ROSAS.

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La historia sabe del amor entre hombre y mujer a través de documentos de todos los tiempos, cartas, pintura, música, literatura, del arte en general que ha llegado hasta nosotros.

No todo lo que muestran o relatan fue verdad, por ejemplo, en cuestiones amorosas el Renacimiento, a pesar de descubrir el cuerpo humano como algo bello, no fue mejor a la Edad Media. Las mujeres que amaban fuera del matrimonio eran repudiadas y, a veces merecìan la muerte. Esto no pasaba en tiempos de lo que llamamos el oscurantismo medieval.

Pero el amor, como todas las pasiones, siempre fue irrefrenable e incapaz de medir consecuencias.

A principios del S. XX Europa y en especial la Arrendelle, fue escenario de la historia de amor mas maravillosa y pertinaz de la que se tenga memoria y que fue real en toda su dimensión.

En 1899 llega a Arrendelle mas precisamente, la cantante lirica Elsa Anderson. Famosa en toda Europa era, a su corta edad, admirada por príncipes y reyes del mundo.

En Arendelle un muchacho aristocrático y multimillonario, Hans Westergaard, aficionado y amante de la buena música, la ópera y el arte, se entera por su primo que ha llegado a una jovencita que encanta a todos con su voz. Sin perder tiempo, viaja y asiste al concierto de la eximia cantante.

Desde el momento que la ve queda perdidamente enamorado de la artista, su voz lo emociona hasta hacerle derramar lágrimas. Impulsivamente le llena el camarín de rosas rojas y blancas recibiendo como única respuesta el rechazo de la cantante.

Hans debe esperar hasta 1901 que Elsa vuelva a estas tierras y se presente en el Teatro. Nuevamente su mensaje de amor va acompañado de un sin fin de rosas que otra vez son rechazadas. Elsa no lo quiere conocer, su único amor es la lírica y a ella se consagra. Vuelve a Europa desairando a su enamorado.

Para Hans, que todo lo tenia, viajar a Europa era como caminar hacia la esquina, estaba a costumbrado. Allá va tras su amor. Durante algunos años sigue a la cantante por los teatros de Roma, Paris, Londres, Madrid, Montecarlo, repitiendo siempre el mismo rito de amor expresado en centenares de rosas rojas y blancas. Elsa no sede. Hasta que finalmente, en 1907, la amada deja de resistirse y se rinde ante la pasión de Hans. Se casan en Portugal en una ceremonia privada. ¿El regalo de bodas? Esta vez no fueron rosas sino un fabuloso castillo normando en Versailles, Paris, ciudad que la pareja amaba y donde vivieron por cuatro años para regresar a la Arrendelle.

El joven Hans del que hablamos fue Presidente de la Nación entre 1922-1928. Su matrimonio no fue bien visto por la pacata sociedad. Elsa tuvo que soportar muchos rechazos de los connacionales de su esposo, casarse con una artista, un chico bien, millonario, de familia y con una carrera promisoria en la política, era el peor de los pecados. El día de la boda habia recibido 500 cartas para que desistiera de la alocada idea del matrimonio.

Hombre enamorado, jamás se preocupo por el que dirán, solo importaba su enamorada quien por él había abandonado su carrera, sacando de circulacion todos los discos grabados. Solo cantaba en privado y para deleite de un unico espectador, su amado marido.

Hans Westergaard muere el 23 de marzo de 1942 tomado de la mano de su gran amor, Elsa, quien siempre estuvo a su lado aceptando y compartiendo los vaivenes de la política y el desprecio de una sociedad que no entendió nada.

Los restos del ex presidente se encuentran en la bóveda de los Westergaard en el Cementerio de la failia, allí lo visitó su maravillosa mujer todos los 23 de cada mes con un ramo de rosas rojas y blancas entre las manos. Abria el panteon y una sillita la esperaba para sentarse y dialogar con el espíritu del hombre que la habia hecho la mujer mas feliz del mundo.


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