Capítulo Único

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Notas de Autor

Este Mini Drabble está dedicado al Grupo Haikyuu Yaoi y a Soledad especialmente quien me correspondió en este intercambio navideño de capitanas. ¡Espero que lo disfrutes demasiado, Soledad!

Este drabble es prácticamente un songfic, basado única y exclusivamente en la canción de Doja Cat, Freak que aparte le da el título a este escrito. Algo medio perverso pero también hiper sensual con temática Sugar Daddy, porque todos adoramos ver a Kuroo fantaseando con su alumno preferido.

Anyways, espero que les guste sobre todo a ti Soledad, con muchísimo amor y cariño.

Voilá!


Kurooquis es la artista de esta imagen en la que igual me soporte para la historia. <3

No hay lugar al que pueda huir, y donde esos ojos negruzcos no le encuentren

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No hay lugar al que pueda huir, y donde esos ojos negruzcos no le encuentren. Le persiguen detrás de los lentes de marco elegante, le persiguen entre las sábanas sucias del motel que fervorosamente atestigua como cada noche trasgreden la moralidad, le persiguen en medio de una lección de química congregándolos todos los viernes en la mañana. La atención es tan deliciosa que las mejillas pálidas del estudiante de tercer año se sonrojan escandalosamente, tornándose de un rojizo tan apetecible como el de sus labios delgados y finos; y las irises doradas revolotean por todo el aula de clase, intentado no ser atrapadas por la mirada fiera de su ávido profesor en una lección privada de tira y afloja.

Las cavilaciones se inmiscuyen inocentes en medio del jugueteo cómplice de ambos, y en cuánto el oro y la noche se cruzan irremediablemente, la verborrea del profesor se convierte en un balbuceo arrítmico y pueril que todos saben notar. Las risas explotan como fuegos artificiales entre todos, incluso en el rubio de la última esquina del recinto, que no logra contener la carcajada que le arrebata la torpeza del docente. El hombre mayor suplica la calma antes de deleitarse por última vez en ese arranque de felicidad espontánea a la que se abandonó su alumno preferido.

Pudo haber sido ayer, o hace meses el cuándo inició todo, no lo recuerda. Solo sabe que la adrenalina producida por esos ojos dorados es tan constante y adictiva, que está condenado a avivarla con más anhelo, necesitado de mantenerla con más creatividad, ansioso de encenderla con más intensidad. Pone a volar su imaginación, pensando en cuántas cosas podrá enseñarle a Tsuki lejos de los escritorios escolares y más cerca de un lecho furtivo, como si las fantasías fueran inagotables y los deseos siguieran en cantidad las estrellas del firmamento.

Suspira bobaliconamente imaginando el olor a fresas revoloteándole en la nariz, ahogándose en la sensación de su piel suave bajo las manos hoscas y experimentadas, en los besos que podría desparramar sobre esa planicie de lunares y pecas que ese cuerpo juvenil tiene para darle. Soñaría mientras enseña sobre Química Orgánica en las veces que le ha hecho el amor con su uniforme de escuela; y cuando empiece a aligerar la teoría agobiante bromeando ligeramente, recordaría las piernas delgadas y elegantes de Tsuki encima de sus hombros, mientras embiste vigoroso la entrada henchida y rojiza.

Asesinaría la ética que le exigía detenerse con el joven en la profundidad de la boca de su amante, le pondría nombre a la cantidad de sentimientos que desembocan cada vez que su voz evoca a Kei, y finalmente, cuando apenas inicie todo, haría una casa lo suficientemente grande para albergar toda la adoración que embarga por su rubio.

Por ahora, le bastaba hurtarse a Tsuki cada vez que el cambio de clases llegaba, deshacerse de la inocencia estorbosa que ostentaba bajo su semblante estoico con caricias atrevidas y besos furtivos bajo el reflector del aula, vanagloriarse porque no había un niño tan malo que pudiera hacerle cosas tan buenas como Kei.

"Tsukishima Kei, ¿Puedes quedarte un momento por favor?" pregunta sibilino después de clase, como si su voz no pudiese ocultar la emoción de esa idea revoloteando en su cabeza que le decía que no estaría mal desordenar un poco sus papeles, que recoger las notas de sus estudiantes después de hacérselo a Kei en su escritorio era un deber que asumiría con auténtico placer. – Seguro que sí –

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