Desde pequeña siempre he tenido noción de lo que estaba bien y de lo que no. Por eso siempre huía cada vez que cometía un acto de maldad, sabiendo que mí cometido tendría consecuencias. Como un castigo severo que se asimilaba al del delincuente siendo llevado a la cárcel para luego, matarlo en la silla eléctrica. Eso era lo que me esperaba.Claramente, todo súper dramatizado por mi pequeña yo.
Ahora, con 17 años, ─y bien adulta aunque el gobierno aún no me deje beber─ sigo dramatizando todo.
Porque a pesar de que solamente me he golpeado la cabeza y de esta me ha salido un poco de sangre, no puedo evitar que mí paranoia e idiotez se junten y formen una pregunta para salir de mí boca y ser estrelladas contra la inexpresiva cara de la enfermera de mí nuevo instituto:
─¿No moriré, verdad?
─Porfavor, niña.─ La enfermera refriega sus manos contra su cara.─ Ya te dije que no morirás.
Respiro profundamente para luego dejar salir todo el aire de mis pulmones en un gran suspiro que muestra mí relajación hacia este problema.
Claro, unos segundos después caigo en cuenta de que he cagado mi primer día de clases. Y en ese entendimiento de situación, golpeo las palmas de mis manos contra mi cara, provocando un chasquido fuerte que hace voltear a la enfermera para observar hacia mí dirección atónita, mi acción que seguramente me va a dejar como demente.
─¿A caso no te piensas ir?─ Dice con los brazos extendidos y con cierta desesperación que hace levantarme inmediatamente de la camilla.
─Claro.
Mientras camino por el pasillo de mí nueva escuela, se me es imposible el dejar de pensar en todo lo que pasó. Cuando me dieron los horarios que me tocaban observé con desprecio cómo educación física se hallaba en la primer hora. Siempre fui mala en esa materia. Demasiado. Así que, cuando me dirigí hacia el gimnasio cuando la campana tocó, tuve la desgracia de que jugamos a los quemados. Y no, no me dieron un pelotazo. Claro que no, soy Kim Sunny, si voy a hacer algo ridículo la vida va a tratar de que sea lo más ridículo posible. Y bueno, como quise empezar con el pie derecho con esta materia estúpida quise dar lo mejor de mí esquivando las pelotas que mis compañeros con fuerza sobrehumana lanzaban –y tratar de ser un buen jugador para mí equipo que me eligió de mala gana–.
Lastimosamente, al esquivar una pelota me di contra una columna que se hallaba a mí lado. Para camuflar mí vergüenza opté por hacerme la desmayada de una manera bastante sobreactuada. Ahora que lo recuerdo, se debió de ver bastante patético.
Qué vergüenza.
Al estar enfrente de mí clase agarro el pomo de la puerta, no antes de haber tomado un buen bocanado de aire. Aunque mí mano esté apoyada en él, no la giro. La clase de literatura ha comenzado ya hace veinte minutos.
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Ven aquí, chico rebelde!
Teen FictionKim Sunny pensó en miles de nombres y personalidades para aquel chico golpeado que se resguardaba con ella en esa tarde de lluvia. Al tratar de romper el hielo que habían entre ellos y tras obtener un indirecto "no quiero hablar" hizo que la peline...