Capítulo 2

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Nueve de marzo de 1983, Seúl.

El ministro de seguridad pública negó que con la extraditación del líder de uno de los Kkangpae más poderosos de toda Corea del Sur pudieran haber represalias que afecten a la población.

— ¿Hobi?

Hoseok ladeó ligeramente la cabeza encontrándose con la mirada de un alfa de cabellos castaños que encajaba bastante bien con su perfecto tono de piel.

— ¿Qué ocurre?

El alfa esbozó una sonrisa antes de hablar.

—Iré a la tienda con Yeri. ¿Quieres algo?

Sin darse cuenta Hoseok, había estado conteniendo el aliento durante un buen rato mientras miraba la televisión y escuchaba las noticias. Dobló con esmero la última camisa de botones dejándola dentro de la canastilla café, seguidamente se puso de pie.

—Iré con ustedes —respondió finalmente Hoseok.

La menor de cabellos castaños que estaba tomada de la mano del alfa se desprendió del agarre y corrió alegremente hasta él abrazándolo por las piernas.

— ¡Papi irá con nosotros! ¡papi irá con nosotros! —gritó sin soltar a Hoseok y fregando su cabeza, pareciendo un adorable minino.

El alfa frunció ligeramente el ceño al tiempo en que iba acercándose a ellos. Parado frente a ellos, el alfa extendió su mano derecha para acariciar la cabeza de la pequeña Yeri.

— ¿Estás seguro? Dijiste que te dolía la cabeza.

—Estoy bien, Seokjin. No voy a desarmarme por un dolor de cabeza ¿sabes?

Seokjin, esbozo una ligera sonrisa mientras pellizcaba la mejilla de Hoseok y la besaba con delicadeza.

—Como tú ordenes.

El lugar donde el alfa le había besado picaba y sonrió para si mismo por la calidez que le causaba.

Había conocido a Seokjin hace seis años. Su primer encuentro había estado lleno de recelo. Él había dejado de confiar en los alfas y Seokjin era uno. Quizá podría ser injusto, pero no podía confiar ciegamente en que sus intenciones eran mínimamente buenas, él no lo creía así. Luego de unos cuantos encuentros en los que Hoseok se portó bastante grosero y de que Seokjin prácticamente lo hubiera ayudado cuando su celo estaba cerca, sin tratar de aprovecharse de él, fue que comprendió que Seokjin era sincero.

Años atrás, luego de la decepción más grande de su vida, viajó de regresó a Gwangju, esperando que sus padres lo perdonaran por sus malas decisiones. Afortunadamente sus padres se mostraron alegres al verlo de nuevo. No había ningún tipo de sentimiento agresivo de parte de ellos, ni siquiera trataron de cuestionarle el por qué de sus acciones. Hoseok lo agradeció. Los días pasaron, concluyó su carrera y se trasladó a Seúl luego de conseguir un excelente puesto de trabajo en una bien acomodada empresa dónde conoció al alfa.

Su vida no había resultado ser tan mala como creyó que sería. Vivía tranquilo en un departamento acogedor. Tenía un alfa amoroso como pareja y una hija que lograba alegrar sus días con cada una de sus ocurrencias. Todo había valido la pena y los malos momentos poco a poco se desvanecieron de su mente.

Apenas salir del edificio, Hoseok notó que el clima era agradable, con el sol asomándose entre las borroneadas nubes. La pequeña Yeri caminaba en medio de sus dos padres, quienes la tomaban de cada una de sus manos. Cada tiempo la menor hacia que sus padres la alzaran en el aire y estallaba en risas.

Después de un rato la menor se soltó de ambas manos.

— ¡Papi, quiero un helado! —gritó señalando el puesto de nieves improvisado debajo de un frondoso árbol.

Seokjin sonrió y soltó la mano de Yeri. El alfa se agachó a su altura, quedando frente a ella.

—¿De qué quieres el helado?

—De fresa —respondió con los ojitos iluminados.

—De acuerdo —Hoseok sintió la mirada del alfa sobre él—. Supongo que tú también quieres un helado de fresa ¿No?

Hoseok asintió antes de volver a hablar.

—Nos sentaremos en la banca de por allá.

Seokjin asintió con la cabeza y Hoseok entonces caminó, tomando bien de la mano a Yeri.

Permanecieron en la banca. El parque era enorme y el follaje no tan tupido de los árboles dejaban pasar halos de luz reflejados en el pedroso suelo.

— ¡Mirá papi, es una ardilla!

Antes de que Hoseok pudiera hacer nada, la pequeña Yeri había salido corriendo detrás de la supuesta ardilla con Hoseok corriendo también detrás de ella.

— ¡Yeri! ¡Vuelve aquí! ¡Yeri!

Hoseok sentía como su hija tan enérgica se alejaba más y más de él. No podía alcanzarla, se hacía cada vez más difícil hacerlo.

Perdió de vista a la menor por un momento. El corazón martillaba contra su pecho y volvió a correr mirando en todas direcciones. Frunció el entrecejo a la vez que sus ojos se volvían en una línea al enfocar hacia el frente. Su hija estaba parada junto a un hombre vestido completamente de negro. El pánico comenzó a apoderarse de Hoseok y se reflejaba por completo en su mirada. Observó que Yeri sonrió y el hombre, para sorpresa de Hoseok, estaba devolviendo la sonrisa. Todo aquello en cuestión de minutos.

Cuando Hoseok salió del pequeño shock comenzó a caminar hacia ellos y su mirada pareció unirse con la del extraño. No podía estar verdaderamente seguro cuando el hombre llevaba puestas gafas de aviador. Algo en el hombre le pareció familiar y su alma cayó. Los recuerdos inundaron la mente de Hoseok.

Cuando volvió a la realidad se percató de que el hombre ya no estaba ahí. Su hija estaba sola en medio del amplio pasillo del parque.

Hoseok volvió a correr hacia ella, solo enfocándose en su persona y tomándola por los hombros.

— ¿Por qué saliste corriendo de ese modo? ¿Acaso no te he dicho mil veces que no corras asi? ¿Acaso no te lo he dicho, Kim Yeri? —la desesperación inundaba cada palabra de Hoseok.

—Lo siento Papi —murmuró la menor a punto de quebrarse por la desesperación de su padre. Todo empeorando debido a que el omega ya estaba llorando—. Yo solo quería ver la ardilla.

Hoseok no pudo seguir enojado por más tiempo, estrechando con fuerza a la menor entre sus brazos.

Unos pasos firmes, pero a la vez delicados se escucharon detrás de ellos. Seokjin corría hacia ellos con dos vasos de helado en cada una de sus manos.

— ¡Hobi!

Hoseok sonrió al alfa y se incorporó cargando a la menor.

— ¿Qué ocurrió? —preguntó el alfa.

—Tu hija solo quería ver una ardilla —respondió con una tranquila sonrisa. Buscó la mirada de la menor que se acurrucaba contra su pecho—. Yeri ¿me prometes que no volverás a hacer eso?

La menor asintió contra su pecho luego de unos momentos.

Seokjin colocó una mano sobre la espalda de Hoseok.

—Volvamos a casa —dijo el alfa y el menor simplemente asintió—, creo que el helado se va a derretir...

Hoseok soltó una carcajada y se acercó a como pudo para besar la mejilla del alfa.

Su vida era realmente buena.

BetrayalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora