• Capítulo Único •

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Mirio abrió los ojos de golpe al escuchar un sonido semejante a un lamento

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Mirio abrió los ojos de golpe al escuchar un sonido semejante a un lamento. Éste provenía del bulto aparentemente durmiente en la otra orilla de la cama.

Era media noche, según marcaba el reloj, y había un aire gélido en la habitación. Mirio se dio la vuelta bajo las gruesas cobijas, pero la figura a su lado le daba la espalda. Parecía estar temblando ligeramente.

—Tamaki, ¿estás bien? —susurró con cautela, como si el chico fuera a salir huyendo.

El joven de cabellos negros detuvo su cuerpo tembloroso y optó una postura rígida. Los sollozos dejaron de escucharse. Tamaki no quería involucrar a Mirio en sus asuntos, el rubio tenía ya suficientes problemas como para lidiar con uno más, así que no respondió, dejando la pregunta al aire.

El chico luchaba con todas sus fuerzas para no derramar más lágrimas, pero éstas no cedían y seguían desbordándose de sus ojos ya cansados. No quería sorber su nariz para no dejar en evidencia su llanto, bloqueando el paso del aire por sus fosas y obligándolo a tomar aire por la boca, secando su garganta casi de forma inmediata. Los dedos de sus manos y sus pies se estiraban y engarruñaban bajo las mantas, como otra forma de expulsar su creciente ansiedad.

Pero aquella opresión en su pecho parecía no querer desvanecerse; una espesa nube lo engullía en una tormenta salvaje.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que sintió menos peso en el colchón.
Mirio había dejado la cama.

Quizá se había hartado y decidió ir a dormir a la sala.

Escuchó sus pasos acercarse de su lado.

Seguro me recriminará esta actitud.

Tamaki no alzó la mirada aún cuando sintió el cuerpo ajeno arrodillarse a su lado y su fuerte torso encima del suyo.

Mirio no dijo nada, ni siquiera cuando Tamaki rompió a llorar de forma más sonora. El mayor sólo se dedicó a abrazarlo con fuerza, a dejar que el chico se desahogara.

—Lo siento... —gimoteaba, escondiendo el rostro en la almohada—. Lo siento, Mirio... Ya no quiero contarte lo que me pasa porque siempre es lo mismo, y sé que es tedioso escucharlo una y otra vez y que te es difícil lidiar conmigo todos los días... —hizo una pausa para limpiar sus ojos con el dorso de la mano. Mirio sacó una caja de pañuelos del buró y le entregó uno—. Odio ser yo. Soy alguien tan cobarde que le da miedo enfrentarse al mundo.
《A veces pienso que nunca debí haber existido, que debí haber muerto al nacer. Hay personas que habrían luchado por lo que anhelan y yo sólo estoy ocupando su lugar. Me siento tan incapaz, tan lleno de miedo y de inseguridad. No sé cómo explicarlo para que puedas entenderlo mejor, pero es como si la ansiedad te comenzara a carcomer por dentro, agrietando tu alma y marchitando tu espíritu día con día... No lo soporto. 》

Mirio sólo se limitaba a escuchar; estaba pasmado con aquella información. Sabía que Tamaki sufría ansiedad y que a veces llegaba a ser bastante inseguro, pero no al grado de desear no existir.

Quería detenerlo, quería convencerlo de lo contrario pero algo en el fondo le impidió hacerlo. Debía dejarlo terminar.

Como única respuesta, el rubio besaba su mejilla, en señal de que él estaba ahí para ser su pilar de apoyo.

—Tengo tanto miedo —el azabache continuó—. A veces no sé cómo es que sobreviviré en este mundo horrendo yo solo, pues siempre he dependido de los demás. ¿Qué haré si algún día ya no estás? No sabría qué hacer. Eres lo único que me mantiene en pie, pero sé que podría arruinar las cosas. Quizá ya las he arruinado justo ahora. Siempre termino estropeando todo.

Y lloró, lloró hasta que sus ojos se hincharon.

Sin pensarlo dos veces, Mirio levantó las sábanas y se abrió lugar a su lado. Sus fuertes brazos rodearon el esbelto cuerpo de su novio, intentando brindarle seguridad. Amajiki lo abrazó de vuelta, aferrándose a su torso, escondiendo su rostro húmedo en el pecho del rubio, como si en algún momento fuera a desaparecer.

Hubo unos largos minutos de silencio.
Los gimoteos del menor pasaron a ser simples jadeos. Mirio acariciaba su cabello con un ritmo suave y tranquilo, y después de cerciorarse de que Tamaki estuviese lo suficientemente calmado, habló:

—¿Qué puedo decirte que no te haya dicho ya? —Su voz era como una caricia para el joven pelinegro—. Quizá tú no lo creas, pero para mí eres el chico más inteligente, dulce, capaz y hermoso que haya podido existir en este mundo; no podría imaginarme una vida sin ti. Eres perfecto para mí, bebé. Y no quiero que sientas que eres una carga. Nunca lo fuiste ni lo serás. —Sus dedos acariciaron su mejilla con delicadeza—. Quiero estar siempre contigo, mi amor. Sólo contigo...

Y le besó. Dulce y lentamente.

Tamaki sintió como todos sus miedos se desvanecieron en un segundo. Se sentía seguro y amado. Mirio era todo para él, y agradecía infinitamente el poder tenerlo a su lado.

—Te amo, Mirio... —murmuró sobre sus labios—. Te amo tanto.

Para empezar, no tengo palabras concretas, la verdad

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Para empezar, no tengo palabras concretas, la verdad.

Esto fue algo que necesitaba escribir, y sí, se me ocurrió hacerlo a las tres de la mañana. Y nada mejor que siendo protagonizado por esta pareja tan hermosa.

Sé que hay muchas personas que se sienten igual que Tamaki en esta historia y por nada del mundo quiero dar un mensaje erróneo. Ustedes merecen todo en esta vida amores, no se desanimen, algún día llegará nuestro Mirio, pero mientras tanto, hay que apoyarnos entre nosotros.

Disculpen si hubo algún error de dedo. Después editaré este One Shot, ya sea agregando o quitando cosas, pero lo dejaré así por el momento porque realmente quería expresar esto.

Estoy planeando otra historia con temática parecida a esta, sólo que será más larga y (espero) más desgarradora.

En fin, déjenme saber qué les pareció y pueden dejar sugerencias para mejorar algunos detalles que les hayan parecido fuera de lugar.

Espero hayan tenido un feliz año nuevo. ♡

Nos leemos pronto bebés.

Chocomenta_

4/Enero/2020

Crisis de Media Noche || MiriTamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora