Lunes 26 de febrero de 1900
Comienza un nuevo siglo, bueno, comenzó hace casi dos meses. ¿Por qué “empiezo” el año en Marzo (casi Abril) del año en curso? Muy sencillo, la página anterior dice lunes 11 de diciembre de 1899. Me abstuve de venir y contarte, mejor dicho, escribirte lo que pasa en mi vida, en el día a día. Para empezar debo comentarte que en el tiempo de mi silencio me he visto forzado a huir, Sack´te ya no era seguro, aún no lo es.
La comunidad científica se ha visto forzada a escapar del gobierno yo con ella. En principio nos refugiamos bajo la ciudad, en aquel laberinto de túneles y alcantarillas que la Cognoscere Societatis había construido para tener “oídos” por todos lados. No soportamos mucho, la falta de alimento y agua nos enloquecía, el hedor de los desechos propios y ajenos comenzaba a enfermarnos, comenzábamos a morir, aunque de no estar ahí ya estaríamos muertos.
Vagábamos, en tinieblas pues no contábamos con lámparas (y aunque así fuese el aceite ya se habría acabado o la humedad las hubiera apagado rápidamente), en busca de alguna puerta, alguna entrada secreta, algún portal, lo que fuera que nos sacara de allí, algo que nos permitiera ver la luz otra vez. Del grupo en el que me encontraba –un grupo de unos veinticinco o treinta entre profesores, doctores, investigadores, escritores, etcétera.- sobrevivimos diez y seis a las alcantarillas.
Al ver que el número de compañeros disminuía, comencé a preocuparme por si yo sería el siguiente. Me percaté de que si yo muriese no tendría nadie quien velara por mí. Simplemente abandonaría este mundo. Ahí acabaría mi historia. Jamás volvería a escribirte mi historia hubiese terminado ese lunes donde coloqué el punto final del día 11. Es irónico porque, suponiendo que yo fuera el siguiente en besar a la parca, yo escribí el día de mi muerte sin saberlo y aunque seguí vivo al menos… (a decir verdad no sé cuento llevo en el subterráneo… ¿una semana? ¿dos? ¿un mes? ¿un año? No lo sé –mejor dicho, no lo sabía-) yo fui quien le dijo al mundo hasta qué día viví ¿será cierto eso de que cada día es una nueva página y nosotros decidimos como escribirla? En este caso yo decidí hasta dónde registré mi vida y en el lapso de diciembre a marzo he estado muerto, he sido inexistente, inexistente como casi veinte miembros del grupo que ya habían muerto.
Pasaron al menos cuatro días (las bajas del grupo seguían) –días que yo contaba a mi manera; procuraba ser el último del grupo en dormir y cada vez que nos levantábamos era medio día, así llevaba las cuentas, así mi mente me lo decía- cuando encontramos a dos personas un, uno era un físico de nombre Isacc y el otro un profesor, con una pierna lastimada (hecho por el cuál no habían salido), llamado Ledva. Éste nos condujo a un pasadizo que daba directo al sótano de una panadería (o lo que fue una panadería). Estaba abandonada.
Tras comer duraznos enlatados, me acerqué, con sumo cuidado, a la ventana. Conocía la calle, por supuesto que la conocía. Estábamos en la Main James Rot esquina con la 43 st. Frente a nosotros estaba la Biblioteca Robett J’me. También pude notar que había, a simple vista, tres carruajes policiacos y dos agentes en la entrada pidiendo papeles de identificación a todo el que ingresaba. Nos seguían buscando.
Pasamos dos días y tres noches (ya siendo en tiempo normal y no el mío) en la panadería. Ledva falleció en la primera noche y dos más le siguieron en la segunda. Quedábamos Isacc, una periodista (reconocida por sus artículos amarillistas al gobierno) de nombre Elzbeth y por último yo.
Isacc logró contactar a alguien (de quién aún ignoro el nombre) por telégrafo. Nos informó que podríamos salir de allí, que un carruaje pasaría antes del toque de queda.
No tardó en llegar, serían las siete de la tarde cuando arribó. Al ingresar un hombre, que iba tapado hasta el último rastro de piel, nos informó la situación. Comentó que el país entero había entrado en caos. Nadie podía salir del territorio. Se culpaba, y perseguía, a toda la Sociedad Científica. Mencionó que habían descubierto una Verdad que podría acabar con la humanidad hasta donde la conocíamos (o al menos con el sistema que conocíamos). Así mismo supimos que habían pasado ya dos meses y quince días desde esa última página, exactamente, finales de febrero. La conversación continuó, pero ya era de poca importancia para mí.
Una vez que bajamos del carruaje el hombre misterioso nos invitó a pasar a lo que parecía una mansión o bien un ayuntamiento. Al llegar nos ubicaran a cada uno en una habitación distinta donde(al menos yo) pude despegarme del horrible olor y podredumbre que hacía tiempo me rodeaba. Fui llamado a cenar. Nos reunimos, una vez más, el grupo de la alcantarilla. Acabada la cena se nos dio estricta orden de no abandonar el edificio. Regresaba a la alcoba que me fue asignada cuando Isacc y Elzbeth me llamaron a un pasillo con poca luz.
Lo primero que dijo Isacc fue que pocos miembros de la Cognoscere Societatis habían sobrevivido, que el país se había trastornado en una cacería de ciencia. Que la Verdad había sido vista por todos nosotros y que los altos mandos pretendían ocultarla una vez más. Por ello estaban matando a todo aquel perteneciente a la Sociedad. Elzbeth estaba afligida, propuso que escapáramos. (En ese momento lo creí una estupidez ¿cómo escapar si en las fronteras revisaban todo lo que entraba y lo que salía? Y fue cuando ella contestó mi pregunta). Ideamos el plan y creímos que, aunque riesgoso, era la única opción.
Al día siguiente nos alistamos para salir, eran alrededor de las once del día, momento en el que, por lo que nos dijeron, los agentes de policía no laboraban. Acordamos vernos dentro de dos horas en la estación de tren número 3B y así poder salir de Sack´te y, de ser posible o una vez seguros, compartir la Verdad (la cuál hasta antes de llegar a casa desconocía). Tome un carruaje que me llevara a la st. Camber’igh, esquina con la 39 st. Falc’ne una calle antes de donde se encontraba mi casa. Una calle antes de contarte esto.
¿Por qué regresé a casa cuando bien pude simplemente dirigirme a la estación y esperar a la seguridad? Simple, aún desconocía la Verdad. Al llegar tomé una valija y comencé a empacar unos libros, unos artículos, mis notas, mis libretas y demás. Me golpeé una y otra vez. No podía dejar de pensar en qué sería esa Verdad (que al parecer ya conocía según Isacc). Una y otra vez lo pensaba, buscaba algo que lo pudiera contener. ¿Qué había pasado ese último día que te escribí? ¿Por qué nos empezaron a perseguir? Mientras te escribo leo lo que hice en tu última pá…
(Me ha interrumpido un ruido. El viento debió azotar una ventana)
gina. Continúo leyendo y escribiendo estoy tan concentrado que tarde me he dado cuenta que no abrí ninguna ventana y que cerré la puerta al entrar. Debe ser algo más, pero mis ojos no despegan la vista del texto. Creo que lo tengo, creo que la estoy encontrando, mejor dicho Ella me está encontrando. Hay ruido en la casa, más fuerte que el anterior, se escucha cómo caen los muebles. ¿Por qué caen?... No caen… ¡Las tiran! ¡ESTÁN TIRANDO TODO! Se oyen pisadas en la escalera, no tardan en entrar. Sigo leyendo, y estoy por acabar la última página del 11 de Diciembre. La Verdad está ahí y la Verdad trae detras de mi cabeza el frío metal de una bala.
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Canasta de Cuentos Corleónicos
Short StoryCompilación de cuentos completos y cortos. Las temáticas serán variadas y la idea es generar historias que expresen diversas posturas, ideologías, palabras, pensares, etc. desde distintos puntos de vista. Uno de los objetivos a lograr es tomar el u...