Capítulo 1.

532 42 13
                                    

Los personajes son creados por la escritora Kyōko Mizuki, uno de los seudónimos de Keiko Nagita, y la mangaka Yumiko Igarashi, seudónimo de Yumiko Fijii, publicado en Japón por Kōdansha Ltd. desde 1975 a 1979

Después de vivir dos años y medio en el mismo departamento, Albert se dio cuenta que estaba enamorado de Candy, para ese entonces ya había recuperado la memoria y se le complicaba seguir ocultándolo, no quería abandonarla pues todavía estaban de duelo por la muerte de Stear.

Candy, como todos los días, estaba en su trabajo en la clínica feliz, mientras desinfectaba los instrumentos se lamentaba de que la herida que le causó el león a Albert ya estaba prácticamente cicatrizada, por lo que ya no requería que se le cambiara el vendaje ni que le pusiera ungüento, «Se volvió un hermoso hábito estas tres semanas: quitarle la venda, limpiarlo con la torunda de algodón y luego con mis dedos ponerle esa pomada mientras siento su respiración cerca de mí; se me apetece acercarme lo suficiente para tentarlo y que me dé un beso... Candy, ya estás con tus malos pensamientos ¡es tu paciente! Soy una enfermera profesional con altos estándares éticos y no debo sentirme atraída hacia él, pero... su cercanía me hace estremecer, es agradable sentir las cosquillas que me produce, que solo podrían satisfacerse con un prolongado beso, sería mi primer beso consentido, lo de Terry ni lo disfruté, la verdad es que soy muy egoísta por desear que Albert no recupere la memoria, porque agarraría su saco de ropa, se lo colgaría al hombro, tomaría a poupé y se iría de mi lado, ¡ya sé! debo consentirlo para que nunca se vaya, aunque recupere la memoria».

— Doctor Martin, me he dado cuenta que no le he organizado ninguna fiesta de cumpleaños a Albert desde que vivo con él. Aprovecharé la navidad para festejar ambos eventos. Albert ha hecho tanto por mí, hasta nos salvó de las garras del león, se acuerda de eso ¿verdad? así que usted me tiene que ayudar para que esta navidad sea más divertida que la del año pasado.

— Candy, Albert no cumple años en estas fechas —dijo con seguridad el médico.

— ¿Cómo lo sabe?

— Por su comportamiento, los de signo capricornio son ambiciosos, tercos, tímidos, despóticos, autoritarios, en fin, unos completos dictadores.

— Tiene razón, Albert no es así, pero recuerde que nosotros los cristianos no creemos en esas cosas, además la navidad es la época más hermosa del año, y todo lo que concierne a Albert es bello.

El doctor Martin respiró aliviado de que no cometió una indiscreción, por poco le revelaba a Candy que Albert ya sabía su identidad —. De la forma en que lo dices pareciera que estás enamorada de él —la importunó el doctor con su comentario.

— Yo, este... Bebió Whisky sin que me diera cuenta ¿no es cierto? Ya que comenta esos disparates.

El hombre gordito sonrió, Albert ya le había confesado que amaba a Candy, y tenía el encargo de avisarle cuando ella dejara de pensar en Terry.

— Quiero confesarle que me metí a un curso de cocina, me da tiempo ahora que Albert suele llegar tarde, así entre todas las que asistimos a las clases preparamos los platillos y llevo mi porción a la casa, noté que Albert adelgazaba la semana que me tocaba preparar los alimentos, además cuando era su turno se estaba volviendo muy derrochador comprando la comida en el restaurante donde trabajó, cierto, es muy deliciosa, pero a ese paso iremos directo a la ruina, quiero que ahorremos para adquirir un terreno y luego construir una casita, así evitaremos pagar renta de por vida, considero que no vamos a prosperar si seguimos los mismos pasos, tenemos que pensar en el mañana, amo el mañana porque sé que traerá cosas nuevas.

— Vaya, vaya, al parecer vislumbras un futuro junto a Albert, ¿piensas que nunca recuperará la memoria?

— Usted mismo ha dicho que no hay manera de saberlo, como puede ser hoy, podría pasar 10 años. «Para ese entonces creo que ya estaremos casados y estaremos rodeados de nuestros hijos». Tun tun tun tun, tun tun tun tun (tarareó Candy la marcha nupcial en voz alta creyendo que solo lo hacía con la mente).

El doctor Martin se emocionó por la conversación que sostuvo con la joven, se lo relataría a Albert y de seguro este se alegraría también.

En el banco central Andrew, Albert protestaba —: George, esta semana me toca llevar la cena, ya se me hizo tarde. No quiero seguir revisando el saldo de los cuentahabientes.

—Señor William, debe seguir con su capacitación, pronto será su presentación y debe tener conocimiento de las cuentas principales que se manejan en el Banco, además todavía debe ponerse al corriente de los demás negocios.

—Lo sé George, pero desde que recuperé la memoria llego tarde al departamento y estos últimos días ella se desvela esperándome para cambiarme el vendaje.

—Usted me dijo que ya no requería la curación porque la herida estaba cicatrizada.

— Hoy mientras me bañaba, accidentalmente se me cayó la costra, por lo mismo, necesitaré que Candy me ponga ese ungüento con sus cálidas manos —Albert lo dijo medio sonriente y George comprendió que él se la quitó intencionalmente.

Tocaron la puerta, era la secretaria con la comida que pidió Albert. George la sostuvo para pasársela. Se empezó a cambiar la ropa negra para ponerse su chaqueta acostumbrada.

—Hemos conseguido, ropa parecida a la que porta para que pueda espaciar lavarla, así ahorrará ese tiempo y podrá venir los sábados más temprano.

—George, disfruto los sábados, porque son los días en que Candy y yo nos quedamos en casa y salimos a dar un paseo.

—Señor William tengo que expresarle la preocupación que me externó la señora Elroy, dijo que notó que baja y aumenta de peso, ese descontrol puede dañar su salud.

—Eso era cada vez que a Candy le tocaba preparar la cena, la hacía tan condimentada que a veces me provocaba diarrea, pero tenía buen sabor, aparte no quería hacerle la grosería de no comerme lo que con tanto esmero me preparaba, pero las últimas semanas ha mejorado y ya tengo estabilidad en mi peso, dile a mi tía que no se preocupe por mí

— Está bien, eso le comentaré a su tía.

—Nos vemos mañana George, se me hace tarde y Candy ha de estar esperándome para cenar.

—Póngase la chaqueta nueva, la otra estaba cosida con hilo de otro color.

—Si, es que Candy no encontró hilera café y tuvo que comprar la hilera rosa.

Más tarde, esa misma noche, Albert llegó a la casa magnolia, las vecinas no le contestaron el saludo, lo miraban como si les debiera un monto considerable. Candy estaba tejiendo unos guantes para Albert porque quedaban pocos días para que empezara el invierno.

—Candy, pensé que no llegaría a tiempo y te encontraría dormida.

Ella trató de esconder las agujas y el hilo, quería que fuese una sorpresa.

—Viniste más temprano que otros días. Hoy será la última curación —expresó con pesar la joven rubia.

—De eso quería hablarte, se me cayó un poco de costra y tengo una parte al rojo vivo.

Candy al escucharlo trató de disimular una sonrisa.

La última NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora