levantarse tarde tras trasnochar frente al televisor. Es despreocupado, gracioso, educado y dulce, pero por dentro es distinto. Es un día soleado que se nubla de a poco mientras tira con fuerza para sacarme de la escalera.

Sus palabras son gentiles, pero no sus acciones.

—Vamos a servirte un poco de agua, así te calmas.

Lo tomo del antebrazo y es mi turno de tirar de él hacia arriba. Podría detenerme, pero tendría que ser brusco y nunca se expuso así ante mí ni nadie. Lo arrastro hasta que estamos frente a la puerta de la habitación de Sabina. Lo suelto y me cruzo de brazos, esperando que diga algo, pero no lo hace. Mete las manos en sus bolsillos y suspira con derrota.

Game overDonde viven las historias. Descúbrelo ahora