Comme Sabrina

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Con la mirada perdida en la proyección, Marinette sintió que había repetido esa escena un millón de veces en sus propias carnes. Cada vez que algún parisino enamorado tocaba en la calle La vie en rose, Marinette abría las ventanas para que el sonido entrara en cada esquina de la casa. En las noches de buen tiempo incluso salía a la terraza y descansaba allí hasta que la canción terminaba. Como Sabrina hacía desde que había llegado a París.

En esa ocasión, no obstante, no había nadie llenando de amor su habitación con música y, aunque lo hubiera, Marinette probablemente habría cerrado las ventanas y corrido las cortinas para que ni una nota entrara. Había sido una mala decisión estrenar su nuevo proyector viendo Sabrina.

Su abuela tenía pensado viajar a Argentina durante las fiestas así que las navidades se habían adelantado un poco en casa de los Dupain-Cheng. Ahora, a los pies de su cama y conectado a unos pequeños altavoces, estaba funcionando un proyector blanco que apenas tendría el tamaño de su mano. Ahora podía aprovechar aquella enorme y alta pared inaccesible que había en su cuarto para ver películas como si se tratara de una sala de cine privada.

Marinette ahogó un sollozo al ver a Sabrina triste, admitiendo que él no sabe ni que existo.

—Mi idiota tampoco lo sabe —le respondió Marinette apartando una lágrima.

Fuera nevaba y hacía tanto frío que ni su pijama de tela de peluche la ayudaba. Se arrebujó en las mantas, viendo a Sabrina envolverse en un amor sin futuro ni recíproco.

—Me pregunto si me veo igual —sollozó Marinette—. Tan estúpida.

Contuvo a duras penas el deseo de llamar a Tikki. Ella estaba reunida con el resto de los Miraculous dentro de su caja, engañada, pensando que Marinette se encontraba bien. El único que no estaba dentro era Plagg, quien entendía estaba con Chat Noir.

Sabía que Tikki se habría quedado a su lado si no hubiera escondido que estaba decayendo de nuevo en el dolor, pero no quería. Adoraba a Tikki, era una gran amiga y la quería muchísimo, pero había momentos en que sentía que no podía llorar su corazón roto como quisiera a su lado. Porque Tikki siempre estaba ahí con palabras llenas de cariño, impulsándola para volver a ponerse en pie al caerse, porque la heroína de París no podía permitirse ser un blanco fácil para los akuma, pero esa vez Marinette estaba muy cansada y solo quería llorar. Quizás si lloraba hasta que se le acabaran las lágrimas dejaría de sentir ese horrendo nudo en la garganta al verlos juntos. Dejaría de sentir que todo el peso de su cuerpo se perdía en sus tobillos, haciéndole imposible moverse. Dejaría de dolerle el estómago al imaginarse ella en su lugar. Dejaría de sufrir.

Dejó de prestarle atención a la pantalla, las lágrimas emborronaron su vista por completo. Abrazó su almohada, haciendo un esfuerzo por no hacer ruido y sintiendo las lágrimas quemando su piel.

Su corazón bombeaba irregular y frenético contra su pecho, o quizás ella estaba tan nerviosa que ni atinaba a contar bien los latidos. Sin embargo, la desorientaba y la confundía, como si su corazón fuera una enorme campana y su cuerpo entero temblara con cada latido y con cada lágrima derramada. Se quedó dormida con lágrimas aún corriendo por sus mejillas.

Despertó apenas media hora después, más calmada. La película seguía, aunque no era eso lo que la había despertado. Un tintineo agudo, como el de un pequeño cascabel, parecía haberla alejado del mundo de los sueños. Entonces escuchó el golpeteo que le llegaba desde la azotea. La suave nevada parecía haberse convertido en una tormenta que siseaba entre los escondrijos y estaba oscuro así que no podía ver bien. Se acercó desconfiada a la escotilla. Al abrirla, jadeó de sorpresa.

—¿¡Chat!? —gritó Marinette. Se llevó las manos a la boca ante el fuerte sonido que salió de sus labios—. ¿Pero qué?

Decir que estaba cubierto de nieve era decir poco. Marinette estaba segura de poder ver la escarcha en su pelo.

Comme SabrinaWhere stories live. Discover now