Locura Maravillosa

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Cuando Hoseok le comentó la idea, así casual y como un proyecto a largo plazo, le pareció una locura. Jimin había reído y respondió lo que pensaba: "sería una locura, pero una locura maravillosa". Así que cuando medio año después, al finalizar una cena caótica en el departamento diminuto que Yoongi y Hoseok compartían, el primero anunció que al fin había encontrado el lugar perfecto para mudarse los tres, Jimin recibió la noticia con los ojos muy abiertos y pasmado, al punto que solo pudo corresponder el abrazo del que fue presa.

—¿Mudarnos juntos? —repitió.

—¿No sería básicamente solo hacerlo de forma oficial? —dijo Yoongi a su vez—. Duermes aquí casi todos los días, Jiminie, y necesitamos un espacio más grande.

—Ajam. Te duchas aquí, estudias aquí y tienes un espacio en nuestro clóset —apoyó Hoseok, levantándose para reunir los contenedores de comida rápida para marchar a la cocina.

Yoongi fue hacia él y le pellizcó la mejilla, luego lo besó, con suavidad, lentitud. Aquella era la celebración anticipada del primer aniversario desde que Jimin empezó a formar parte de esa simbiosis entre Yoongi y Hoseok, mejores amigos, novios, compañeros de vida. Lo que cualquier otro pensaría que sería extraño, entre ellos había sucedido con naturalidad y poco a poco, sin (muchos) malentendidos y encajando como piezas de un rompecabezas.

Jimin nunca pensó que sería fácil, pero con el tiempo había aprendido a relajarse y dejar que las cosas cayeran bajo su mismo peso; y antes que notarlo, su relación poliamorosa con los dos hombres que serían su ideal cada uno por separado, marchaba viento en popa, consolidada y plena. Los cuidados de Yoongi, más la afabilidad de Hoseok, le habían hecho sentir más que bienvenido.

Así fue, entonces, cómo Jimin se encontró, al par de días, empacando sus cosas y dispuesto al mil por ciento de formar parte de esa "locura maravillosa". No mentiría, al principio esperaba que en algún punto todo se desmoronara frente a sus ojos... algo nunca ocurrió, y ahora compartiría un hogar con ellos.

Las primeras horas transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. Condujo como un zombi de un lugar al otro, bajando y subiendo cosas al camión de mudanza, y cuando por fin se dio cuenta, se hallaba en lo que sería el living en medio de cajas, muebles y varios bultos. Cerró los ojos al sentir los labios de Hoseok dejando un beso breve sobre los suyos.

—No te dejes agobiar, tienes expresión de borreguito perdido.

La voz de Yoongi siempre le parecía hipnotizadora, con capacidad de relajarle y hacer que su corazón latiera si usaba ese tono para dirigirse a él. En parte se sabía un poco más mimado de lo normal. Por ser el menor, tanto Yoongi como Hoseok, a veces le ahorraban ciertos dolores de cabeza extra y ser objeto de ese engreimiento, lo hacía sentir especial.

Mientras Yoongi revisaba las instalaciones eléctricas y Hoseok se retiraba a ordenar la cocina ("su" cocina, como este ya había declarado hacía unas horas atrás cuando distribuían las cajas por habitación), Jimin desempacó lo más esencial: ropa de cama, utensilios de aseo y después de una consulta rápida con los demás, encargó dos pizzas.

—¿No... hm, no deberíamos hablar de cómo será? —Yoongi enarcó una ceja y Hoseok, cruzado de piernas, lo vio con atención—. ¿Cómo funcionará?

—¿Cómo funcionará qué?

—El vivir juntos.

Los otros dos compartieron una mirada que Jimin interceptó y le hizo tomar aire para soltarlo con lentitud. Era una mirada fugaz y que, sin embargo, seguro tenía cien significados. Lo cierto era que, si bien no se sentía un intruso o el mal tercio entre Yoongi y Hoseok, la dinámica que tenían esos dos era tan... doméstica e íntima sin palabras; se conocían al derecho y al revés. Y Jimin quería todo, excepto arruinarlo.

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