Parte IV

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La joven de ojos celestes volvió a observar a Adrien.

El rubio le devolvía la mirada sonriente.

-Gracias por todo, Chloé. Eres más que una amiga para mí y lo sabes, eres parte de mi familia.

Los rosados labios de la blonda buscaron una manera de expresar lo que sentía en aquel momento.

-Muy bien, basta del momento melancólico -se escuchó la voz de Alya quien le había arrebatado el micrófono a su novio-. ¡Es hora de demostrar sus talentos! -exclamó haciendo que Nino cambiara de canción con una intimidante mirada.

El ritmo varió drásticamente y todos a su alrededor empezaron a saltar y moverse eufóricos.

Sintió que fue alejada de Adrien cuando alguien chocó contra ella.

Las luces se oscurecieron y la masa de jóvenes hormonales empezaron a arrastrarla lejos de su... mejor amigo.

Chloé salió del estupor y se hizo paso a empujones de quienes osaban rozarla.

-¡Muévete, idiota, estás tocando mi vestido!

Juntó la tela de la preciosa pieza y avanzó hasta salir del tumulto eufórico de pubertos.

Una vez segura, vio a todos moverse frenéticamente, mas su mirada se enfocó en Adrien.

Podía verlo entre la multitud, siempre lo había hecho.

La sonrisa que llevaba en el rostro mientras se movía junto a Kagami le estrujó el corazón.

Vislumbró a Dupaing-Cheng alejándose de ellos en un deplorable estado de tristeza. Puede que nadie lo reconociera a primera vista, pero Chloé había tenido muchas veces esa expresión como para no identificarlo.

Alejó la mirada de la feliz pareja y decidió respirar.

Calmarse y pensar.

Aún nada estaba dicho.

Ella no deseaba el corazón de Adrien, se había dignado a jamás tenerlo, solo quería que fuera él quien atesorara su primer beso.

Y aquello ni diez mil Tsurugis se lo iban a impedir.

Tomó otra copa de ponche y avanzó en busca de Sabrina.

Habría un cambio de planes.

El primer piso del hotel era inmenso, estaba dividido en 3 salones, siendo el de en medio, donde festejaban todos, el más grande de los tres, sin embargo, los otros 2 salones escondían lo que más buscaban las parejas aquella noche.

Se supone que Sabrina estaría en uno de aquellos lugares vigilando y Chloé en el otro.

La blonda detalló en los invitados.

Vaya, sí que parecía que toda la escuela había llegado.

Habían jóvenes por donde sea que caminaba, no todos bailaban como ridículos posesos, algunos preferían comer o beber, otros optaban por recrearse con algunos juegos del lugar y el resto se dedicaba a hablar en ciertas esquinas.

Los salones quedaban un poco más lejos de lo que pensó con los tacones puestos, pero se hizo paso forzando una sonrisa cuando la saludaban o adulaban.

Hipócritas, todos eran unos hipócritas. Incluso ella.

Las paredes se hacían más estrechas para llegar a la entrada de los salones. Poca gente rondaba por allí.

Mejor para ella.

Empinó el brazo con su copa en mano.

Caray, sí que se lucieron con el ponche.

La historia de mi primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora