Cap. Especial: Niñez de Hana

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En un pasillo donde la profunda oscuridad era la más llamativa, alguien le robó el protagonismo. Era apenas un pequeño cuerpo que se lograba ver sólo si uno se concetraba en el fondo del corredor. El cabello de la niña era castaño originalmente, pero en las noches se parecía más a un negro casi azabache, su piel era la que más resplandecía. Aunque sus pasos eran lentos, sin darme cuenta, ya se encontraba a un metro de mí.

—¿No puedes dormir? —Me preguntó. Por lo oscuro que estaba, no supe que clase de expresión tenía al habar.

—Sí. —Respondí, no tenía idea de qué más decir.

—No deberían separarnos. No fue tan grave lo que hicimos, ¿o sí? —Dijo con un tono sarcástico.

—Creen que soy mala para ti. Los escuché decirlo.

—¿Y eso qué? ellos pueden decir lo que quieran. Seré yo la que decida quien se queda a mi lado, no lo harán ellos. —Decía valientemente. Su determinación siempre me sorprendió.

—Si tú lo dices... —Susurré.

(...)

Por la tarde del día siguiente nos reunimos a escondidas detrás de la capilla. Jugamos junto a Dylan y mientras corríamos, no nos dimos cuenta que habíamos llegado al cementerio, por el calor del momento, no paramos hasta estar en medio de todas las visibles lápidas.

—T-Tengo m-miedo, ¿que p-pasará s-si los m-muertos s-salen?

—Eso nunca sucederá, Dylan. —Dije intentando tranquilizarlo.

—P-pero... p-podrían m-molestarse si seguim-mos aquí.

—Sí, tienes razón, Dylan. Ellos ahora están tan molestos que seguro despertarán, escarbarán entre la tierra y saldrán de sus tumbas sólo para buscarte. —Dijo intentando hacer caras moustruosas. Si estuviéramos en otra situación, seguramente sus expresiones darían risa. Por otra parte, Dylan se espantó tanto que apenas soltó un corto grito antes de correr despavorido hacia la iglesia.

—Lo asustaste más de lo que esperaba.

—Sí, bueno... se lo merecía. Aún no olvido que me incriminó para no lavar sus zapatos. —Dijo agachándose para ver una lápida.

Su mirada cambió drasticamente. Lucía triste, melancolica, parecía que sentía compasión por la persona enterrada allí.

—Anna Michaels... ¿la conocías? —Pregunté. No esperaba que me respondiera, sabía tan poco de ella que a veces hasta la podía percibir como una extraña, aun así, era la persona con la que me sentía mas cercana en todo este lugar.

—Murió el año pasado, poco antes de que llegaras, era muy vieja. —Me contó con sus ojos fijos en la lapida —Ella me crío, fue una de las pocas personas que me trataron bien aquí. Todos la llamaban Nani. Al parecer ella me puso mi nombre. —Su expresión cambió de repente, frunció el ceño, parecía molesta.

—Hana... —Iba a decir que no tenía que seguir, pero al parecer no era necesario.

—Era como mi madre, supongo. ¿Recuerdas a tu madre, Tamara? —Preguntó para cambiar de tema.

—Sólo un poco, murió cuando tenía casi cinco años, así que mi recuerdo de ella no es tan claro.

—¿Crees que nos adopten algún día?

—Espero que sí. —Le dije. todos los niños del orfanato deseaban ser adoptados.

—Yo... no sé si quiero que me adopten.































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En la oscura noche, vi una sombra. Ella se movía entre el pastizal mal cortado del patio. Su largo cabello teñido de un falso azabache era acariciado por la gélida brisa nocturna y su piel brillaba tan claro como el resplandor de la luna. Parecia un fantasma lleno de tristeza, que al llegar el día, se desvanecería, transformándose en un fuerte árbol que le serviría de máscara para ocultarse de todos.

Ella era mi mejor amiga, Hana.




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⏰ Última actualización: Jan 02, 2020 ⏰

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