La mala reputación me precede

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Es sábado de AU \._./

La noche en Nueva Roma era fría en esta ocasión. Como pretor use un poco mis privilegios para salir tan tarde sin que nadie me molestara. Como era costumbre me encamine hacia la colina de los templos, no del todo dispuesto a entrar al "templo" de mi padre.

Vale, entiendo que los romanos con Neptuno no tengan en sí la mejor de las relaciones pero no creo que esa excusa de almacén a la que llamen templo sirva precisamente para que él los vea con mejores ojos.

Y créanme, aún siendo su hijo no es como que me mire mejor. Sigo creyendo que ve a todos como idiotas aquella vez que un loco emperador le declaró la guerra y mandó a sus soldados a apuñalar las aguas con sus lanzas y luego declarar la victoria... si, ni yo me tendría tanta fe a la gente que haya seguido esa orden de atacar el mar.

Aunque también no es como que todos aquí me vean mejor, máximo 3 excepciones hasta ahora, y no solo por ser el famoso hijo de Neptuno sino también por un legado suyo que dicen causó un terremoto o algo así hace tiempo... y si, es a mí al que ven por aquí como si fuera mi culpa o que puedo llegar a hacer algo peor...

Bueno, no se equivocan con eso tampoco. Ya me he ganado algo de fama por alguna tormenta hace algún tiempo o en medio de ataques para defender el campamento.

Suspire y no me quedo otra opción que entrar en el templo, me había perdido en mis pensamientos pensando en todo, y es cuando me sentía oprimido por la sensación que el lugar me provocaba.

Había escuchado a algunos decir que estar en el templo de su padre o madre divino llegaba a darles un sentido de seguridad o les servía para meditar en busca de respuestas cuando tenían problemas... pero en mí tenía el efecto contrario entrar al templo de Neptuno.

De todas las esquinas sentía su presencia... juzgando y molesto por mi sola presencia, como si solo fuera una mosca viniendo a zumbar en su oreja a pesar de tener su orden de venir a reportarme al menos cada dos semanas.

Y empecé a hablar. Sobre cómo los de la quinta cohorte se mantenían mejorando en los juegos de guerra, como ya habían planes de mejorar este closet de limpieza que llaman templo, aún tengo que agradecer a Reyna por ayudarme en eso, y sobre como había empezado a redoblar las guardias con tal de evitar ataques de los monstruos, que han sido más frecuentes y de cómo me he puesto creativo para evitar que se regeneraran casi al instante, otra tormenta a mi lista.

Cuando había terminado la sensación de inseguridad que había tenido en mi pecho solo había empeorado. Como si un torbellino se haya tragado toda la confianza que tenía en al menos recibir algunas palabras de aprobación por mí trabajo.

Lo sé, solo soy un chico que trata de buscar aprobación de su padre que solo lo ha visto como una herramienta para enaltecerse. Y si, es una completa pérdida de tiempo pero nada más me quedaba.

Apenas tengo recuerdos de mi infancia antes de que los lobos me llevaran. Algo sobre cañerías explotando, una mujer que me cargaba en brazos tratando de calmarme... creo que era mi madre, solo por el hecho de apenas recordar como la misma mujer me dejaba en esa mansión abandonando y llorando mientras me dejaba un collar con una pequeña gema de zafiro incrustada en un medallón.

Era lo único que aún tenía de ella y el tesoro que protegía con mi vida. La primera vez que me descontrole fue por un idiota que me lo quería quitar por alguna estupidez de que seguro lo había robado, que era imposible que algo como yo tuviera eso.

Cuando ya no aguante estar encerrado en el templo me despedí lo más educado que pude. Ya había provocado su ira una vez que quise reconocimiento y... fueron unas semanas en las que una pierna rota y algo de miedo al agua me tuvieron en cama.

Cuando al fin me encontré de nuevo en el frío de la noche me sentí capaz de relajarme de nuevo. Necesitaba alejarme de aquí y por eso me dirigí al templo de Júpiter, el templo que se encuentra en el lugar más alto de la colina.

Es demasiado risible como un hijo del mar parece estar más cómodo en lugares altos, más cerca de los dominios de un dios que no dudaría en freírme seguramente. Pero ya aquí podía ver Nueva Roma a lo lejos y las cohortes por otro lado.

A primera vista todo parecía un sueño para cualquier semidiós. Un campamento de entrenamiento para poder defenderte de los monstruos del exterior, donde podrías llegar a conocer otros semidioses en los cuales confiar, y por otro una ciudad con universidad incluida para poder hacer tu vida, una vez el tiempo de servicio acabara, donde diversas familias vivían. Todo demasiado hermoso e ideal... pero eso nunca se aplicaría a mí por más que quisiera.

Aún en mi propia cohorte siempre me veían como si fuera otro monstruo. Aún llegando a ser centurión siempre seguían mis órdenes más por miedo a lo que sería capaz de hacerles. En las ocasiones en que visitaba la ciudad debía ignorar todas las miradas sobre mí y todo lo que podían decir de mí.

Más de una vez había tenido los impulsos de escapar de todo esto. Aún siendo pretor era una figura más temida por los míos que por los monstruos a los que enfrentábamos.

En el asalto al palacio del reconstruido Monte Otris solo pude sentirme bien al pelear contra el titán que custodiaba el trono de Saturno. Todo por el simple hecho de que no mostró ese miedo e incomodidad con el que era visto siempre. Me vio como el mocoso que buscaba a toda costa la aprobación de todos y eso casi me cuesta la victoria. Reyna apareció en el trono en el momento justo para apoyarme y con su ayuda pude derrotar al titán y luego desatar una tormenta para destrozar el trono de una maldita vez.

Y es aquí donde entra Reyna y mis ganas de escapar de todo. Solo yo creía ser el único que llegaba a sentirse atraído por hombres pero me equivoqué completamente al darme cuenta como, en mi tiempo de centurión, algunos de la primera molestaban a uno de la mía por ser homosexual. Ambos aprendieron muy bien a no volver a repetir eso después los golpes que les di muy amablemente.

-Si alguien tiene algún problema conmigo por lo que hice, defender a un compañero de la cohorte a la que estoy a cargo, independientemente de la razón por la que fue atacado puede venir y "hablar" conmigo de eso.

Lo único que me encantó de esa vez de provocar miedo fue ver al estúpido de Octavian temblar por estar frente mío en el momento que vino a reclamar.

¡Y es cuando se me empezó a pegar como una maldita pulga!

Por veces me daba un gusto a la vista en los baños o en los entrenamientos pero tenía que ser mucho más discreto al sentir como me vigilaba desde las sombras. Creo que hasta sospechaba al ver como llegaba a quedarme fijado en uno de los hijos de Apolo por veces.

Si, el gran pretor de Nueva Roma, hijo de Neptuno, solo era otro chico en el closet que se fijaba en un lindo rubio ojos azules que usaba lentes... pero bueno, solo era un crush más y ya.

¿Y dónde entra Reyna en esto? Llego a ver como en medio de los juegos de guerra me fijaba mucho en ese crush que en privado, con sus perros, me pregunto que pasaba conmigo.

Después de como me apoyó frente al trono decidí sincerarme con ella... a lo que se rió los primeros 30 segundos hasta que se dio cuenta que Aurum y Argentum no habían amenazado con lanzarse a mi yugular. Esa noche solo nos la pasamos intercambiando secretos nuestros y ella se había convertido en mi confidente, así como yo el de ella, sin olvidar a sus lindos perritos que ya me dejaban rascarles la panza.

Pero de allí no tengo más que me ate a este lugar. Me aconsejo que fuera egoísta en el futuro y dejara todo atrás pero teníamos un problema con eso: Octavian. Si me iba sería seguro que trataría de usurpar mi lugar y eso solo me hacía sentir miedo de lo que podría pasarle a todo esto.

-Solo quiero un cambio-. Apenas pude decir para sentarme en el suelo y ver las luces a la lejanía, sintiendo como mis ojos empezaban a aguarse-. ¿Debería rendirme, ser egoísta como ella dice e irme o solo resignarme a seguir con esto?

Si tienen alguna opinión o comentario este es un buen lugar para dejarlo. Gracias por leerme y espero que les haya gustado como a mí escribirlo.

Nacido para lucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora