[TERMINADA]
«-¿Es así como ves esto? ¿Esto es protección? Es confinamiento, Tony.
-Ella no es una ciudadana de los Estados Unidos y no le dan visas a armas de destrucción masiva. Lo sé, intenté conseguírsela.
-¡Es una niña!
-Eso no te importó cuand...
Definitivamente no volvería a viajar en un jet privado. Si bien la comodidad sumaba muchos puntos allí, la pérdida del perfil bajo genuinamente no lo valía. Ya tenía demasiado llamativo su cabello como para querer que también voltearan a mirarla por ser la chica que bajaba del jet de Stark Industries. Tuvo que prescindir de su pequeña maleta y traer una más grande, por no despreciar los caprichos que Tony y Clint sintieron la necesidad de cumplirle. A estas alturas, estaba segura que renovaría el guardarropas con sus regalos, cuanto menos.
Pidió un Uber desde la pista privada hasta el departamento y en menos de diez minutos ya se encontraba en un barrio conocido. James estaba esperándola en la puerta del edificio con Luna en sus brazos. Demonios, sí que lo había extrañado.
Bajó a la mayor velocidad que le permitían sus piernas y agradeció internamente que la maleta no representara un obstáculo, antes de colidir con Bucky y reemplazar a Luna en el lugar entre sus brazos. Esos seis días habían pasado en años perro para ella y, si la fuerza con la que él la recibió hablaba por sí misma, también para él.
—Te extrañé —susurró en su oído antes de separarse de él y enfilar para subir las escaleras. No resultó demasiado bien, dado que él parecía negado a soltarla—. Te prometo que no me iré —ella lo besó en la mejilla, ya que por la cercanía le costó acceder a otro lado, y él pudo suavizar su agarre.
—¿Quieres subir? —aunque Bucky intentó disimularlo, el tono rasposo de su voz lo delató. Liv sonrió, captando la pregunta implícita detrás de su comentario, y tomó su maleta, para luego enfilar escaleras arriba.
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—Te traje algo —ya era de noche y estaba casi segura de haber dormido algo, pero no podía afirmarlo con certeza. Sintió como Bucky se integraba en su lugar y la observaba con intriga.
Se puso de pie y caminó hasta la maleta, aún sin abrir siquiera. Debía confesar que estaba tan entusiasmada por darle aquel regalo como si ella fuese la destinataria. Realmente quería ver su reacción.
La idea había venido días atrás, cuando él la acompañó a seleccionar el regalo de Steve y se quedó mirando con un poco de nostalgia el tocadiscos de la tienda de antigüedades. Probablemente aquel objeto le trajera memorias de sus años dorados, o al menos lo poco que recordaría de ellos.
Le costó más de lo que admitiría en realidad el encontrar un tocadiscos que estuviera en buenas condiciones y casi se vio tentada a robar el de Steve para sus propósitos, pero se dificultaba por motivos más allá de lo moral, sino porque era enorme. Finalmente, y en una actitud bastante arriesgada porque no hay nada que dé más miedo que la Quinta Avenida en época de fiestas, decidió probar suerte en Nueva York, lo cual resultó fructífero, o algo así. Consiguió el formato de tocadiscos, pero no en su tamaño original, aunque de todas formas lo consideró un triunfo. Era un pequeño reproductor de cds que le resultó bastante simpático. Eso y un disco de las mejores canciones de los '30 le pareció la mejor idea, además de un buen chiste interno referido a su edad. Estaba bastante segura de que le gustaría, por no mencionar que ayudaría a hacer sentir su departamento algo más como un hogar.
