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— ¡San!

Estaba hasta las narices. Había sido comprobado. Este año no iba a ser el suyo. Desde la aparición de San y todo a lo que él incumbía se habían propuesto volverla loca. ¿En qué momento se había vuelto tan débil ante alguien? Habían pasado años desde la última vez en la que Boreum cedió así. No era creíble la rapidez con la que toda su coraza se calló al ver quizás, una de las muchas lágrimas que San había liberado.

— ¡Espera!

Después pasada toda esa escena y el regreso de la consciencia de Ning, recogió con apremio las cuartillas de papel y las guardó en su lugar correspondiente. Tal vez todavía podía alcanzarle. Cruzó su bolsa sobre sus hombros y la echó ligeramente hacia atrás. Debía darse prisa. Si algo tenía por seguro era que su compañero se transladaba en coche mientras que ella se desplazaba caminando, lo que solo la dejaba la opción de correr.

Cerró con prisa y comenzó a apresurarse hasta su edificio. En pocos minutos dobló la esquina para comprobar que había hecho bien en correr. San se disponía a cruzar la puerta de la edificación. Una vez más, aceleró el paso hasta la puerta con la intención de alcanzarle o por lo menos parar la puerta antes de que se cerrase, en vano; abrió rápidamente su bolsa para atrapar las llaves en alguno de los bolsillos interiores para poder acceder.

Subió las escaleras ágilmente hasta llegar a su piso. A todo esto, San ya había notado las intenciones de persecución de Boreum, ¿y cómo no?, si sus pasos hacían eco por el reducido espacio de los escalones. Su reacción fue apresurarse hasta llegar a su apartamento, no quería tratar con ella por el momento, o por lo menos que le viese en ese estado. Sabía que una palabra más y caería en llanto, sobre todo por el poder que tenían sus celos sobre él.

¡San! ¡Por favor!

El rubio llegó al piso que tenían en común y con bastante facilidad abrió su puerta y se refugió tras ella. Al escuchar la puerta cerrarse, Ning subió los últimos seis escalones despacio y agotada; estaba claro que ya no le iba a alcanzar.

Paró en seco, entre ambas puertas. Tenía la sensación de que ya había estado en esa situación, en medio del pasillo y con la intención de llamar a la puerta, sin embargo no lo hizo. Respiró y soltó el aire con nerviosismo por la boca antes de colocar sus manos en la puerta y mirarla como si fuese una pared irrompible que bloqueaba su camino.

San, sé que me escuchas.

Efectivamente. Después de aislarse ahí, Choi había echado la llave, pero eso no le impedía escuchar a la morena. No se había movido del lugar, de echo, se había apoyado en la puerta, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el suelo. Había sido extraño que Nun no hubiese corrido hacía él nada más llegar. Seguro se había dormido.

Lo siento —mordió su labio inferior, para calmar sus sentimientos y no llorar— Tu no fuiste la razón por la que me fui.

Era lo único en lo que no le podía mentir. ¿Cómo le explicabas a alguien que entraste en estado de pánico porque te pareció ver una marca de nacimiento, la cuál es la prueba de reencarnación con tu padre y a la vez puede ser que no exista por diferencia de pruebas?

— No se que responderte a lo demás, San... —se separó de la puerta y quedó un largo rato mirándola— Espero que sigas tras la puerta porque estoy quedando como una ridícula hablando sola.

Curvó sus labios en una pequeña sonrisa. Ojalá aquello también le hubiese hecho gracia al menor.

¿No puedes simplemente decirme el por qué? — aún cerrada la puerta, el rubio habló.

𝘠𝘰𝘶 𝘓𝘰𝘰𝘬 𝘓𝘪𝘬𝘦...                 « 𝐂𝐡𝐨𝐢 𝐒𝐚𝐧 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora