Suya

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     Lo importante no era el día, ni el tiempo, y mucho menos el lugar. Era ese exquisito momento que tenían la oportunidad de compartir, eran las emociones y el deseo que desbordaba de ambos corazones. La fragancia de las rosas estaba impregnada en esa deliciosa piel con sabor a chocolate, y ese tentador olor se esparcía rápidamente por la amplia habitación, invadiendo cada parte de ésta. Sus fuertes manos recorrían lentamente aquella provocativa figura frente a sus ojos, capaz de despertar pasiones hasta en la mente más pura.

     Se tomaba todo el tiempo del mundo en disfrutar de la tersa piel de la joven, en acariciarla por completo y esparcir la espuma por los lugares más recónditos de su anatomía, deleitándose con los suspiros y los gemidos que se escapaban de su boca, con su voz perdiéndose poco a poco debido al placer.

     Le encantaba como aquella piel morena se estremecía ante cada uno de sus movimientos, como la chica temblaba de placer cuando su mano se hundía entre sus muslos para acariciar con fervor su zona prohibida, mientras al oído le susurraba obscenidades que aumentaban el deseo de consumar ese acto carnal, que le hacían librarse de las ataduras y manifestar sus más profundos deseos sin pensar en nada más.

     Y al igual que su voz, sus propios pensamientos se iban apagando, se iba entregando aún más con cada beso que su piel recibía.

     Y vaya que le besaba, besaba tras sus orejas, besaba su cuello, besaba sus labios y cada parte de su piel descubierta, fascinado con la obra de arte que tenía entre sus brazos, quería atesorarla y cuidarla para mantenerla pura, y que sus sucios pensamientos permanecieran como un secreto entre ambos, entre sus suspiros y sus pieles.

Aquella mujer era suya y nadie podría cambiar ese hecho, jamás.

Y así como ella era suya, él igual le pertenecía.

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2019 ⏰

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