5 años antes:
-Señor, la curta fase del proyecto ha finalizado. Las vacunas ya están prontas para ser distribuidas - le informó una joven enfermera enfundada en un traje amarillo. El señor Riordan, quien era el principal director del laboratorio, solo asintió con un leve movimiento de cabeza. Tenía la sangre fría, su trabajo iba antes de todo. Si tenía que sacrificar la vida de una o más personas para alcanzar el éxito de su proyecto, lo haría. Seguramente no sería un peso para su conciencia . Había llegado lejos y nadie le impidiera parar.
-A usted se le entregarán cuatro dosis. Le recomiendo que los beneficiarios sean personas jóvenes - la mujer le guiñó un ojo, y con movimientos lentos le entregó el maletín con las vacunas. Valían oro. Mucho más que oro. Ya tenía destinado a quien se las entregaría.Actualidad:
Hacía ya dos días que llovía sin parar, todo estaba tranquilo y no se oía ningún ruido. Julia estaba harta y muy dolida. Después de comprender que no había más personas vivas por su área, lo único que le quedó fue sentarse en un rincón y ponerse a llorar. Sabia que no solucionaría nada pero...¿que más podría hacer? Los extrañaba muchísimo. No había palabras para expresar lo que sentía.
Cuando se levantó notó que todo su cuerpo estaba débil, no había comido nada en todo ese tiempo. No podía seguir así. Abrió la heladera y sacó comida que su madre había preparado para las fiestas. Otra ola de recuerdos la azotó, pero no se permitió derramar ninguna lágrima. Cuando terminó se dirigió a su cuarto y tomó una larga ducha. Quería hacer como si nada estuviese pasando, aunque en su interior sabía que todo estaba muy jodido.
Antes de abandonar su hogar, se preparó para lo peor. Había visto ciento de películas sobre el fin del mundo, pero nunca pensó que esa sería su realidad. En una mochila apartó una muda de ropa, muchas barritas de cereal y una botella con agua, un libro y en el último momento cogio un cuchillo de la cocina por si acaso. Era hora de ponerse en marcha y descubrir lo que estaba pasando.