❝Si todavía ocurre que lloras sin que nada haya pasado, solo ríete de ello❞.
Cada sábado por la noche, cuando termina el turno de Samuel, su grupo de amigos queda para ponerse al día de los acontecimientos de su vida, para discutir algún que otro tema o simplemente para divertirse.
Era un plan que no le llega a convencer: eran tres omegas y un alfa, nada podía salir bien de aquello. No era porque no confiase en Luzu, al contrario, temía por la seguridad de los demás, por eso siempre insistía en que cargasen consigo un par de supresores y, dado que sus amigos pueden ser bastante descuidados a veces, él mismo llevaba de sobra.Rodeado de absurdos argumentos y escandalosas carcajadas, se tragó todo el contenido del vaso. El sabor amargo consiguió que en su blanquecina tez se mostrase una expresión de repulsión, de desagrado. Sintió como un escalofrío recorría cada rincón de su cuerpo, de arriba a bajo, dejándolo con un sentimiento pantente de calor y frío. No pudo evitar llegar sus manos a su garganta y acariciarla superficialmente con sus finos y largos dedos, le ardía. Tosió.
—¿Cómo os puede gustar esto? —dijo con voz ronca, como consecuencia de la sensación que aún no cedía.
Sus compañeros comenzaron a estallar entre risas, que fueron tapadas al instante por el fuerte sonido de la música. El de iris moradas pronto se unió a ellos, mostrando una sonrisa casi tan brillante como las luces del local acompañada junto a otras tres con la misma energía.
Entre copa y copa, los cuatro olvidaron todo orgullo y razón que los mantenía cuerdos en esa situación.
A Alexby solo le hicieron falta un par de tragos para soltar de una vez lo que le había mantenido preocupado todo ese tiempo.—Yo... No sé si voy a volver a encontrar a nadie -confesó con la cabeza gacha, sus ojos se sentían aguados, pero por suerte el casco que solía llevar puesto los cubría.
Habían pasado meses desde aquello, era normal que no lo hubiese superado. Querían animarle, recordarle que solo hace falta más tiempo, pero sabían que el pequeño ya estaba cansado de escuchar las mismas palabras de siempre, y ellos estaban cansados de repetirlas. Samuel solo quería abrazar a Alexby hasta que sus latidos siguieran el ritmo del suyo y él pudiera descansar, porque las bolsas bajo sus ojos mostraban la inmensa pesadilla que podía llegar a convertirse una simple noche; Auron quería comprender lo que pasaba por su mente, encontrar las palabras correctas para cicatrizar cada una de las heridas que el pasado le había ido dejando. Como psicólogo, sabía de primera mano que es necesario en ocasiones tocar la herida para desinfectarla, y que con el tiempo dejaría de doler hasta curarse por completo. Lo había intentado, por supuesto, pero parece que no es tan bueno en su trabajo como la gente solia decirle. Al menos, él se sentía así.
Las sillas del local eran algo altas.
El alfa apoyó las manos en la fría cerámica de la barra para dar un pequeño salto y lograr que sus pies tocasen la superficie.
Se acercó al asiento de quien tenía más lejos, ante la atenta mirada de los presentes.—Alex, seguro que lo harás —afirmó regalandole una de sus acogedores sonrisas que el grupo conocía tan bien. Luzu era una persona de corazón cálido, tenía ese no sé qué que hacía que los demás a su alrededor se encontrasen confortables, calmados y seguros. Olía a café y a galletas. No había quien lo conociese y no cayese ante su encanto—. Venga, ahora ven, vamos a bailar.
Le ofreció su mano, expectante. El contrario se quedó en silencio, tal acción lo había tomado por sorpresa y no sabía cómo responder.
El mayor soltó una broma al respecto, diciendo que se había lavado las manos y que no tendría que darle asco, aunque después añadió que estaba bien si no le apetecía salir a la pista en esos momentos, que lo entendía. El menor sonrió ante el comentario y aceptó el agarre que lo ayudo a bajarse de su asiento.Con las manos entrelazadas y un ambiente juguetón que se basaba en pequeñas burlas inofensivas y un par de amenazas que no tenían pensado cumplir, ambos se dirigieron a el centro de la discoteca, donde las luces los recibieron cariñosamente con una gran cantidad de alegres colores.
—Como me pises, te mato —advirtió el omega.
El de cabello marrón oscuro negó divertido, se sentía bien tener a su amigo de vuelta.
La música sonaba lenta, como si estuviese esperando a que alguien muy lejano la alcanzase, pero no quería detenerse. Sus ojos se cruzaron, preguntándose si estaba bien seguir adelante. Alex se separó y se giró para volver a su sitio. De alguna u otra forma, eso había decepcionado a Luzu, quien lo miraba sin decir palabra.—Espera —pidió el de cabello negro, quien señaló su casco—, voy a dejar esta cosa, a ver si va a ser que te rompa el cráneo o algo y ya no sea noche de copas, sino de hospital.
Unas pequeñas carcajadas salieron de los dos. Luzu asintió.
Fargan se despertó sintiéndose mareado. Había dormido, sí, pero el cansancio en su cuerpo parecía indicarle todo lo contrario.
En cierta forma lo entendía, más que nada era fatiga mental. Estaba preocupado por cosas que habían estado rondando últimamente por su cabeza: el trabajo, la familia, la renta...La época más complicada para vivir en Karmaland, donde te las tienes que ver canutas, es, sin lugar a dudas, el frío invierno. Sumandole que no quedaba mucho para las fechas festivas, y que quería comprarle algo a su familia -por lo tanto, también tenía que pagarse el viaje hasta allí si quería pasar Nochebuena junto a ella-, es normal que se encontrase agobiado.
Para poder pagar todo lo básico, lo único que podía hacer era trabajar más y consumir menos. Un esfuerzo que probablemente merecería la pena más adelante.
Con algo de pereza y un poco desorientado, salió de su cama viendo como todo giraba a su alrededor. Tuvo que detenerse para poder mantener el equilibrio, se apoyó en la pared con pesadez durante los segundos que duró en ese estado. Y siguió con su día a día.
Cuando salió de su casa para ir a realizar un turno extra, solo podía pensar en lo mucho que quería que terminará ese día y en lo agradecido que estaría de que llegara de una vez por todas la primavera. Necesitaba volver a la cama. Ya. Tomarse una siesta de cinco, diez horas, todas las necesarias para poder funcionar.
El café del trabajo era amargo, quizás no de los mejores, pero lo mantendría despierto lo suficiente como para no desplomarse en el suelo. El frío de la medianoche helaba sus huesos, por primera vez tenía ganas de entrar de una vez al establecimiento.Y una vez lo hizo, quiso quedarse.
Cambió turnos con su compañero, un atractivo chico de trabajada contextura y una mirada atrapante, que parecía haberlo capturado como si de una trama se tratase. Aquel hombre -que suponía era un beta porque no podía identificar muy bien su aroma- lo recibió con una acogedora sonrisa, deseandole suerte con todo el jaleo que se estaba montando en aquella especie de discoteca. Y de pronto se sintió menos cansado. Y de pronto su cabeza ya no giraba en torno a los problemas del invierno, sino que toda su atención la había acaparado ese bonito beta.
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my oh my ; rubegetta.
FanfictionRubén había escuchado una conversación entre Willy y Fargan, al parecer el último estaba colado por un beta que solía frecuentar el bar de la esquina junto a sus amigos cada sábado. El alfa quería verificar si lo que decían sobre él era cierto, y va...