Háganse las bestias terrestres y el hombre.

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Tenebris despierta sin haber soñado nada, pero el miedo de lo que pudo ser una pesadilla que ahora se ausenta se compensa con otro susto parecido al que tuvo hace un día sobre la rama de un árbol, el techo de la casa en el cual dormía se hundía al suelo con un hoyo que Tenebris provocó al pararse, el techo de esa casa ya era débil y su integridad pendía de un hilo toda la noche que él durmió encima de él, el apoyarse sobre una mano fue la gota que derramó el vaso y finalmente pedazos de este viejo suelo en el que se posaba junto con él mismo cayeron al interior de una casa, logró despertar al somnoliento habitante que segundos antes dormía plácidamente, este hombre pegó un brinco tal que sustituyó rápidamente una postura de descanso a una más alerta en la esquina de la casa aún encima de su cama, con ambas manos en dos paredes como si tratará de ir aún más atrás, sin distinguir todavía la figura de Tenebris o siquiera que estaba pasando o que había sido eso, al parecer todo ese teatro era un instinto natural, al ángel no le faltaron los mismos gritos de sorpresa, ambos se asustaban uno del otro, Tenebris más por la vergüenza que es el jamás haber interactuando directamente con un humano y ahora se ve forzado a hacer algo al respecto. Ya más calmada la situación al dueño de la casa no se le nota molesto como se esperaría, se le ve curioso y pacífico, Tenebris esconde su rostro en la sombra que hace el poco techo que quedó y que está en la otra esquina de la habitación, un cielo azul marino ayudaba a ocultar ese miedo he inseguridad que aún se respiraba, estaba totalmente apenado, pero a medida que el cielo tomaba un tono más claro y el sol acababa con esa escasa sombra el dueño de la casa se acercaba con cuidado y con mucho tacto a su inesperado visitante, - ¿Estás bien? - le preguntó en la lengua local - esa fue una gran caída, ¿Cómo llegaste a mi techo? - y Tenebris solo calla, está en shock, un hombre le ha hablado por primera vez - necesitas que te limpie tus heridas - él voltea a ver sus manos con unas pocas gotas escurridas de sangre y cubre sus manos en esa sombra que p por respuestas mientras amablemente le arrebata sus manos y con un trozo de tela se dispone a limpiar sus heridas, grande es su sorpresa cuando al quitar su sangre no hay pistas de algún orificio o si quiera una línea que marcara una abertura hacia sus venas, limpio y sin nada que pruebe que cayó de algún lugar o que se haya hecho daño el dueño vuelve a preguntar: - ¿quién eres? O más bien ¿Que eres? Porque esa heridas que ahora no son más que un fugaz recuerdo hubieran tardado en desaparecer incluso con el debido tratamiento, ahora no tienes nada, esto parece obra de Dios o del mismo Satanás, aunque me inclino mas por el primero pues tus brazos parecen divinos. - Tenebris no sabía que decir, a él simplemente no le salían palabras de la boca para tratar de explicar en primer lugar que estaba haciendo ahí - sospecho por tus ropajes gastados y torpeza que le sirves algún amo, un noble o algún hombre de riqueza suficientemente grande para pagar tu lealtad, dime ¿a qué amo sirves? - Tenebris solo contestó - yo sirvo a Dios - con la mirada aún apartada por la pena - bueno todos le servimos al gran creador pero más específicamente ¿a qué hombre le das tus servicios? A pesar de tu ropa sucia y rota, dudo que seas un hombre sin hogar ya que jamás te he visto vagando por las calles o mendigando a manos abiertas comida, así que sigo esperando tu respuesta amigo mío - baja la mirada y en esos momentos el hombre se percata de una pluma muy grande detrás de él, era muy grande para ser de un ave que antes haya visto, la camisa rasgada que dejaba ver parte de su abdomen y aún más en la posición que estaba dejaba ver una pluma de las alas que estaban retraídas en su espalda, pero este hombre no sabía esto y no fue hasta que jaló la pluma con gran curiosidad y se dio cuenta de que estaba pegada a algo que tenía detrás de su espalda, - ¿Qué es eso que tiene ahí? Muéstremelo! - aunque apenado sabe que no le creerá si no le muestra sus alas, pero por otro lado, no tiene que probarle nada a nadie, aparte ¿qué pasará si él también le teme y le dice a todos que es un monstruo como en el pueblo pasado? No iba a correr ese riesgo hasta que por el tiempo que tardó en pensar el hombre harto de esperar por una respuesta le levanta su camisa en la parte de su espalda y Tenebris asustado sin querer abre sus alas por mero instinto y se delata - ¡Un ángel! - exclama el anfitrión - ¡Realmente decías la verdad sobre que sirves a Dios! Ay querido amigo y ciervo del señor disculpa mi arrebato y perdona mi humilde persona al tratarlo de tal manera al principio le ruego me perdone - se inclina casi arrodillándose en muestra de arrepentimiento - levántate, no hagas sangrar tus rodillas por los escombros de tu techo, no tienes nada de que disculparte pues he sido yo quien ha irrumpido en tu morada y destruido parte de ella y soy yo el que súplica tú perdón - el hombre confundido por la humildad del ángel pregunta - ¿Pero cómo puede ser señor mío que usted tenga la humildad para siquiera dirigirme la palabra y aún más, que se tome la molestia de pedirme a mí, un simple mortal, un perdón que no vale nada al lado de su divina figura? - a lo que Tenebris insiste - no soy ya más divino noble hombre, tocó la misma tierra que tú y apenas soy digno de usar mis alas para volar y nada más, he sido elegido para socorrer a la humanidad de las tentaciones y el poder del maligno, imploro que me dejes de ver cómo un superior y me trate como otro mortal que a sus ojos he pasado como uno y le ruego que me ayude a qué esa imagen se mantenga así. - transcurre una plática entre Tenebris y aquel hombre que, aunque sin revelar muchos detalles diciendo lo suficiente para que éste le ofreciera asilo y le ayudara con su misión, pero este le dijo: - con la única condición de que me dejes ir al cielo a la hora de mi partida - y le mira con una cara algo triste y apenada - no soy yo quien está encargado de eso, me temo que ese juicio le pertenece solamente a Dios y yo solamente me ocupo de la encomienda que él me ha dado - el hombre mira abajo con tristeza y después hace un gesto extraño, voltea a ver a su cama y no para de mirarla mientras habla - está bien, no importa, creo que es algo que me tengo que ganar...- hace una pausa algo desanimado y luego prosigue - en verdad tienes razón, creo que es algo egoísta de mi parte, bien creo que tendré que hacerte un lugar en ésta que de ahora en adelante llamarás tu casa - el hombre voltea y prepara unas cobijas y almohadas guardadas en una cesta a un lado de la entrada al cuarto, Tenebris se queda casi en el mismo lugar de la habitación haciéndose a un lado y para otro cuando su nuevo amigo pasa, trata de no estorbarle mientras le hace cupo en su casa, logra ver qué mientras está de espaldas limpia su cara y aspira con su nariz, también da un ligero gemido o más bien un aliento, muy suave, casi como si tratara de ocultar que lo dio, él sabe que ese hombre anhela algo más profundo que la entrada al cielo, pero no puede hacer nada, ni siquiera él sabe cómo regresarse a si mismo.

TenebrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora