→El Sol en lo alto de Karmaland era un símbolo de tranquilidad para todos los presentes, el aire era libre de todo olor grotesco, a su alrededor los peligros eran menores en comparación de la noche, un respiro y descanso. Los grandes guerreros tomaban el tiempo para sanar sus heridas, cubrirlas temporalmente, al menos la mayoría.
El podía verlo, aquellos vendajes que cubrían el cuerpo delgado del chico de cabellos oscuros, quien normalmente ocultaba el rostro en un casco blanco lleno de rasguños, con la pintura desapareciendo por el tiempo. Ha tenido la curiosidad de preguntarle, ver las heridas que alejaba de la luz, indagar el porqué a pesar de que los días pasaran nunca volvía a mostrar la piel blanquecina que poseía. Tomó el valor, dejando varios materiales detrás de él, se encaminó hacia el chico que estaba a tan solo un par de metros de distancia, había estado ayudándolo esa tarde después de encontrarlo por el pueblo. Ahora lo tenía frente a él, quien le daba la espalda acomodando el mármol de una de las paredes de esa sala, posicionando una de sus manos en la pared desde delante de él. Con sorpresa el menor giró en su lugar, mirando al contrario para gritarle, porque sinceramente se había sobresaltado por tal acción de la nada. Pero toda palabra se quedó en la punta de la lengua, debatiendo con las miradas, notando como el ambiente se tensaba al pasar de los segundos.
— Déjame ver... — La voz de Auron provocó un escalofrío en el cuerpo ajeno, quien sonreía nervioso sin llegar a entender a lo que se refería.
La mano libre del mayor se movió hacía el contrario, deslizando la puntas de sus dedos contra los ajenos, elevando la mano de Alexby quien seguía procesando la situación que protagonizaba junto con uno de sus amigos, acercando el dorso de la mano del menor, rozando los labios contra el vendaje rasposo y desgastado que poseía. Mirando nuevamente a este quién simplemente estaba mudo.
— Déjame ver tus heridas... ¿Por qué las ocultas, Alex? — Cuestionó mientras daba leves caricias con el pulgar donde anteriormente pasaron sus labios, mirando a Alexby con el rostro rojo, siendo poca la iluminación de la sala quién le permitía ver a penas.
Este se movió del lugar, alejándose con brusquedad del más alto, sintiendo el rostro caliente entre vergüenza y enojo, mirando al contrario frunciendo el ceño. Auron parecía tranquilo, debatiendo con la mirada a aquel chico que parecía un gato asustadizo, quien pensaba en irse, o más bien correr al contrario. Sin embargo, las palabras no querían salir aún.
—Por favor, llevas semanas con las mismas vendas, quiero ayudarte. — La insistencia de Auron sobre el asunto solo ponía más nervioso a Alex, quién luchaba por mantenerse quieto y esperar que el contrario hiciera lo mismo.
La mirada oscura del menor corrió hacia sus propias manos, las cuales eran cubiertas entre vendajes sucios, hasta llegar casi a los hombros. No le gustaba ver sus cicatrices.
— No quiero... — Murmuró de mala gana el menor, retrocediendo un paso hacia atrás, cuando notó que el otro avanzó igual un paso.— Auron, por favor, hombre. Déjame preocuparme por mis propios asuntos, mejor vete ya.— Demandó Alex con el ceño fruncido, manteniendo la seguridad en su voz aunque con ligeros temblores de por medio.
— No lo haré, entiende Alex, no es normal que te dejes las vendas tanto tiempo si tus heridas ya sanaron... — Avanzó entre pasos cortos, sin desviar la mirada, toda su atención era hacia el contrario, quién pensaba en las palabras de su compañero. Debatiendo una vez el que hacer.
El tacto volvió, mirando al otro asustado, aferrándose al brazo ajeno quien buscaba el inicio de las vendas. Se miraban, buscaban respuestas a preguntas no formuladas, sintiendo la cercanía tan natural, algo que debía mantenerse así, llegar a apreciar la temperatura corporal del otro, mientras que las vendas se deslizaban por la piel dañada de Alexby, que apenas era visible en ese lugar, cayendo hacia el suelo sin llegar a ser importante para alguno de los dos.
La piel del menor quedó expuesta ante la mirada atenta de Auron, volviendo a repasar la mano y brazo ajeno con sus dedos, sintiendo lo irritada que estaba por ser cubierta tanto tiempo. Un ligero quejido salió de los labios de Alex, a quien miró preocupado, esperando respuesta por parte de este. Solo tenía ligeros rasguños y cicatrices, heridas poco profundas en esa área, ni una sola razón por la cual deba colocarse vendajes.— No me gustan las cicatrices... — Murmuró de mala gana, desviando la mirada, dejando que el contrario siguiera examinando su brazo. Quien se preguntaba si era así en el resto del cuerpo de su compañero.
— ¿No te gustan las cicatrices? ¿O no te gusta tenerlas? — Preguntó el mayor, buscando la mirada contraria, queriendo que fuera sincero con él. Al menos con él.
— No me gusta tenerlas. Me recuerdan muchas cosas tan... — Pausó su hablar, sintiendo ambos ojos al borde de dar paso a varias lágrimas. No quería llorar por eso. Frunce el ceño en busca de retener todo ese revuelto de sentimientos.— A él le gustaba tocar mis cicatrices, me sentía bien cuando las besaba, y me daba cumplidos. Ahora solo quiero ocultarlas para no recordarlo, aún siento que va a venir y hacer lo mismo, que me ayudará a sentirme bien, querido a pesar de todas las cicatrices.— La voz del menor temblaba, no fue capaz de retener algunas lágrimas que ya acariciaban su rostro.
Auron lo escuchaba atento, soltando la mano ajena para limpiar el rostro de Alex, quien le miraba nervioso, tímido. Sus rostros estaban cerca del otro, sintiendo las respiraciones de ambos mezclarse. El menor cerró sus ojos al sentir el cálido tacto de los labios del contrario sobre su frente, pasando hacia la mejilla, y volver a elevar la mano desvendada para dar un último beso.
—Yo puedo ayudarte... No sé quién era esa persona, y no importa. Ahora seré yo quien te recuerde lo hermoso que eres, con cada una de tus cicatrices. — La firmeza de las palabras de Auron hicieron click en la cabeza de Alex, permitiéndose llorar, soltar todas las lágrimas que retenía.
Se aferró al cuerpo ajeno, buscando esa protección que tanta falta le había hecho todo ese tiempo. Desde incluso antes de llegar a Karmaland de nuevo, su cuerpo temblaba, y era rodeado por los brazos del mayor.
—Calma, niño. — Se burló el mayor, dando leves caricias a la espalda de este quien se rió ligeramente entre lágrimas, no podía verlo, pero sentía como sonreía.
— Cállate, gilipollas. — Murmuro sin dejar de mojar la ropa del mayor, aún abrazando, queriendo quedarse así por mucho más tiempo.— Gracias.
— No es nada, Alex...
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→Vendajes • [One Shot]
FanfictionKarmaland es conocido por sus grandes peligros, pocos son los que pueden escapar de una batalla en buenas condiciones, era algo que los guerreros de ese pueblo sabían muy bien. Después de cada pelea para defender a alguien, o a ellos mismos, nacía u...