Parte 2

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En cuanto pudo salió del lugar con una hermosa sonrisa adornando su galante rostro, y un nuevo e intenso brillo en su mirada, corrió a su auto a penas colocándose su boina y bufanda en el camino. Una vez en el auto tomo rumbo a la estación de trenes, tenía que llegar antes de que partiera un tren rumbo a Chicago, fue mucho el tiempo que estuvo charlando así que no estaba seguro de lograrlo, lo intentaría, ya alguna vez ella, Candy, su novia, había corrido junto a las vías él también lo haría si fuese el caso.

Llegó a toda velocidad estacionándose donde pudo. Se dirigió a la taquilla, sitio en que le informaron que el tren que se estaba abordando era el buscado y que en diez minutos más partiría. Tomó una decisión rápida, no la encontraría en ese tumulto tendría que abordarlo, por suerte este tren hacia muchas escalas y la siguiente sería Philadelphia, en cuanto la encontrara ahí descenderían y entonces sí sería realidad lo que la Sra. Marlow dijo: Candy sería su prometida.

Con el pitido que anunciaba la partida, Terrence, abordó en el último vagón de tercera clase, para buscar desde el comienzo y por qué solo ahí había lugar, bueno, si se le podía decir que había lugar ya que la gente apenas cabía y no únicamente sentada sino que en todo sitio disponible, de pie, recargados, amontonados, con equipaje en todo lugar, era casi imposible moverse. Lo que le daba más esperanza de hallarla fue que en taquilla le comentaron que desde las siete de la tarde esos eran los únicos lugares disponibles, si Candy había decidido en ese instante irse ella estaría entre ese tumulto de gente. Así, la bestia de hierro comenzó su marcha.

Por su parte, Terry avanzaba cómo podía en esa masa de personas y bultos, buscando en todas direcciones pero sin lograr reconocerla, con cada centímetro recorrido se ganó una gran cantidad de insultos, reclamos y hasta aventones al ir brincando bultos y humanos, pero logró llegar al segundo vagón, otra vez lo mismo, no era la primera vez que viajaba ahí, como pasajero de tercera clase en tren, pues mientras ahorraba dinero al no encontrar un trabajo fijo en el teatro, así se transportó a Chicago para conocer el famoso Hogar de Pony, pero en aquella ocasión no intento moverse de su sitio por obvias razones, pero aquí iba una vez más a la búsqueda de su Tarzan pecoso y entrometido. Sí, su, todavía era su, pues la convencería de eso si es que ella se empecinaba en que se quedara con Susana, de sólo pensarlo se estremeció.

No muy lejos en ese mismo vagón escucho a un bebé que lloró, seguido del grito de un insensato que exigía que lo callaran, "Pero qué tipo tan imbécil", pensó el actor sin detener su andar, ni los improperios que le lanzaban.

Al llegar a donde el bebé este ya estaba tranquilo y la madre sentada, continuó con su avance. "Hip, otro borracho" un ebrio tirado en el piso le dijo cuando pasó junto a él, el joven lo miro algo incrédulo ante lo escuchado sin parar su caminar, hasta que súbitamente se detuvo en seco a unos metros de la puerta del vagón ya que le pareció que el viento gritaba su nombre: Terry, un sólo grito lleno de desespero. Apresuró su andar, o al menos eso pretendió, llegó a la puerta para abrirla rápidamente. Lo que vio no lo podía creer: su pecosa esta tirada, arrodillada sujetándose de un pasamanos y dejándose bañar por la nieve. No pudo moverse, sus ojos comenzaron a lagrimear, alguien lo empujo para poder jalar la puerta para cerrarla desde adentro, pero el inglés no se inmutó, su mirada esta fija en la rubia de espaldas frente a él. En ese instante supo que estuvo a punto de tomar la peor decisión de su vida, miro al cielo, cerrando los ojos agradeció al mismo cielo por haber puesto a Roberto, el compositor, junto a la habitación de Susanna, agradeció también porque los hubiera visto despedirse y finalmente agradeció la pequeña charla que mantuvieron.

Lentamente, con temor, estiró sus manos para posarlas en los hombros de Candy y así ayudarla a levantarse. Ella no volteo, tan sólo se dejó ayudar, se encontraba muy cansada, triste, no le interesaba quien fuera. Ya levantada sintió como la abrazaban por la espalda cobijando su cintura, halándola para que su cuerpo pudiera ser recargado en quien la sostenía. Antes de poder decir algo ese alguien habló.

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