Henderson, Nevada | 11:47 am
Sus dedos se movieron, danzando por mi cintura, subiendo más allá de lo que debían, presionándose sobre mi piel, dejando su marca. Apretando más mi cuerpo contra el suyo, sumiéndonos a su ritmo. Continuaba tarareando esa melodía en mi oído, jugando con sus instintos, rozando mi cintura y desprendiendo el suéter de mi torso. Estaba fría, debajo de su mirada, fría por el cinismo de sus ojos y por la forma tan hermosa en la que nos envolvimos en una gran mentira.
Salté sobre mi asiento al escuchar el claxon del autobús, era mi parada, santa mier... ¡Dios!, ¿desde cuando estaba maldiciendo tanto?
Parpadeé un par de veces antes de asegurarme de traer mis pertenencias y bajar por la parte trasera del transporte. Apenas bajé el conductor aceleró, dejándome perpleja en la avenida Washington. Solté un bostezo y comencé a caminar hacia la banqueta, todo estaba en calma, no había mucha gente por ahí, solo los vendedores y los autos. Henderson no era un pueblo muy concurrido, sin embargo, muchos autos tenían que pasar por aquí para dirigirse a Las Vegas, ahí si que había gente.
Seguí con mi camino hasta toparme con la librería Lettres d'or, la curiosidad me llamó y decidí entrar, hace mucho que no leía un buen libro y la dueña de la librería, la señora Douget, me dejaba darles una leída, e incluso llevármelos a casa por una semana, era un ángel de persona.
Escuché la campanilla que siempre sonaba al entrar y me acerqué a la recepción, encontrando a la señora Douget muy entretenida acomodando unos libros.
- ¡Bonjour! - saludé, como solía hacerlo con ella, la mujer alzó la mirada y me regaló una sonrisa. Ella tenía 60 años, y seguía siendo hermosa, su cabello platinado tenía unos destellos dorados y sus ojos verdes eran cálidos, brindándome esa comodidad que el lugar emanaba en cada esquina.
- Bonjour, ma fille -respondió, sin dejar de sonreír, dejando los libros de lado y dándome toda su atención.
- ¿Ha llegado algo nuevo, señora Douget?
- Ya te he dicho, ma fille, puedes llamarme Claire. Y no -hizo una pausa- a menos que te gusten esas historias de asesinatos y trata de personas. Al parecer han estado mucho de moda -sus muecas lo decían todo, estaba en desaprobación de todas esas tramas.
Reí por lo bajo - El mundo ama los horrores, señora Dou... Claire -bajé la mirada, apenada.
- Lo sé, Liv, solo que yo ya estoy vieja para esas cosas, así que mejor seguiré con mis romances bajo llave -soltó un suspiro.
Asentí, la señora Douget era amante del romance, siempre estaba leyendo los mismos libros y me platicaba sobre lo importante que era mantener esa sensación en nuestros pechos. Era toda una experiencia escucharla y saber sobre sus pensamientos, siempre era una buena idea venir a su librería, se sentía como una segunda casa.
- Anda, ve a pasearte un poco, seguro hay algo que encuentras -finalizó, volviendo a sus libros.
Le hice caso y me adentré a los estantes, llenos de historias y secretos, de incógnitos y misterio. Estaba relajada, hojeando unos cuántos que eran de mi interés, regresándolos a sus lugares y yendo en busca de más.
Cuando me di cuenta ya estaba en el área de terror e intriga, justo enfrente de los de Stephen King, tomé uno al azar y comencé a leer la sinopsis.
- No sabía que te gustaba el terror.
Distrayéndome de mi lectura, reconocía la voz, y una corriente atravesó mis venas, llegando hasta mi espalda baja. Haciéndome recordar el bochornoso sueño que había tenido en el autobús. No quería verlo, juro que no quería.
Alcé la vista.
Me encontré con su cabello castaño y alborotado en pequeñas ondas, con sus orbes verdes examinándome, esperando una respuesta. Tragué saliva y desvíe mi mirada de nuevo al libro.
- No creí que supieras leer -mordí mis labios, impidiendo soltar una risa.
Lo escuché reír sin ganas.
- Muy graciosa - se giró hacía el estante y comenzó a buscar un libro con la mirada.
- ¿Ahora eres fan de King?
- Es para mi hermano, ¿tú sí?
- Es para mi hermana -sonreí ampliamente, siguiendo su juego.
- Vaya, hermanos amantes del terror, ¿crees que se lleven bien?
- No creo, a mí hermana no le gustan los mentirosos, y ya sabes, son familia -sentencié, dejando el libro en su lugar y caminando lejos de él.
- Entonces, seguro tampoco le agradas tú - dijo lo suficientemente fuerte para que le escuchará.
Y entonces sentí el golpe, en la boca de mi estómago, le había dado, justo en dónde quería. Y lo odiaba tanto.
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heartbreaking | chalamet
Ficção AdolescenteFuimos una larga noche, jugando a ser creadores de grandes mentiras y fingiendo estar ciegos ante las pocas oportunidades que teníamos de funcionar. 091219 | 030120 lukevil