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Intento no abrir los ojos, trato de forzar que el sueño que tuve hasta hace unos segundos regrese después de haber desaparecido sin razón aparente. Lo intento con fuerza pero no puedo evitar caer en la tentación de ver su rostro después de percatarme de su respiración profunda y cercana. En el momento en que abro los ojos, la imagen de su rostro dormido me golpea y quita el aliento. Mi mirada viaja entre sus ojos, las pestañas descansando en lo alto de unas mejillas que dan ganas de apretar y los labios que se abultan por la forma en la que está durmiendo, boca abajo con la cabeza descansando en la almohada que también está abrazando. Miro su cabello despeinado, los mechones que caen sobre su frente y la forma en que lo descuidado de su cabello solo le suma puntos de ternura a la imagen.

Me quedo en mi lugar, observándolo y disfrutando la paz que el mantra de su respiración me genera hasta que mi teléfono empieza a sonar sobre la mesa de noche, en mi lado de la cama. Me doy la vuelta intentando no moverme demasiado y me doy cuenta de que olvidé completamente des-programar la alarma que me despierta cada día laboral para ir a trabajar. Suspiro y pongo el teléfono en modo silencio con la intención de ignorar por el resto del fin de semana a toda persona que no sea Jimin. Con lo que cuesta últimamente, al estar en época de comeback, tener un fin de semana completo para nosotros, mi intención es disfrutarlo a él por dos días enteros, sin descansos ni interrupciones. Me estiro lo suficiente para hacer sentir a mi cuerpo despierto y salgo con cuidado de la cama, recogiendo ropa del suelo en mi camino hacia la puerta de la habitación.

Saco el dinero y los papeles del recibo de alguna compra que hay en un bolsillo de sus jeans mientras camino hacia el cuarto de limpieza y pongo en el cesto de la ropa sucia toda la que logré agarrar antes de dejar el dinero y demás sobre la lavadora y salir. Me ato el cabello en el camino hacia la cocina y me acomodo bien la línea de la camiseta sobre los hombros antes de abrir la heladera y estudiar su contenido. Preparo mentalmente el menú para nuestro desayuno, saco cuatro naranjas y cierro la puerta para buscar el pan casero con semillas que aprendí a hacer un par de días atrás. Lleno la tetera para calentar el agua y como siempre hago al encender la hornilla, recuerdo el día en que la compramos. Íbamos de aquí para allá por la tienda de accesorios para el hogar, eligiendo vasos, tazas que combinaran, utensilios de la cocina y demás necesidades para el apartamento al que nos mudaríamos juntos porque después de mucho pensamiento y discusión, decidimos dar el siguiente paso en nuestra relación. Cuando encontramos la sección donde se encontraban las teteras y cosas útiles para desayunar, almorzar, etcétera, expresamos nuestro amor por esta tetera al mismo tiempo y nos recordamos mutuamente las tantas charlas que tuvimos compartiendo un café, un té caliente, cuántas veces yo se los preparé y cuántas veces él lo hizo por mi.

Es cuando corto la última rebanada de pan y estoy por ponerlas en la tostadora que siento un escalofrío en la espalda cuando algo me roza, me sobresalto y lo escucho reír por lo bajo cuando se me cae una rodaja de pan en la mesada.

- Buenos días – habla en voz baja y apoya el mentón en mi hombro.

- Buenos días - cualquier rastro del sobresalto desaparece cuando escucho su voz grave todavía por las horas de sueño me acaricia el oído. - ¿Dormiste bien?

Su respuesta es un sonido de afirmación y podría apostar que está con los ojos cerrados, descansando sobre mi hombro. Estiro el brazo para poner el pan en la tostadora sin moverme demasiado y tiro las migajas que quedaron en el plato para tomar las naranjas, pero antes de que pueda cortarlas me distrae la forma en que su pecho, su cuerpo se pega al mío por detrás cuando sus brazos afianzan el abrazo. Su respiración cosquillea en mi cuello cuando acerca su rostro a él y siento un escalofrío interno, desde el estómago hasta las piernas, cuando respira profundo al lado de mi oído.

- ¿Jimin? - es lo único que puedo decir cuando siento la familiar sensación de algo firme presionando contra mi espalda baja.

Me responde con un sonido que significa que quiere que continúe con lo que tengo para decir pero sus labios rozando la piel de mi nuca y su respiración me desconcentran demasiado. Cierro los ojos y recuerdo que tengo la fruta y el cuchillo en la mano cuando sus dedos acarician mis manos en dirección a mis manos y me guía a dejar las cosas a un lado. Empujo el plato lo más lejos posible de nosotros sin separarme de él y mis ojos vuelven a cerrarse cuando sus dedos se deslizan de la misma manera suave de camino hacia mis hombros, mientras sus labios dejan livianos besos, apenas perceptibles, sobre mi nuca y la piel que deja al descubierto el cuello amplio de la camiseta vieja que le robé para usar de pijama hace ya un buen tiempo atrás. Sus brazos dejan de rodearme y sus dedos ahora rozan mis piernas antes de tomar la prenda y desenfundarme de ella. Los segundos que pasan desde que quedo vestida unicamente con ropa interior hasta que sus manos vuelven a posarse en mi, parecen eternos y como si hubiera empujado con sus dedos un dominó de terminaciones nerviosas, en cuanto me toca la piel se eriza como una ola que viaja lentamente, desde donde se posaron sus dedos hasta el resto de mi cuerpo. Puedo sentir su sonrisa contra mi hombro cuando vuelve a inclinarse y comienza a dejar besos delicados sobre mí. Los deposita desde la punta más alejada de uno de mis hombros, hasta el otro y no puedo hacer más que suspirar cuando una de sus manos se extiende en mi espalda baja y sube acariciando la columna vertebral para empujarme con suavidad hacia adelante. Lo hago, con ojos cerrados y mis sentidos bajo su poder, apoyo las palmas en la superficie de mármol que se siente fría bajo mis manos y me inclino. Sus labios regresan al lugar donde besaron por última vez y sus besos comienzan a descender con lentitud, son besos que se sienten calientes contra mi cuerpo y suaves por los labios de nubes, abultados, que besé por primera vez años atrás. Sus manos acarician mi cintura y descienden hasta encontrarse con la ropa interior que engancha a sus dedos y mi cuerpo responde por mí, separo las piernas y dejo que me quite lo que falta para dejarme desnuda. Los pies, las piernas, el abdomen, los brazos, mis pechos, siento todo caliente y pesado mientras se mueve detrás mi para bajar la ropa interior, su aliento roza lugares que me hacen encoger los dedos de los pies a la expectativa de tener su boca sobre mí. No sé donde va a parar mi ropa pero no tengo tiempo para pensar en eso, sus manos me toman de las caderas y me invita a dar vuelta en mi lugar. Lo hago, mis ojos se encuentran con sus clavículas, con su cuello y descienden por la división entre los músculos de su pecho, lamo mis labios cuando me encuentro con sus tetillas que endurecidas parecen invitarme a pasar mi lengua por ellas. No lo hago, el sonido de la tostadora al expulsar las tostadas nos sobresalta y reímos, su sonrisa se expande y me ciega, el sonido de su risa nubla el resto de la cocina, él acorta la distancia entre nosotros y sus manos enmarcan mi rostro para llevarlo al suyo y besarme aún sonriendo. Sus labios se mueven igual de lento que lo hacen sus manos, parece tomarse su tiempo para saborearme, para dejarme disfrutar de la sensación de su boca en la mía, porque sabe que esa parte de su cuerpo está en el puesto número uno de la interminable lista de cosas que amo de él. Su tacto parece escanearme, parece querer llegar a cada rincón de mi abdomen, de mi espalda, de mis hombros y siento que mi aliento queda atascado entre nuestros labios cuando una mano desciende entre mis piernas, lo siento acariciar el cabello que está en su camino y nos alejamos cuando roza los pliegues y moja sus dedos entre ellos. Un sonido erótico de aprobación escapa de su garganta y mi boca se abre en una expresión muda cuando sus dedos empujan hacia el interior húmedo y sensible, aún preparado después de las horas que pasamos en los brazos del otro, amando nuestros cuerpos después de haber tenido tan poco tiempo para compartir a solas en las últimas semanas. Sus dedos entran con facilidad, se deslizan dentro y fuera una, dos veces hasta que su mano en mi rostro me obliga a mirarlo. Mis ojos se clavan en los suyos mientras su mano deja mi interior para sujetar mi pierna derecha e invitarme a subirla cerca de su cadera, donde la mantiene en el lugar sujetándola con su brazo por debajo. La mano que descansaba en mi mejilla se aleja y escabulle entre nuestros cuerpos, se baja la ropa interior al parecer solo lo justo y suficiente, porque no la siento caer al suelo y su mano ya está entre mis piernas. Sus ojos están clavados en los míos, van y vienen de un iris al otro y se acomoda antes de empujar en mi interior. Me esfuerzo por no cerrar los ojos para poder estudiar su rostro y los cambios en el brillo de sus pupilas, la forma en que los labios se despegan cuando entra por completo en mí, la forma en que sus párpados se cierran cuando comienza a moverse y tomo su rostro para apoyar su frente y cabellos desordenados sobre la mía. Su cuerpo se encuentra una y otra vez con el mío y cierro los ojos, dejándome llevar por cada cosa que me está haciendo sentir, por el calor donde nuestros cuerpos se unen, por el sonido del encuentro entre nuestras pieles, por el aroma del shampoo con el cual lavé su cabello en la ducha antes de acostarnos a dormir. Me dejo sentirlo, disfrutarlo y cuando no puedo mantener en mi boca los gemidos, me aferro a sus hombros y su brazo me rodea, manteniéndome cerca de él. Nuestros rostros están cerca y nuestras respiraciones se mezclan entre gemidos y palabras que acompañan la intimidad del momento.

Relatos de desayuno [BTS]Where stories live. Discover now