[No seré amigo de la impostora]

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Capítulo 5

Aparentemente, la Señorita Suerte se hallaba tan enojada conmigo como mis amigos. Llegué a la cafetería justo cuando el Sr. Reglas deslizaba el cerrojo en la puerta y cambiaba la señal de la ventana que decía CERRADO.

Cuando se dio cuenta que me encontraba de pie en la puerta, se quedó mirándome por un largo rato. Rodé los ojos. —Expulsada de por vida... llamarás a la policía... blablá blablá... lo tengo —grité a través del vidrio—. Pero, de verdad necesito hablar con Lin, capisce, chico del café.

Abrió la puerta, pero se quedó parado en mi camino y continuó mirándome con su intensa mirada, como si estuviera buscando la forma correcta de decir lo que fuera que estuviera pensando. No necesitaba preocuparse por decir algo. Su "Sal de aquí, y jodidamente no vuelvas" había sido perfectamente claro el otro día.

Con una breve mirada en dirección al cielo, puse las manos en mis caderas y le fruncí el ceño. —¿Ves a mi novio de pie a mi lado? ¿Luce como si estuviera aquí para fornicar?

La sorpresa cruzó por un segundo su rostro, pero luego arrastró sus ojos azules por todo mi cuerpo y volvió a subir. La acción fue tan sorpresivamente lenta e intensa que sentí esa mirada como si fueran sus manos moviéndose por mi cuerpo. Habría combustionado espontáneamente si él no hubiera levantado una ceja, sólo una, en un perfecto arco desafiante cuando nuestras miradas se encontraron de nuevo. Básicamente me decía que me veía como una puta sucia con esa mirada. Maldito sea por verse tan peligrosamente ardiente mientras me insultaba.

Espera. ¿Cuándo el chico del café Idiota se volvió sexy?

Quería enojarme, pero entonces bajé la mirada a mi falda que era un poco demasiado ajustada y un poco demasiado corta, y me di cuenta que podría tener la razón. Gemí. —Lo que sea. Sólo déjame entrar. ¿Por favor?

Max me hizo sudar por un segundo muy largo, entonces reluctantemente dio un paso al costado para dejarme entrar. Pude haberlo abrazado. —Gracias.

No se veía impresionado cuando asintió hacia la esquina. —Ve a tomar asiento. Te están esperando.

Me tropecé hasta detenerme en el umbral. —¿Esperándome? ¿Cómo pueden estar esperándome?

Encogiéndose de hombros, Max ignoró mi pregunta y cerró la puerta detrás de mí cuando me dirigí hacia mis amigos. No fueron difíciles de encontrar. Eran los únicos que todavía estaban en el local.

—Gracias por venir esta noche.

¿Bromeaba? —¿A qué te refieres con "gracias"? Recuerdas que no fui, exactamente, invitada a este pequeño jolgorio, ¿cierto? ¿Que ustedes en realidad me echaron y concretaron esta reunión secreta de modo que yo no estaría aquí?

Josh se rio ácidamente. —Tuvimos que hacerlo. Si te pedíamos que vinieras, nos habrías rechazado.

Um, de acuerdo, brillante, pero también totalmente rudo. E incorrecto. —No lo habría hecho.

—¿Oh, sí? —preguntó—. ¿Cuándo fue la última vez que no nos rechazaste?

Mi mente se tambaleó ante el inesperado ataque.—¿Qué es esto, una novatada metafórica? ¿Se van a poner en círculo y empezarán a tomar turnos para golpearme? ¿De verdad están así de enojados?

Una baja voz que irradiaba calma interrumpió mi vociferación. —Nadie está enojado contigo, Luca —Mi cabeza giró de golpe hacia donde se hallaba ahora de pie el chico del café—. Tus amigos están aquí porque te aman.

Max me sorprendió cuando se sentó en la silla junto a los sofás, como si fuera parte de nuestro grupo. E incluso más extraño, todos lo miraron como si él estuviera a cargo. Miró alrededor al círculo una vez, y luego encontró mi mirada impávidamente. —Hola,Lucca. Soy Max Meyer

Resoplé. Como si hubiera olvidado al tipo que me llamó perra egoísta. —Recuerdo tu nombre, chico del café. ¿Qué diablos está pasando aquí?

La confianza del tipo nunca vaciló. Ni una sola vez. Su determinación era como una loca aleación de titanio. —Tus amigos me han pedido que los ayude a hablar contigo esta noche. Están preocupados por ti, y porque se preocupan por ti, quieren ayudarte.

¿Qué. Demonios?

El chico del café tomó aire y se sentó más derecho en su silla. Nunca apartó la mirada de mí. —Tienes un problema, Lucca.

—¡Oh, vaya, espera y detente justo ahí! ¿Vas a juzgarme justo ahora? ¿Esto se supone que es un juicio? —La mirada del chico del café no iba a romperse, así que miré a todos los demás en el grupo. Ninguno encontró mi mirada—Todos están oficialmente locos. No consumo drogas.

Lina por fin me miró. Meneó la cabeza. —Por supuesto que no consumes drogas, pero tu relación con León es igual de destructiva.

Solté una risa incrédula. ¿Me comparaban con un adicto a las drogas diciendo que León  era mi crack? —¿Es una broma? Vine aquí para disculparme, y ¿esto es lo que consigo? —Salté para ponerme de pie

Fui a abrir la puerta y alcancé a dar tres pasos antes de que Max me interceptara, bloqueando el camino como una delgada muralla. Se quedó parado con la típica parada de gorila, con sus pies separados a la altura de las caderas y los brazos cruzados a través de su pecho. Aunque no era particularmente alto o musculoso, todavía era intimidante. Lo miré. —¡Y tú eres un simio!

Cuando Max regresó su mirada a mí, mantuve la mía, rehusándome a retroceder. Esperé a que enloqueciera conmigo, pero me sorprendió cuando sus labios se retorcieron, como si luchara contra una sonrisa. Tenía que estar equivocada, sin embargo, porque no había forma en que Señor Reglas. Idiota tuviera sentido del humor. —Sal de mi camino —dije.

Su rostro se endureció otra vez. —Sienta ese exquisito y pequeño  trasero tuyo de nuevo en ese sofá ahora mismo, o lo pondré ahí yo mismo.

Realmente no sucedía a menudo, pero quedé completamente sin habla. También era incapaz de moverme, salvo por la forma en que mis ojos triplicaron su tamaño cuando me quedé mirándolo boquiabierto. Me dio una dura mirada y agregó—: ¿Capisce, chica de la sidra?

Una vez que mi conmoción se desvaneció, tragué duro y levanté mis dedos en forma de saludo. —Capisco, chico del café.

Volví a ubicarme en el sofá entre Josh y Lina. Quiero decir, ¿qué más podía hacer? La voz de Max había sido baja, calmada, y no dejaba absoluto espacio para el debate.

—Gracias —susurró Josh—. Por favor, simplemente intenta escuchar lo que tenemos que decir.

—Bien. Di tu parte —dije, incluso aunque no sabía con certeza sí sería capaz de prestar atención. Mis ojos seguían yendo a Max. Como si no hubiera llamado a mi parte posterior exquisito, como si fuera un conocimiento común. Obviamente él no podía hablar en serio, pero ¿cómo lo diría sin una pizca de sarcasmo? ¿Y por qué?

—Por años, prácticamente te he adorado como a un ídolo. No estoy seguro de cuando fuiste de hacerme saber que mi camisa venía floja a decirme que debería dejar de vestirme como si estuviera pidiendo un calzón chino —dijo Josh, con un nervioso temblor en su voz—, pero ya no eres la chica a la que veía. Me enseñaste a amarme a mí mismo, y pensar por sí solo, y nunca preocuparme por lo que otros digan, pero ya no haces nada de esto por ti misma. Has cambiado tu ropa y tu cabello, y renunciado a tus verdaderos amigos simplemente para poder tener un novio popular que ni siquiera te trata de la forma correcta. La chica en la que te has convertido es una impostora de mi amiga. Estoy aquí esta noche porque quiero a la real  Lucca Neuer que es mi heroína, y la quiero de vuelta. Amo a esa Lucca, y quiero ayudarla. Si te rehúsas a tomar esto en serio y no dejas de salir con León Goretzka, entonces mi amiga ya me perdió. Ya no seré amigo de la impostora

Los 11 pasos (fandom alemán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora