Beto

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Beto hace el ritual de todos los días de semana. Camina despacio, temprano a la mañana, cruza la calle y se sienta en un banquito a mirar.
Su vista se focaliza en los nenes del jardín de infantes. Es horario de recreo y los puede analizar en sus juegos y comportamientos.
Se detiene en observar la infraestructura, un patio enorme adelante, lleno de árboles, juegos, dos areneros.

Observa a dos maestras sentadas bajo el  gran ombú.
Aparece una pelirrojita con delantal amarillo y su mente comienza a imaginar nombres y diálogos:
- Seño, seño, Aldana me tiró arena, me ensució toda.
- Bueno, Florencia, vamos a preguntarle porque lo hizo.
Y ahí va la seño en su labor de moderadora de disputas.
Cerquita nomás, un nene con cara de José le recrimina a Laura
- Ahora yo voy a ser Batman.
Laura parece no estar de acuerdo con la idea. Sus ojos negros lo dicen todo.

Aparece Dara correteando mariposas, en su propio mundo, tropezando con todo lo que se le cruza adelante, pero con una sonrisa tan grande como sus ojos celestes.

Tina parece que quiere largarse del tobogán y no se anima. Con un empujoncito de la seño todo se soluciona, y sus dientes blancos en el medio de sus cachetes morochos rompen la monotonía del lugar, con una risa de película.
Otra vez, otra vez, reclama. Y si, no hay forma de decirle que no.

Al lado del jardín de infantes está el kiosco de diarios y revistas. Juan, el dueño, lo ha visto a Beto en ese ritual incontables veces.

Vení, tomate un mate, se escucha ofrecerle como todos los días.

Beto levanta su mirada y sonríe de compromiso, con su respuesta automática.

No gracias, me da acidez.

Y así, continua en su ritual de la observación, hasta que al terminar el recreo, la soledad invade el patio.

Los gritos dan lugar a la escucha del trinar de los pájaros.

Beto se levanta dispuesto a irse, como el cierre del último acto del teatro, pero Juan lo cruza y lo frena.

Hoy no te vas a ir sin contarme tu historia, lo amenaza.
Claro que es una amenaza de buena gente, dispuesta a ayudar.

Que querés que te cuente? Que todo tiempo pasado fue mejor? menciona con lágrimas en los ojos.
Qué extraño llevarla al jardín a mi reina? Que este presente me hace un agujero en el alma?
Imagino que es muy duro para vos lo que te sucede.  Tomate un mate. Ahh, y decime Juan.

Y así, Beto le confiesa que está sin trabajo, que toda la vida laburó como un burro, que era el típico de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.
Que su reina era su mundo. Que disfrutaba cada momento con ella. Su consentida.
Que más allá de los problemas diarios su vida estaba ordenada y sabía lo que le esperaba al día siguiente.

Que había estudiado desde que tenía memoria, que seguía estudiando, pero que ya no le encontraba sentido, que todo dejaba a medio terminar.
Para qué? si total no me va a servir y no me van a tomar.

Comé algo, así no te agarra acidez, ofrece Juan mientras le alcanza unas facturas

Me imagino tu sufrimiento. Hay algo que estés haciendo?

Todo lo posible. Trato de contactarme con todos, preguntar, buscar. Todo en vano.

Ya sé que es medio tonto que te diga esto, afirma Juan mientras le vende el diario a un cliente habitual.

Todo está jodido. Toda la cadena productiva hecha pedazos y las compañías se abusan
Cuanto trabajo mal pago hay ahora?
Y mientras todo siga así, menos trabajo digno va a existir.

Más precarización, más de mil postulantes todos perfectamente calificados para un solo puesto. Es así, no es algo personal con vos. Si te meó un elefante, es el mismo que lo hizo con la mayoría de la gente.

Claro, lo que veas x la tele o las redes es pura nube de humo, no es la realidad. Los famosos y pseudofamosos no son la mayoría. No es el mundo real.

No pierdas la fe, esto debe cambiar. Mirame a mí, el kiosco no lo puedo arreglar, vendo mucho menos que antes, y las distribuidoras te presionan como nunca.

Mira enfrente, la mitad de los locales de la calle en alquiler, y la otra mitad no entra nadie.

Beto acusa recibo.
Puede ser, racionalmente lo entiendo, pero la angustia que me sube a la garganta no la puedo eliminar. Veo todo oscuro, sin una puta luz al final del túnel.

Juan lo mira atento, tan atento como mira el revólver calibre 22 que Beto tiene oculto en el saco, pero que trataba de salir de ahí por un agujerito.

Pero la vida es así, replica Juan.


Decime, vos crees que lo usaste bien con tu hija?

Beto asiente con la cabeza pero piensa un "me gustaría que fuese chiquita para seguir jugando y escucharla reír y abrazarla hasta la eternidad"

Y así, con un hasta mañana, se despide de Juan tocando la 22 y mirando para arriba.

Hoy me ganaste de mano. Me pusiste al kioskero en el medio. Pero tal vez mañana nos veamos las caras.
FIN

BetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora