drei: fuck.

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Para Fargan, Vegetta era como un poema, uno de esos que lees pero te pierdes; uno de esos que vuelves a releer; uno de esos que no se te quitan de la cabeza; uno de esos que te da miedo perder.

Él quería memorizarlo, empezando por sus ojos y extraviandose en sus labios.

Tras la barra del bar, podía ver al menor sentado al otro lado, divirtiendose con sus amigos. Escuchó su risa y, de repente, quiso ser más divertido.
Sonrió al verle sonreír, y se sintió confundido, ¿por qué su lobo estaba tan insistente con él?

Lo miraba por momentos, siempre que tenía la oportunidad. Hubo un momento en el que le sonrió. Hubo un momento en el que estaba con un chico castaño. Hubo un momento en el que estuvo solo. Hubo un momento en el que salió por la puerta a paso lento y no volvió.

Al principio, pensó que quizás salió a tomar aire, porque el ambiente del local comenzaba a hacerle sentir agobiado. Pero se preocupó al ver que el tiempo pasaba y el supuesto beta no aparecía; podía haberse ido, como también podía haberle pasado algo.
Su lobo le dijo que fuese a revisar, solo por si acaso, y así lo hizo.

Lo vio sentado en la acera, con las piernas en la carretera y la cabeza apuntando al cielo. Se veía tan en lo suyo, que el alfa dudo antes de tomar posición a su lado.

—¿Te encuentras bien? —cuestionó, y después ofreció—: puedo llamar a un taxi si quieres.

Samuel negó con un movimiento leve. Buscó con la mirada de quién provenía la voz, topandose con el paisaje del atardecer, una tonalidad de ámbar que se reflejaba en los orbes del mayor y que consiguió hacerle perder en ellos durante unos instantes.

—No hace falta que llames a nadie, estoy bien. Solo quería estar un momento fuera.

El contrario asintió e hizo un gesto de levantarse del suelo, pero se detuvo cuando escuchó la voz -que a él se le hacía tierna- dirigiéndose hacia su persona.

—Por cierto, me llamo Samuel, ¿y tú?

—Yo soy David, un placer —se presentó. Luego, cuando vio que ninguno tenía mucho más que decir, decidió aclarar sus dudas—. Una pregunta, ¿qué pasó con tus amigos? Te vi antes entrar con unos chicos.

El de hebreas azabache alzó una ceja y suspiro algo desanimado.

—Al parecer todos tienen pareja. No quiero estar ahí de sujetavelas.

—¿Y tú no?

—No. Tengo 30 años, y tampoco es que nunca haya estado con alguien, pero de eso hace ya la tira —confesó sin pena —. Podría estar con alguien, lo sé, pero siempre siento que no es la indicada y me echo para atrás. A veces me siento muy solo. ¿No te pasa?

Por supuesto que lo entendía. Era su situación. Pensó que quizás el problema de que no encontrase a nadie era que estaba demasiado concentrado en otras cosas, y por eso el amor quedaba en un segundo plano, pero pronto comprendió que no era solo eso, sino que cuando encontraba a alguien, este no se encontraba así mismo.

—Estamos en las mismas —coincidió—. Aunque yo soy cuatro años mayor, lo que lo hace todavía más penoso.

Ambos rieron.
Samuel echó su cuerpo para atrás, apoyando las manos en el suelo, con una sonrisa adornando su liso rostro. 

—Bua, chaval —Vegetta suspiró. Después, algo se iluminó en su mente, y, tal vez, quizás un poco en sus ojos porque lo miro con estos y el contrario, que no creía en la magia, pudo afirmar que había algún truco en ellos, pues un brillo como ese no podía ser natural—. Oye, tú estás solo y yo estoy solo, eso no tiene por qué ser tan trágico.

my oh my ; rubegetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora