"Un día lluvioso es un día extraño, hasta la persona más animada pareciese estar nublada por el clima". Ese fue mi primer pensamiento al ver el clima de aquel día, mientras me llevaba la tasa hasta mi boca. Miré a un reloj que me vigilaba desde la pared y vi que aún era temprano. Me había despertado a la misma hora de siempre, el mismo horario cíclico desde hace 11 años. Era un miércoles y las materias que tocaban me eran especialmente aburridas. No tengo ningún interés muy destacable, pero las ciencias me parecen un suplicio, me paso toda la clase pensando "cállese, cállese. ¿Cuándo termina esta cosa?" Se que sería incapaz de decírselo a la profesora a la cara, pero en mi mente soy libre.
Mientras me preparaba para ir al colegio una duda apareció de forma espontánea en mi mente, ¿debería llevar paraguas? Se que es una estupidez, pero el día pareciese estar tan triste que en cualquier momento se pondría a llorar, además que la última vez llegue mojado a mi casa y termine dos días en cama. Pensé que llevando el paraguas no perdía nada, así que lo agarré y emprendí el camino hasta mi escuela, no eran más de diez minutos caminando de forma calmada. La música que resonaba en mi cabeza, por medio de mis audífonos, se fundía con la vista del horizonte, parecía que todo lo que veía era un videoclip tan perfectamente sincronizado que uno pensaría que la música era parte del ambiente, como el sonido de los autos o del viento en las ramas.
Cuando por fin llegue al colegio veía como los demás alumnos entraban. Todos vestidos iguales, totalmente desganados, parecían ganado marchando con paso triste y forzado hasta el matadero. Era muy curiosa la imagen que veía, ya que pareciera ser más apropiada para una marcha militar o la partida al campo de batalla, ya que eran mucha carne de cañón, digo alumnos que marchaban con un paso letárgico hasta el lugar donde pareciesen que iban a morir, o eso se podía leer en sus rostros, pero muy poco me importaban los demás estudiantes.
Entré a la sala de clases, y sin saludar a nadie, me tiré sobre mi banco, ya que quería prepararme mentalmente hasta que llegara el desfile de profesores, un tumulto de adultos aburridos de sus vidas y carreras, que planeaban llenar nuestras jóvenes y maleables mentes con conocimiento que, inútil en su sentido más práctico, es bastante útil para entender el mundo, sus habitantes y los fenómenos que nos tocó vivir en esta gran esfera cubierta, casi en su totalidad, de agua. Eso no quitaba el hecho de que sus clases, que parece más una disertación del profesor hacia la pared, porque estos no esperan respuestas, interacción o reacción, me pareciesen una de las actividades más aburridas del mundo, junto con las misas y los funerales.
Logre sobrevivir la primera clase del día, cuando de repente, uno de los altavoces, que estaban dispersos por toda la escuela, empezaron a decir mi nombre y a pedirme que fuese hacia la inspectoría. Preparándome para recibir un regaño, por algo que probablemente nunca hubiese hecho, emprendí rumbo hasta la oficina. A través de los cristales podía ver una figura, que al principio era difusa y de aspecto más bien amorfo, parecía cobrar forma y esta enigmática persona resultó ser mi mamá. Extrañado apresure mi paso.
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Un día lluvioso
Non-FictionEn este pequeño relato, nuestro protagonista, nos narrará algunos días de su vida, que parecían comunes, pero que, gracias a un evento desafortunado, le mostrará como son algunas personas realmente.