En un caluroso día de verano volvía a mi casa. Tuve un pésimo día de colegio, el profesor nos dio las notas finales y las mías fueron las peores, no tengo idea de cómo voy a contarles a mis padres. Pensando que los de las notas ya era lo suficientemente malo, mi día paso de mal a pésimo al perder el partido de balonmano. Partido que perder significo nuestra descalificación del torneo, y como capitana del equipo gran parte de la culpa recae en mí.
Introduzco la llave en la cerradura y empiezo a escuchar sus pequeños pasitos. Sus uñas rasgaron la puerta ansiosamente para alentarme a que finalmente la abra. Aquello siempre logra mejorar mi ánimo.
Abro la puerta y mi pequeño Bambam se tira hacia mí, saltando de alegría.
Bamba es mi perrito, es un pequeño Golden retriever con la energía de cinco perritos. Lo adoptamos hace una semana debido a mi subida de notas. Desde aquel día ha sido el causante de todas mis sonrisas.
No puedo evitar sentir que le falle a mi perro, a mi familia.
El ajeno a el caos que es mi vida reparte lengüetazos por mi cara. Rio triste, lo acaricio tratando de olvidar lo que paso hoy, tal vez si logro borrar esos recuerdos sería como si nunca hubiera pasado.
Él para de darme lengüetazos y ladea su cabeza. No sé cómo, él parece haber notado mi tristeza. Mueve su hocico hacia el espacio entre mi hombro y mi cuello, movimiento que logra enternecerme tanto que logra que un nudo se instale en mi garganta. Mueve sus patitas hacia mi pecho.
Bambam me está abrazando.
Ese hecho hace que mi nudo en la garganta se desate. Empiezo a llorar. Ahí en la entrada de mi casa con mi perro abrazándome me permito desahogarme.
No se si lloré diez minutos o una hora, sé que llore lo suficiente para mojar el pelaje de mi perro y para que mis ojos se hinchen.
Me separo de mi perro, él empieza a quejarse en frente de la puerta, la rasguña en señal de que quiere salir.
Me baño para tratar de no lucir tan horrible, pues lucir mal llama la atención y llamar la atención es lo último que necesito ahora. El baño me relaja al menos, me visto con una ropa cómoda.
Complaciendo a mi querido perro le ato la correa su collar, tomo lo que necesito y lo saco a pasear.
El paseo me ayuda a aclarar mis ideas, no sé cómo rayos voy a convertir todo lo que me paso en algo positivo, pero debo hacerlo para sentirme mejor. Debo hacerlo para sentirme menos fracasada.
Al llegar al parque que queda a veinte cuadras de mi casa decido regresar. Bambam se rehúsa a irse, tratando de tirar de mi hacia un lugar. Mi parte curiosa lo deja guiarme, termina llevando a uno de los postes del parque donde marca territorio.
Me rió de aquel pensamiento que pensó que mi perro quería mostrarme algo. Bambam se rasca su oreja con la pata, mostrándome que tiene todo mi amor, pero no por eso es un perro de esos super poderosos que salen en películas.
Es solo un perro normal, con necesidades normales.
Admirando la inocencia de mi perro, sin darme cuenta otro perro se acerca. Alejo a Bambam pues el perro que se acerca es el doble de grande que Bambam.
-No te preocupes, es una perra grande tranquila- me informa una voz suave.
Dejo a que los perros interactuar.
-Te advierto que el mío es muy juguetón.
-A Vilma le haría bien jugar, es muy floja- confiesa la suave voz.
- ¿Sí? -pregunto y volteo para ver a la dueña de la familiar suave voz.
No. Puede. Ser.
La dueña de "Vilma" una pastor alemán adulta. No es más ni menos que mi crush, ella asiente. Me muestra su sonrisa alborotando mi corazón con sus marcados hoyuelos.
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Cuentos que cuentan
De TodoMicro-cuentos y cuentos cortos que quiero compartir. Todos los creditos de la portada a: @paovelasquezz