Todo lo que Ares siempre deseó fue un hijo. Un heredero, un guerrero digno, uno que podría llamar suyo. Más que un peón, más que una herramienta, un arma por la cual podría destronar a su padre y reclamar el Olimpo para sí mismo.
Pero la codicia de...
"Ahora me he convertido en la muerte. El destructor de mundos".
~ Naruto (Hijo de Ares).
Pasaron diez años.
Una década entera de sangre, sudor y lágrimas, girando en un abrir y cerrar de ojos. Hoy se mantuvo en memoria de todos esos años. Era el vigésimo primer cumpleaños de Naruto. Por lo general, ese día quedó sin marcar a los ojos de Ares y Alecto. La mayor parte del tiempo de su hijo se dedicaba a entrenar o descubrir nuevas formas más ingeniosas de matar. Tisiphone a menudo se esforzaba por darle un regalo a su amado sobrino, como las botas irrompibles que usaba ahora, y Orkos casi siempre celebraba con él cuando podía, pero Megaera solo le concedía desprecio.
En sus ojos, la amabilidad de Naruto hacia su hermano lo debilitaba y hasta que se librara de esta debilidad, siempre sería prescindible en sus ojos. Este rencor fue mutuo. A menudo susurraba que deberían deshacerse del Fury más joven por completo, pero una vez, cuando tenía quince años, había tratado de actuar en consecuencia. En la oscuridad de la noche ella había robado en su habitación y trató de matar a Orkos en su cama con una espada envenenada. Apuñalarlo hasta la muerte en las sábanas mientras dormía, y al hacerlo, eliminar la debilidad de su sobrino. Ella casi había tenido éxito. Pero en su apuro, había cometido un error.
En lugar de apuñalar a Orkos, había sentido el aguijón de su espada.
En represalia por sus malas conductas groseras y por tratar de matar a su hermano, él le cortó el brazo. Por su traición, debería haber sido encarcelada. Pero la pérdida de una extremidad había sido considerada lo suficientemente humillante por Alecto, por lo que la furia ahora impotente había podido quedarse. Y su odio se convirtió en una herida abierta. Incluso ahora podía sentirla mirándolo desde el otro lado de la habitación, ardiendo oscuramente en su furia. Pero nada de ese odio podría derribarlo. Hoy no.
Porque hoy, su cumpleaños se celebraba en el Monte Olimpo.
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Naruto seguía debatiendo si debería arrojarse de la montaña y evitarles el problema.
Le dieron un regalo proporcionado a unos pocos mortales, le permitieron caminar en la presencia de los mismos dioses. Irónico, dado que su padre planeaba usarlo para matar a algunos de ellos. Había Hermes en el jardín este conversando con Apolo. Cerca del estrado, podía sentir los ojos sombríos de Poseidón y Helios en su espalda. Tantos ojos en él, todos observando, evaluando y juzgando. Pesando su valía. Naruto lo despreciaba. No era un trozo de carne para salivar, ni un buey para ser comido.
"Ah, y aquí está el invitado de honor".
Y luego estaban aquellos que él, tentativamente, llamaba aliados.
Como si la idea de su tío lo engendrara, Hades parecía aparecer de la nada, llenando el corredor de mármol a su izquierda, cadenas ardientes chasqueando como látigos en cada mano. Llevaba su casco de guerra para que solo sus ojos fueran visibles, esos ojos de color rojo carbón que prometían un tormento eterno para cualquiera que lo ofendiera. En lugar de una armadura ordinaria, su carne brotó púas de hierro negro y parecía dejar un rastro de huellas de hollín a su paso. Más que su rostro oscuro, Naruto sintió una sutil presencia de temor emanando del Señor del Inframundo.
