Contacto humano, la primera forma de comunicación que tenemos todos, para el ser humano es casi imposible vivir sin ese contacto, y desde niños buscamos relacionarnos con más personas.
Para cualquier niño de 6 años, hacer amigos es algo muy fácil, pero no para Lyana, no para una niña con síndrome de Asperger.
Para los que no lo sepan el síndrome de Asperger es un conjunto de trastornos mentales relacionados con el espectro autista que dificulta la capacidad de socializar.
Lyana asistió por primera vez a la escuela a los 6 años, jamás había salido de casa y menos tenía amigos.
Llegar a un lugar nuevo lleno de niños de tu misma edad sería fenomenal para cualquier niño normal, pero no para Lyana Ammel, para ella era como un bombardeo de constantes emociones.
Los niños venían a hablar con ella pero ella simplemente no respondía, y no era porque no quisiese, por supuesto que quería, quería hablar con ellos sobre sus películas animadas preferidas, sobre su dinosaurio favorito, o sobre el súper héroe que le gustase que la rescatara si llegase a estar en peligro, si quería, pero simplemente no podía, cada vez que intentaba formular palabras un nudo se formaba en su garganta impidiéndole pronunciar sonido alguno.
Luego de un tiempo los niños se cansaron de intentar y, desconociendo la condición de Lyana, solo se burlaban de ella.
Lyana se iba consumiendo por dentro cada vez más, pensaba que jamás tendría un amigo, pero estaba equivocada.
Todos los niños en el salón se burlaban de ella, todos menos una.
Al otro lado del salón, en un pequeño rincón siempre había una niña de cabellos rubios y ojos azules, con una pequeña muñeca de trapo de en sus manos y que al igual que Lyana, jamás hablaba con nadie.
Pero ella no era como Lyana en cierto modo, a ella si le hablaban los niños, a ella no le hacían burla, entonces ¿Por qué no hablaba con nadie? No lo sabía. Desde ese día, esa pequeña niña llamó la atención de Lyana.
Cómo era de costumbre Lyana se encontraba sola en el jardín, dibujando lo que según ella era la cumbre de su carrera artística. Lyana dibujaba a una pareja de gorriones que estaban en la rama de un árbol, según ella, el realismo de su dibujo era asombroso, aunque a través de los ojos de un adulto parecieran dos patatas, pero eso no era su culpa, los adultos son los que no tienen imaginación suficiente como para descubrir la belleza detrás de sus torpes trazos.
Inmersa en sus pensamientos Lyana sintió una voz y un incesante piquete en su hombro que la llamaba.
- Hola- dijo la pequeña niña solitaria.
Había venido a hablar con Lyana, la única con la que había querido entablar conversación desde que llegó a la escuela, lástima que Lyana no pudiera contestarle.
- Me llamo Aurora Graham, aunque en mi familia me llaman Rori- Lyana la miró con fascinación pero de su boca no pudo salir ningún sonido- ¿Qué dibujas?- preguntó para luego responderse a sí misma- Ah, ya se, son aquellos gorriones.
Lyana asintió.
Rori se quedó todo el rato a su lado hablando sin cesar, Lyana se preguntaba por que había hablado con ella y no con los otros niños.
Los días pasaron y Rori siguió visitando a Lyana en todos los recreos, le hablaba sobre películas, estrellas y animales.
Los días se convirtieron en meses, y los meses en años, y Rori se convierto en la mejor y única amiga de Lyana.
Para la edad de 14 años ya Rori había conseguido arrancar palabras de los labios de Lyana, y ahora Lyana hablaba como cualquier niña normal.
- ¿Por qué solo hablabas conmigo y no con los demás niño?- preguntó Lyana.
- Ví lo que te hacían, no me parecían buenas personas, además tú me resultabas mucho más interesante- la duda había quedado resuelta.
Los padres de Lyana le explicaron su condición, pero a Rori no le importaba, seguía tratando a Lyana como lo hacía antes, como una chica normal, y a Lyana eso le encantaba.
Pasaban horas hablando de literatura y música.
Lyana se sentía a gusto.
Pero, como mismo vino la amistad de Rori, se fue de manera repentina.
A la edad de 15 años Rori murió.
Lyana no supo por qué, se negó ir al funeral.
Todo lo que Rori había conseguido durante todos estos año, se había ido junto con ella.
Lyana se encerró en su habitación y en sí misma, se negaba a hablar con nadie, ni siquiera con sus padres.
Tiempo después lo padres de Rori decidieron deshacerse de algunas de las pertenencias de Rori y entre sus libros y muñecas- que aún conservaba- se encontraron un pequeño libro que parecía ser un diario, en la portada decía que ese libro le pertenecía ahora a Lyana.
Los padres de Rori se tomaron la tarea de llevárselo ya que sabían que ella no saldría de casa.
Cuando los padres de Lyana fueron a entregárselo descubrieron a su hija inconsciente en su habitación junto a un bote de pastillas.
La enfermedad de Lyana junto con la depresión habían intentando acabar con su frágil vida.
Afortunadamente fue llevada al hospital a tiempo.
Lyana despertó luego de un lavado de estómago encontrando a su lado el diario, inmediatamente supo que era de Rori y aunque le doliera, decidió leerlo.
Querida Lyana:
Si estás leyendo esto supongo que es porque ya me fui y te estarás preguntando ¿por qué? Bueno yo sufría de cáncer de pulmón desde los 10 años, y afortunadamente logré vivir más que la esperanza que me daban los médicos como para escribir esto. Espero que hayamos realizado todas las cosas que queríamos, aunque seguro nos faltaron un montón. Debes estar enojada por no habértelo contado ¿verdad? Y está bien, no te juzgo, pero si te lo decía seguro me tratarías con lástima, o dejarías de hablarme. No te preocupes por mí que según mi religión ¿Sabes dónde estoy? Sip, en el paraíso, así que deja de angustiarte y sale de tu habitación a comerte el mundo. Se que te será difícil afrontar mi muerte, pero estoy segura de que lo superarás, eres fuerte y se que aunque me haya ido tú no me olvidarás. Bueno será mejor que deje esto hasta aquí, estás tocando la puerta de mi habitación para que te deje pasar y su me ves con los ojos llenos de lágrimas te preocuparas. Te quiere infinitamente.
Tú Rori
Lyana leyó aquellas líneas con los ojos llenos de lágrimas.
Sus padres escucharon los sollozos desde fuera y entraron a la habitación para abrazar a su hija.
- Los quiero- dijo casi inaudible, pero para sus padres era más que suficiente, Lyana había vuelto a hablar, había vuelto a ser ella.
Los años pasaron y Lyana logró terminar la escuela, hacer nuevos amigos e incluso salir con un chico.
Ya no se escondía detrás de su enfermedad, se los contaba a todos para que entendieran porque se le hacía difícil socializar y aún así tuvo muy buenos amigos.
A pesar de todo, Lyana mantuvo su promesa, jamás olvidó a Rori, a veces entablaba conversaciones consigo misma y le gustaba imaginar que era su amiga, diciéndole lo especial que era.....
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Dedicado a todos los niños con autismo....

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A Mi Mejor Amiga
RandomQuizá le damos menor importancia de la que realmente tiene a la amistad.....