I

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Joaquín revuelve la sopa dentro de la olla para que no se pegara. Suelta un suspiro alto, tocando la parte baja de su espalda. Apenas tiene 4 meses de su embarazo pero no es eso lo que le lastima su espalda. Hoy, después de clases, tuvo que volver a pie desde la preparatoria, que esta en el centro y él vive en su pequeña casa del norte.

Niega con la cabeza, echándole un poquito de agua a la mezcla. Recuerda como era su vida de hace 3 semanas, antes de venirse a vivir con un alfa que gracias y sabe su nombre. Cuando vivía con sus padres, todo era diferente. No eran ricos, vivían bien, pero cono era hijo único, todos los regalos iban a el. Cuando le dijo a su madre-beta que estaba en espera, ella dijo que estaba bien, que él tenía la última decisión, sobre quedarse o irse con el alfa responsable.

En Londres era así, como una costumbre. Cuando un alfa dejaba en estado a un omega, el debía llevárselo  y arreglárselas solas. Joaquín estaba decidido a quedarse con sus padres, y disfrutar de las comodidades que ellos le darían a él y su bebé. Pero no Emilio llegó una noche diciendo que el omega (ni siquiera se acordaba de su nombre) se iría con él, porque el cachorro que llevaba dentro era suyo. Los padres de Joaquín lo vieron confiable y dejaron a su hijo ir con él. El omega nunca se quejó.

Ahora desea haberse quedado, pero estaba tan aturdido que nada salió de sus labios, sólo empacó su ropa en una pequeña maleta y con la misma, bajó.

Joaquín sabe que Emilio se lo trajo a su casa por una razón. Y no era por el bebé o porque él sea su omega, no. La simple razón por la que estaba aquí, ahora, era porque si el alfa no lo hubiese hecho, su ego de dominante hubiese sido dañado, y se hubiera sentido humillado.

Vuelve a negar, no pudiendo creer que tan tonto fue. O sea, el cortejo de Emilio fue el más vergonzoso. Un día, la puerta de la casa de sus padres fue tocada, Joaquín la abrió, encontrándose con cierto alfa ahí parado con la cara seria y mirada sin titubear.

"¿Puedo ayudarte en algo?" Joaquín había preguntado, con medio cuerpo escondido detrás de la puerta, sólo viendo como el más alto asentía.

"Quiero que me ayudes en mi próximo celo" dijo, teniendo una caja de chicles de menta. Los ojos de Joaquín brillaron. Eran sus favoritos. El amaba los chicles.

"Está bien, creó. ¿Cuándo es?" Preguntó, tomando la caja entre sus manos.

"El próximo sábado" y con eso, se dio la vuelta, caminado lejos de la casa.

Emilio era un alfa que estudiaba en la misma escuela que él. Compartían clases pero Joaquín nunca creyó que supiera de su existencia porque, bueno, nunca volteaba a verlo. Sólo hablaba con sus dos amigos Roy-alfa y Diego-beta. Él era un alfa muy cerrado, sólo con sus cercanos podía entenderse bien. Ellos duermen en la misma cama, porque en realidad no hay otra. Hay noches en las que Emilio se va a la sala o simplemente de queda lo más alejado de él.

Y, mierda. Joaquín es un omega embarazado, necesita el calor de un alfa más que nunca, de su alfa. Ni siquiera sabia si Emilio era su alfa en verdad.

Cuando ve que la sopa esta lista, apaga la hornilla. Toma un cucharón y sirve un poco en su plato hondo. Se sienta en su silla y suspira. Está otra vez sólo, pero no se queja, porque Emilio estaba trabajando. O al menos es lo que él le dijo.

Da su primer cucharada, quemando su lengua. Rápidamente, para aliviar el dolor, toma un sorbo de su jugo de uvas, natural. Porque a Emilio no le gustaba que tomara cosas sintéticas, por el bebé.

Oye la puerta abrirse, el tintineo de las llaves colgadas en su lugar y unos pasos firmes. La figura de Emilio aparece en el umbral, con el cabello algo húmedo y la sudadera manchada... sangre.

Ven aquí y ámame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora