Aterrada, Ligeia comenzó a gemir, mientras sentía cómo el mundo entero se hundía bajo sus pies. Podía oír, como si fueran golpes, un ruido de pasos apresurados quese acercaban a ella, y la puerta de su habitación se abrió de par en par.
Dicen que cuando sientes que tu futuro se desvanece, ves desfilar todo tu pasado ante tus ojos. Pero, en aquel momento, Ligeia solamente pudo recordar, muy vagamente, el susurro de un viento ominoso. Como un lamento lejano perdiéndose en calles demasiado llenas que, en realidad están completamente vacías.
* * *
—Estanoche va a pasar algo —dijoVictoria, con cierta emoción contenida—. Algo malo.
Ligeia la miró, alzando las cejas, y le dirigió a su compañera de residencia una sonrisa un poco irónica.—¿Y eso?
—Por favor, mira que día hace ¡Es un tiempo rarísimo!
Pero ella sólo levantó los hombros, con un gesto de divertida resignación.
Realmente, aquella tarde de diciembre estaba resultando lúgubre y desapacible. El día, que había amanecido conun luminoso cielo azul, diáfano y resplandeciente, se había ido nublando poco a poco. En aquellos momentos, durante el temprano atardecer, las calles de Granada estaban iluminadas por una extraña luz difusa, un crepúsculo mortecino en el que la luz y las sombras parecían fundirse sutilmente hasta ser indistinguibles la una de laotra. El viento, suave y gélido, agitaba las hojas de los árboles, que se derramaban lentamente sobre las aceras como gotas de oro vivo.Las dos amigas caminaban rápidamente por el concurrido Camino deRonda, hacia la residencia, las manos escondidas en las mangas de los abrigos para protegerlas de la brisa invernal, que se sentía como un millar de finísimas agujas de hielo sobre la piel.
De pronto,Ligeia sintió un escalofrío.Una imagen fugaz cruzó su mente como un relámpago.
Entre la gente que transitaba por el Camino de Ronda, en medio del bullicio de las parejas jóvenes que paseaban cogidas de la mano, los grupos de estudiantes que caminaban de un lado a otro con sus mochilas a la espalda o charlando con amigos, los padres que iban con sus hijos pequeños al parque cercano, había una figura inmóvil, observándola fijamente.
Una chica de estatura mediana, con el pelo largo, rizado y oscuro que enmarcaba un rostro de piel blanca y unos penetrantes ojos glaucos. Sus facciones eran armoniosas, aunque un poco severas, y vestía de oscuro, abrigada con una sobria trenca de color azul marino.
Cualquier otra persona que la hubiera visto pensaría solamente en una caminante solitaria, discreta, que casi se sumergía en el mar de gente que cubría las anchas aceras, y lo único que les hubiera llamado un poco la atención es la aparente falta de expresividad de sus finos rasgos, pero Ligeia se quedó completamente petrificada.
Aquella chica era ella misma.
Sus ojos eran los suyos, sus largos rizos negros caían sobre sus hombros de la misma forma que los suyos, e incluso la pesada trenca era la misma que ella llevaba. Era como si se estuviera mirando en un espejo.
Entonces, aquella otra Ligeia le dedicó una sonrisa maligna, y la joven se estremeció hasta el fondo de su ser al ver aquella mueca cruel y fría cruzando su propio rostro.
En ese momento, advirtió que su doble parecía estar envuelto en una extraña sombra, como si un halo oscuro y sobrenatural emanase de ella. Sus dientes eran más largos que los suyos, afilados como cuchillas de marfil, y el verde de sus ojos se volvió de color rojo sangre.
Cuando aquel ser abrió los labios,lo que brotó de ellos fue un sonido extraño e inhumano, como un grito agudo, fuerte y frío como el hielo, una risa macabra y antinatural que resonó en la mente de Ligeia como el retumbar de untrueno.
—¡Ligeia! ¿Estás bien?
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Evadida de las sombras
FantasyUna recopilación de relatos góticos sobre las extrañas aventuras de la joven estudiante Ligeia durante sus años de estudiante en la ciudad española de Granada.