Han pasado veinte días desde que estoy aquí, en esta clase de escondite, sinceramente solo veo a Perrie y al Doctor Evans. Con la rubia tengo poco contacto, ya que quiero mantenerme al margen, ella siempre, siempre es amable conmigo, siempre busca darme que comer y además de eso cura las heridas. De verdad le estoy agradecido, solo espero que mi base no los ataque. Suspiro suavemente mirando el techo.
Extraño mucho a mi hija y la extraña a ella, Naomi, se que ella me dejó y esta con otro hombre pero la verdad es que quiero ver a mi hija.—¡Hola! — escucho la voz suave de la enfermera Perrie, ella me regala como todos los días
—¡Hola! — saludo y ella me mira.
—¿Estás bien? — pregunta, luce preocupada.
—La verdad — digo — realmente no
Ella asiente y baja la mirada —¿Quieres hablar?
—¿Por que querría hablar contigo? — pregunto y ella se muerde el labio.
—Solo quiero ayudar
—Ya te dije que no necesito tu ayuda
—Bien — dice rendida — ya no te preguntare más nada
—Gracias, te lo agradezco — respondo de forma grosera y ella finalmente suspira.
Se marcha sin decir nada y suspiro.
He sido un idiota. Finalmente horas mas tarde, me levanto con leve cuidado. Siento un poco de curiosidad de este lugar, abro la puerta y me adentro a un pasillo.
Puedo escuchar unas voces.
—mañana mismo vamos a atacar —escucho a uno hablar—¿está seguro Señor?
—Bien seguro — responde mirando el mapa.
No puede ser, siendo silencioso me devuelvo al lugar hasta que escucho unos gritos y unos estruendos. Perrie y el Dr. Evans entran rápidamente.
—debemos marcharnos — comunica Perrie mirándome.
—¿Que diablos sucede?
—Nos han hecho una emboscada y si queremos salir con vida, debemos irnos — responde y salgo tras de ellos.
Sabía que esto iba a suceder, Irán no se iba a quedar con los brazos cruzados.