Una intensa y extraña bruma, que parecía poder cortarse a cuchillo se había adueñado de la noche londinense, y parecía que no tenía intención de marcharse
La noche parecía apacible y tranquila, pero ese espejismo se vio bruscamente interrumpido por un grito.
Se trataba de un grito de una mujer joven, pero fue enmascarado y prácticamente silenciado, debido al incesante ruido de los carros al chocar contra los adoquines del suelo, sumado todo esto al ruido de los cascos de los caballos, quienes al ir al trote marcaban el ritmo de su marcha al chocar sus cascos contra el suelo.
Sin olvidar que las calles paralelas a tan macabro suceso que allí aconteció, eran frecuentadas por toda una caterva de personajes de baja ralea (tahúres, timadores, borrachos, mendigos y prostitutas de baja estofa) que parecían estar interpretando una obra de teatro, una obra sin principio ni fin, una obra sobre la decadencia humana; obra que habría sido la envidia de cualquier vodevil.
Es por todo ello que apenas nadie escuchó el grito. Pero lo que si escuchó un viejo mendigo fue una música muy triste, que parecía desgarrarle el alma. Se trataba de un blues, tocado por un solitario saxofón; lo que sumado a la agobiante atmósfera que en ese lugar reinaba, hacía que la música se tornase todavía más opresiva hasta casi hacer desfallecer a quien la estuviese escuchando.
La había escuchado cuando apenas faltaban 15 minutos para las 4 de la mañana, pero entonces no le había dado demasiada importancia, y no se volvería a acordar de esa triste melodía hasta tres horas más tarde cuando fue interrogado por la policía.
Fue ese preciso momento en el que el inspector Richard Arthur Robertson, quien con tan solo 21años se había convertido en el inspector más joven y prometedor del cuerpo de policía de Scotland Yard, acababa de finalizar su jornada laboral y estaba encaminándose hacia su apartamento, que se encontraba en el barrio de Mayfair, barrio de gente de un alto nivel de vida.
Entonces fue cuándo vio como un mendigo corría hacia él, tenía la cara pálida y desencajada por el dolor de haber presenciado un suceso, cuyo recuerdo por más alcohol que bebiese nunca podría borrar de su mente.
El inspector estaba a punto de echar mano a su pistola, pero sin saber porque su instinto le decía que podía confiar en él y que necesitaba su ayuda.
Entonces el mendigo intento explicarse ante el agente, pero debido a su tartamudez y a los intensos nervios que sufría, el agente apenas podía comprender nada de lo que le estaba diciendo el mendigo.
Fruto de los nervios y de la desesperación, arrastró al agente mientras le agarraba con inusitada fuerza del brazo izquierdo. Le llevó a una calle apenas transitada y que tan sólo tenía una farola de gas. Emitía una tenue luz mortecina, creando la llama de la farola una danza entre las sombras y la oscuridad.
Allí en medio de la calle se encontró con un cuerpo desmembrado. Ante tal horror el inspector Robertson apenas pudo aguantar las ganas de vomitar. Como pudo, cogió su silbato y solicitó refuerzos, y mientras esperaba a que llegasen examinó con detenimiento tan decadente escena.
En mitad de la calle, a unos 4 metros de la farola se hallaba un torso de mujer brutalmente mutilado, que presentaba múltiples cortes y laceraciones. Sin embargo no había apenas sangre en las inmediaciones, lo que para el inspector Robertson solo podía explicarse porque la mujer habría sido asesinada en otra parte.
Examinó la disposición del torso, que se encontraba en una calle poco transitada, pero que se encontraba a unos cinco minutos a pie desde la iglesia St. Matthias, que se hallaba en el barrio de Richmond. Todo parecía indicar que se había sido escogido ese lugar por algún propósito aún desconocido.
Entonces Robertson, que estaba tan inmerso en el examen del torso, olvidando por completo que el mendigo estaba aún a su lado, dijo a media voz: - Parece que haya sido dispuesto. ¿Acaso querían que lo encontrásemos?, y de ser así, ¿porqué? ¿Cuáles pueden ser las motivaciones para tamaña brutalidad?, ¿quizás fue una venganza?
Fue entonces cuando la quietud de sus pensamientos fue abruptamente interrumpida, cuando tras mirarle el mendigo le dijo:
- Lo desconozco señor agente, pero dígame, ¿habéis visto ya la cabeza?
Entonces el agente Robertson, que prácticamente se había olvidado de que no estaba sólo, dijo:
- ¿Cabeza?, ¿Qué cabeza? Concéntrese y dígame, ¿dónde la vio?
El mendigo le dijo que lo había olvidado, pero unos minutos más tarde con voz muy entrecortada le dijo que él había entrado por la parte sur de la calle. Dijo que entró con mucha dificultad en la calle. Explicó que venía de ahogar en whisky barato sus penas.
Cuando estaba por la mitad de la calle, tuvo ganas de orinar y se dispuso a ello. Cuando estaba terminando, al lado de unas cajas, vio horrorizado como una cabeza de una mujer joven, le miraba con una fría e inexpresiva mirada.
Tal hecho provocó que se cayera al suelo fruto de un ataque de pánico, no sin antes orinarse los zapatos, como bien pudo apreciar el agente Robertson.
Tartamudeando, cada vez más intensamente debido una crisis nerviosa, dijo que como pudo que se levantó y que fue en busca de ayuda.
- Ahora ya conocéis todo lo que ocurrió - dijo el mendigo.
El agente Robertson, siguiendo las instrucciones dadas por el mendigo, fue hacia unas viejas cajas de madera. Tras arrimarse a la pared, como el mendigo había hecho previamente, vio como entre las cajas y la pared había varias hojas de periódico, pero a pesar de ello claramente se podía apreciar el rostro sin vida de una mujer joven.
Con sumo cuidado y tras ponerse sus guantes de cuero, para no dejar huellas, retiro las hojas de periódico y se encontró que debajo de la cabeza estaban amontonadas las extremidades unas sobre otras.
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El blues de medianoche
Mystery / ThrillerHacía tan solo un año que Jack el destripador, quien súbitamente había desaparecido tras haber sembrado el miedo y el terror por toda Gran Bretaña con su infernal rastro de sangre . Ahora , tan solo un año des pues parece que la historia está conden...