–¿Crees en los milagros?–Por supuesto que sí creo en los milagros o mas bien en eventos sobrenaturales, tal vez no simpatice con religión alguna, pero no quiere decir que sepa que hay cosas más halla de las leyes lógicas; si no, ¿por qué otra razón habría emprendido aquel viaje?–
Para no ser grosero solamente le contesté: "Sí".
–¿Y crees en Dios?–
–No. ¡Por supuesto que no!–le contesté, y me preparé para responder contra esos argumentos típicos de cristianitos, esos que usan para atacar y criticar a algún no creyente. Pero...
–Ok, esta bien–. No fue la respuesta que esperaba –¿Por qué razón viniste?–me preguntó después.
–Dinero ¿Tú?–le dije queriendo hacer notar que no quería hablar más, y sinceramente no quería escuchar su respuesta.
–Yo vengo a pedir un medicamento que necesito para mi hija. Es muy caro y difícil de obtener, está en una situación muy complicada y... pues no me quedó otra alternativa más que venir. Primero Dios, todo saldrá bien–. Pude sentir su tristeza, me dio mucha pena preguntar que es lo que tenía, todo mundo sabe que para "un medicamento caro y peculiar" es porque padece de algo muy feo.
Tratando de ser lo más amable posible le pregunté: –¿Pero su Dios no puede sanar todo? Si le rezan, o como le digan–
–¡No todas las cosas pueden ser curadas sólo con oración! ¡¿Estás loco?!– exclamó Esaú. El otro cristianito.–Hay enfermedades que simplemente son muy potentes, ¿o crees que te va a consentir con una gripita cuando tú te anduviste descuidando?–.
–Somos humanos, mortales, como dijo Esaú: si uno se descuida, claro que sufre las consecuencias, pero toda enfermedad puede ser sanada. Aunque hay veces donde tenemos que recurrir al médico, tenemos que cuidarnos. Es nuestra salud, no somos invulnerables.
–Es que creí que ustedes no creían en esas cosas–.
–¿En serio? ¿Quién te dijo eso? Sólo los fanáticos satanizan las trasfusiones de sangre, vacunas y no aceptan la ayuda médica–se rió Álvaro.
–Viles tonterías–dijo Esaú. Reí con ellos
Éramos Álvaro, Esaú, yo y un grupo no muy grande de personas que nos dirigíamos al "cerro mágico" como lo llamaba la gente; para algunos era leyenda, para el resto de nosotros, era real. Una gran mayoría eran católicos o cristianos buscando su milagro, de entre esos dos grupos no sabía quienes me chocaban más. Solo éramos yo y otros tres fulanos los únicos ateos presentes, creo que también había uno que otro musulmán y uno metido en esas cosas budistas, incluso había un tipito que creía que todo era un experimento por parte de EU para controlarnos. No todos estábamos convencidos de en verdad regresar con algo. Unos cuantos, incluso de los que creían en Dios, iban con el propósito de desmentir aquel lugar, y sólo Álvaro y el loco de las controversias eran los únicos cien porciento convencidos.
–Te ves cansado–me dijo Álvaro.
–Sí–. Más bien estaba harto, apenas llevábamos la mitad del camino y estaba haciendo un calor insoportable. Aparte no estaba acostumbrado al fango de la sierra en ese entonces.
–Piensa en el regalo que ya tendrás en tus manos para el regreso. Eso te dará ánimos–.
–Tiene toda la razón el 'ñor– dijo Panchito, nuestro guía–¿Saben? A veces contar historias me sirven pa' distraerme y matar el tiempo en este tipo de viajes–.
–¿Señor no prefiere guardar aire? Aún nos falta para llegar y pues subir la loma es algo cansado–le dije amablemente. Para ese entonces ya estaba más abierto a escuchar y charlar.
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La tierra de la abundancia
Short StorySe habla de un lugar mágico en la sierra, dónde uno puede recibir lo que más anhele. Creen que es Dios de los milagros quien lo otorga, pero no Saúl. Pues para él, los milagros existen pero no el Creador.