Relato 1: El Bolso

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Por motivo de un viaje a sus pagos, la rosarina María le dejó a cargo a su amigo Luis el cuidado del departamento y de su gato el fin de semana. Ella siempre prefiere que se quede él porque es un obsesionado del orden y la limpieza y siempre termina dejando reluciente y acomodado su departamento. Luis no dudó en brindarle su colaboración ya que en la súper computadora de María iba a poder ocupar internet y jugar un rato a algunos videojuegos de última generación; cosas a las que él no puede acceder por su condición económica. Ambos se tienen mucha confianza por lo que cada uno cuenta con una copia de las llaves del lugar donde viven.

Mientras Luis revisaba sus redes sociales en la computadora de María, se encuentra con un chat de Carlos, un viejo amigo de la ciudad de Perico, en la provincia de Jujuy, donde Luis vivía antes de mudarse a Córdoba. Carlos en el chat le había comentado que andaba viajando de mochilero y que iba a pasar por la ciudad en la semana. También comentó que va a estar unos días y que va a necesitar alojamiento. Luis le respondió que no tenía ningún inconveniente, que la habitación donde él vive es de un espacio muy reducido pero entra una persona más sin problemas. Hasta cuenta con un colchón extra.

Luego de unos días, le llega a Luis un mensaje de texto al celular mientras rendía un examen. Saliendo del examen, ve que era de Carlos, quien le avisaba que estaba llegando a la ciudad, que el auto que lo había alzado lo iba a dejar en la plaza central en aproximadamente 2 horas. Como ya no tenía ninguna actividad, Luis decidió ir caminando hasta el centro lentamente para relajarse y hacer tiempo. Una vez llegó a la plaza, se quedó viendo algunas artesanías mientras miraba a los alrededores y al teléfono por si había alguna señal de Carlos. Al ratito, Carlos lo llama y le dice que estaba en el monumento del centro de la plaza. Fue hacia el monumento y lo encontró prendiendo un cigarro de marihuana, con una mochila grande en su espalda, una más chica adelante y un bolso artesanal hecho con retazos de diferentes telas recicladas, el cual dejó en el suelo para prender su cigarro. Luis lo notó mucho más flaco a Carlos que la última vez que lo vió y su corte de pelo no era una cresta al estilo mohicano sino unas rastas.

Al acercarse, Luis lo llamó a Carlos por su nombre y, cuando éste lo vio, apenas lo reconoció. Luis supuso que fue porque ahora usaba barba y cabeza rapada. Luego de reconocerlo, Carlos de la emoción lo intentó abrazar pero se dio cuenta que no iba a poder lograrlo por su mochila delantera así que se limitó a darle la mano. Mientras Luis lo guiaba a Carlos hacia la pensión, la cual no era muy lejos de la plaza central, hicieron varias paradas en tabacaleras y en puestos de artesanos que había en el camino donde Carlos consiguió tabaco suelto, sahumerios y pipas de diferentes estilos. Mientras iban caminando fueron hablando sobre sus vidas. Carlos contó que había terminado con su relación de 14 años, que había renunciado a su trabajo en el súper mercado en el que trabajaba hace 10 años y que ahora, que ya no estaba atado a nada, se iba a dedicar a viajar por el mundo. Luis le comentó que ya estaba haciendo las últimas materias de Odontología y que ya estaba cansado de la facultad y de la ciudad, y que no veía la hora de volverse a su pueblo. En la última parte del trayecto, Carlos contó que se recorrió los lugares más recónditos de Bolivia, Perú, Brasil y México. Relató también con mucha emoción las experiencias extrasensoriales que tuvo en los diferentes países con chamanes que organizan retiros espirituales con hierbas "divinas".

Luego de unas cuadras, llegaron a la pensión. Luis abrió la puerta metálica de la entrada con su llave y entraron a un pequeño pasillo que terminaba en una escalera. Subieron y Luis lo guió a Carlos hacia la primera puerta a la derecha. Luis abrió la puerta de su habitación y le dijo a Carlos que deje sus bolsos en un rincón al lado de su cajonera donde pone la ropa. Carlos trató de no dejar ninguna de sus cosas en cualquier lado y las metió en ese rincón, sabiendo que Luis es algo obsesivo con el orden.

—Tomá estas llaves extras así te manejás libremente. —Dijo Luis, dándole a Carlos, que estaba sacándose las mochilas, una copia de la llave de la habitación y una de la entrada unidas en una argolla. —El baño está en el final del pasillo por si te querés dar una ducha. Te voy a preparar el colchón que tengo abajo de la cama marinera.

Horror TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora