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Un último paseo por el hogar.

Las cosas pesadas van en cubos de cartón, las pequeñas en donde antes solían descansar tus viejas botas favoritas y las frágiles envueltas en papel de periódico, acomodadas con tanto cuidado que siquiera debía preocuparme; como por ejemplo, mi corazón.

En una caja pequeña, envuelto en doble papel relleno de letras de tinta. Ahí, justo ahí, debí de haber guardado y protegido nuestro amor.

¿Recuerdas la vieja camiseta amarilla? Aquella que era tan gigante que me hacía ver pequeño, la que tanto amabas porque no hacía falta levantarla demasiado para que se desacomodara y dejara ver más de lo que yo planeaba dejarte. Ahora está en manos de un hombre con sobrepeso (por cierto, le queda demasiado bien).

¿Recuerdas aquél espejo? Aquel en donde siempre escribíamos con algún labial de mamá promesas de amor eterno, donde observé como me besabas por millonésima vez y dije que era lo más extraño que había visto en mi vida. Ahora solo forma parte de un simple baño, sin recuerdos significativos o historias de amor para quien lo vea en un futuro.

¿Recuerdas el viejo sillón? Aquel que, tras cada vez que nos sentábamos, parecía deshacerse y envidiarnos a pedazos. Donde pasamos nuestra última tarde, besándonos, donde por primera vez quitaste mi camiseta y conociste con tus labios todo lo que previamente habías sentido con tus manos. Ahora está en el patio, con su respectivo precio.

¿Recuerdas la vieja cama? Oh, sí... mi cama. Aquella donde perfectamente entrabamos ambos, con sus sabanas de astronautas y acolchados obscuros de tu color favorito: cielo nocturno, otras veces, océano profundo. Donde me diste mi primer beso y me pregunté qué mierda estábamos haciendo para, unos meses luego, experimentar a besos, lenguas y mordidas como era el mundo de los chicos más grandes y con vida social. Ahora está afuera, apunto de ser llevada en un camión para donaciones.


Habitación, sala, baño, cocina, hogar, pasillos y escaleras.

Todo huele a ti. Todo tiene sabor a ti. Todo es un pedazo de ti.


En mi nueva casa, todo es un lienzo nuevo, ya no está tu olor, ni la mancha de jugo que derramaste. Ya no estás tú. Y nunca más estarás. Y eso me hace feliz, porque una nueva casa es una invitación a algo nuevo, a nuevas camisetas amarillas fáciles de desarreglar, a nuevos espejos que serán testigos de mis próximos besos, a nuevos sillones donde me descubrirán, a nuevas camas donde tendré cientos de primeras veces.

Amo mi nueva casa.

Amo mi nuevo lienzo.

Pero, sobre todo, amo mi nuevo yo. 

☼ desenamorarse rima con mudarse ☼Where stories live. Discover now