Paseo con el hámster hacia plasma y glóbulos

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Era un nuevo día, querías creer que estabas en tu casa, pero al abrir los ojos, tu lengua seguía enredada con la de Pou, tu hijo baboso. Te exaltaste, y le dijiste a la masa alien que olvidara todo lo sucedido. Él parecía estar de acuerdo... O no, pues no podía hablar ni tenía extremidades, pero eso querías creer.

Pou y vos decidieron sacar a pasear a la mascota, un hámster tierno y dorado llamado "Peti".

Salieron juntos, en un auto descapotable, a toda marcha por el campo. Vos manejabas tranquilo pero Pou te pedía acelerar, y lo hacías.

No podías creer lo que estabas viviendo, era toda una fantasía; los árboles, el pasto, Peti... ¡TODO ERA PERFECTO!

En un momento del viaje, el hámster se sentó encima tuyo y tu hijo se alteró, comenzó a moverse mucho e intentó alejar a la mascota de tu lado. Lo tiró para el asiento de atrás con mucha violencia, sentías miedo.

– ¡Basta! Eso puede ser peligroso, ¡no te quiero ver haciéndolo de nuevo! – Dijiste.

– ¡Basta! Eso puede ser peligroso, ¡no te quiero ver haciéndolo de nuevo! – Repitió la masa con celos en los ojos.

Ya estaba atardeciendo y decidiste dar media vuelta, tu hijo se había puesto furioso, no dejaba de gruñir, pero ya estaban muy lejos de casa y querías volver antes de que anocheciera.

Todo parecía ir calmandose en el auto, hasta que Peti, desde la parte trasera, tocó tu hombro con su patita. Pou, con una mirada serena, volteó su cuerpo y mordió la pata del hámster con gran brutalidad, tanta, que se la arrancó con la boca.

–¿¡QUÉ ESTÁS HACIENDO!?– Dijiste alterado al borde del llanto mientras intentabas concentrarte en manejar.

Pou no repitió tu diálogo, pues estaba saboreando los dedos de la mascota.

Los gritos de dolor y llanto del hámster te ponían muy nervioso, quisiste frenar el coche, pero no andaban los frenos.

– ¡Por favor! ¿¡Qué no hay frenos en este auto!?

Una vez terminaste de decir eso, chocaron. Pou, Peti y vos volaron por los aires.

Quedaron hechos puré de zapallo contra el suelo, no te hiciste tanto daño, pero al ver a los otros dos quedaste boquiabierto...

Tu hijo tenía la boca ensangrentada, y la mascota estaba partida a la mitad por una roca.

La tensión aumentaba cada vez más, un sudor frío recorría todo tu cuerpo, te latía fuerte el corazón, y no sabías que hacer.

El alien se estaba desangrando, pero no perdía su serenidad.

–¿¡Co-cómo puedo ayudarte!?– Exclamaste con lágrimas en los ojos.

Pou no podía mover bien su boca, pero se acercó a Peti con la intención de enseñarte que hacer. Entonces, comenzó a chupar la sangre del hámster mientras te miraba fija y seriamente.

Estabas muy nervioso, no sabías si era lo correcto, pero le hiciste caso. Lo acercaste con tu brazos, y con muy mucho asco, comenzaste a succionar la sangre de los labios de tu hijo. Él comenzó a besarte mientras te pasaba su plasma y glóbulos.

Tu boca se volvía una mezcla de saliva y coágulos, ya llevaban casi una hora en ese beso, te daba asco, pero te agradaba de cierta forma.

Las heridas leves de la masa alienígena comenzaban a cicatrizarse lentamente sobre tus labios que lucían un rojo carmesí.

Una vez extinta la pasión, volvieron a casa sin mirarse a los ojos en todo el camino. Al llegar, Pou se ofreció a hacer la cena, y cuando creías que lo feo había pasado, tenías a Peti muerto en tu plato.

– ¡Sos inmundo! ¿Qué te pasa? ¿¡Por qué lo hacés!? – Le reprochaste.

- ¡Sos inmundo! ¿Qué te pasa? ¿¡Por qué lo hacés!? – Repitió. No dijiste más nada y te comiste al hámster sin chistar.

Tu travesía con Pou (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora