Lágrimas, ya no quedaban más lagrimas que derramar en aquellas mejillas que antes estaban completamente humedecidas.
Me quede sentada, perpleja ante aquel asiento de automóvil color marrón, agitando mis manos una y otra vez expresando de una forma patética mi nerviosismo.
—¿Qué tal la cita? —pregunto una voz tranquila. No me sentía significativa ante nadie, mi autoestima estaba por los suelos, sin embargo, e irónicamente solo una persona me hacia sentir diferente, mi madre.
—Que asco -exclamo un pelirrojo de cabellos alborotados—.¡Vamos! Seguro te fue genial, con raritos como tú, es como un parque de diversiones para los de tu especie.
Empecé a mirar por la ventana, ocultando mi enojo y evadiendo las peleas matutinas.
—¡Cállate idiota! —Fue esa voz chillona e irritante la que salto para defenderme. La curiosidad ante aquella acción me hizo reaccionar.
—¿Acaso no se odiaban a muerte? —exploto Lucas con una voz chillona. Parecía todo, menos un chico maduro a pesar de tener casi veinte años.
—¡Basta! —interfirió mi madre con intenciones pacificas, sin embargo, nadie la tomaría en serio.
Sonreí indiferente, rebusque entre mi mochila mis audífonos, los conecte a mi teléfono y disfrute de mi próximo aislamiento.
Mientras escapaba de la realidad, cree un plan, escabullirme esta noche. En cuanto me dieron la fatídica noticia de mis citas próximas al psiquiatra enloquecí, realmente no estaba de acuerdo con aquel propósito. Todos me miraban con una expresión horrorosa desde aquella noticia, ¿era realmente malo?
Nunca cambiaron, las personas no cambian jamás, las miradas de odio, temor o incluso asco continuaban. Era yo quien estaba envuelta en aquella hoguera que pronto se prendería fuego.
—¡Al fin llegamos! —dijo Lucas, el que parecía un niño de apenas cinco años.
Quien diría que compartíamos la misma sangre.
Sentí la lenta y fría brisa al momento de abrir la puerta del automóvil, cuando puse mi pie en el pasto seco noté que, en frente, había un enorme camión de mudanzas, el cual provenía de la ciudad. De aquel transporte vaciaban cajas y muebles.
—¿En dónde estaban? —grito una voz eufórica que provenía desde el marco de la puerta de mi hogar.
Mi padre y yo no tuvimos una buena relación durante mucho tiempo, él era frio y ausente, demasiado indiferente como para cruzar palabras. No lo entendía, ¿cómo mi madre se pudo casar con aquel hombre?
Lleve mis ojos muertos hacia él, tenía el ceño fruncido y, junto a su mano un arma, una escena no muy familiar, sin embargo, así era aquel hombre quien, como siempre iba a cazar animales al bosque.
—¿No me van a contestar? —replico aún más eufórico de lo que ya era. Me estremecí tanto que solo busqué mis cosas y me fui de inmediato a mi habitación, sin mover la vista de aquel camión de mudanzas.
Subí el volumen de mis audífonos, ahora comprendo, ¿realmente soy yo el problema?
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Hola personita, esta historia sufrirá algunos cambios, sin embargo mantendrá la misma trama, espero disfruten esta nueva versión.
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Insomnio | Proxy's
FanfictionNo hay personas malas en el mundo, solo hay personas incomprendidas... ¿Quieres jugar con el sujeto alto?