Jimin era el menor de tres hermanos, y había sido maldecido con el don de la belleza, poseyendo el rostro más precioso del reino.
Gente acudía desde las grandes y poderosos reinos en busca de apreciar su magnífico rostro de finas facciones.
¿Y por qué era dicha belleza una maldición?
Había miles y miles de personas que lo idolatran, tanto hombres como mujeres, sin embargo, nadie se atrevía a pedir su mano. Todos se consideraban indignos de su hermosura.
Tanta era la admiración que sentían por él, que su nombre obtuvo el título de ser incluso más bello que la misma Afrodita.
Esta información llegó a los oídos de la Diosa, quien se sintió profundamente indignada. Ya habían dejado de respetarla, y sus templos estaban siempre vacíos. Eso la enfado en demasía.
-¡Es que es increíble!— gritó la deidad, frunciendo fieramente el ceño.— ¡Lo aman más a él, un simple mortal, que la la diosa de la Belleza! Es absurdo.
La divinidad con apariencia de una bella mujer estaba en uno de sus templos, iracunda, aún sin creer que el Príncipe Park Jimin fuese más alabado que ella.
A su lado, yacía su hijo, conocido en el mundo terrenal como Eros, Dios de extraordinaria hermosura, heredada por su madre, y brillante astucia, dada por su padre. Contaba con claros signos de aburrimiento. Podía afirmar que su madre era bastante sensible a temas como esos, por no llamarla envidiosa.
Había pasado en otras ocasiones, que alguna deidad menor o mortal fuera alabado en cuanto a belleza, sin embargo, la situación le preocupaba más por que se trataba de un varón.
Eros estaba poco preocupado, y se notaba en la perezosa forma en que movía sus alas.
-Madre.— murmuró.— Es un mortal. A ellos, la belleza se les va.— trato de hacerla razonar, indispuesto a soportar más de sus reclamos.
Sin embargo, la Diosa era bastante obstinada.
-¡Es que mis templos están vacíos! Gente va hasta la otra punta de Grecia para verlo. ¡Solo verlo!
Bufó.
-Lo odio.
-Mamá, él no tiene la culpa de haber nacido con esa belleza.— mencionó, acomodando la túnica que cubría su esbelto cuerpo.— Solo deja el tema. Eo morirá en algún momento, y los humanos volverán a ti.
-No es suficiente.— espetó.— Ese niño me las pagará. Y vas a ayudarme.
-Madre...
-Jungkook, necesito tu ayuda.— mencionó, apresurada.— Y no vas a negarte, ¿cierto? Soy tu madre.
Jeon apretó los labios, sintiendo era mirada aguda en Afrodita, sabiendo que si se negaba, solo obtendría caos que cambio. Ella podía ser muy despiadada si así lo anhelaba.
Suspiró sonoramente, moviendo sus alas con ligereza.
-De acuerdo.— bufó, recibiendo una bella y amplia sonrisa.— ¿Que piensas hacerle?
-Usa una de tus flechas.— le pidió.— Usa una de tus flechas en Park Jimin y haz que se enamore de la persona más horrible jamás vista.
-¿Que ganaras con ello?— pregunto, confundido ante tal requerimiento.
-Diversión.— mencionó, alegre.— Además, algunos lo olvidarán por estar ya casado. Será una jugada maravillosa.
El chico apretó sus delgados labios, mirando hacia su carjac, que reposaba lleno de flechas en su espalda.
Tenia dos tipos de flechas: las de oro, y las de plomo. Las relucientes flechas doradas eran para causar amor inconmensurable, y las flechas de plomo eran para causar la más cruda indiferencia.
Asintió suavemente.
-De acuerdo.— accedió.— Iré hasta ese reino y flecharé al príncipe Park Jimin.
-Ay~.— chilló la Diosa, con una amplia sonrisa.— Eres un hijo tan lindo~
Frunció suavemente el ceño, preguntándose porque continuaba cumpliendo los caprichos de su madre.
Extendió sus alas, antes de salir volando del templo, rumbo al país donde ese bello chico del que todos hablaban vivía.
Él no lo conocía, por que se consideraba un Dios ocupado, repartiendo sus flechas por todo el mundo. Pensaba que vivir sin amor, era lo peor que podía ocurrirle a alguien, mortal o Dios.
Sin embargo, inmerso en su tarea, no había encontrado el amor. Solo se dedicaba a vagar por el mundo, conociendo a miles de personas hermosas, tanto por fuera como por dentro, pero jamás tomando la oportunidad de estar con alguien.
Voló por un corto rato, sintiendo el aire chocar contra su rostro y alborotando sus cabellos.
Cuando llego al reino, noto la gran cantidad de personas que se agrupaban al rededor del castillo, la mayoría tratando de ver a alguien a las puertas del castillo.
Aterrizó con cuidado sobre una de las casas, descansando sus blancas alas, observando hacia las puertas del castillo.
Era el Rey de aquella linda cuidad, acompañado de tres primogénitos.
Tomo su arco, al igual que una de sus más relucientes flechas doradas, acomodandola, y tirando de la cuerda, apuntando.
Observo a los tres hijos, uno más bello que el otro, hasta el menor.
Y se quedó sin aliento.
Los rumores sobre su increíble belleza no eran exagerados.
Era un precioso chico de ojos pequeños y oscuros, pequeña nariz, bellos pómulos y labios apetecibles. Sus cabellos negros contrastaban a la perfección con su blanquecina piel, dándole un aspecto etéreo.
Había quedado boquiabierto, con la cuerda del arco perdiendo la tensión, inmerso en la belleza de ese joven. Pese a que su madre le había presentado a numerosas personas bellas, jamás había visto algo así. Algo tan hermoso como él.
Sin embargo, lo notó. Había tristeza en su preciosa mirada, había soledad. Ese bello chico se sentía solitario.
Miro su arco y flecha, y luego al bello chico.
No tardo mucho en decidir extender sus alas, mirando a ese jovencito una vez más, antes de volar alto, incapaz fe cumplir las órdenes de su madre.
Sin embargo, de su mente no salía el recuerdo de su fino rostro, de su preciosa figura y triste mirada.
Así, el Dios del amor se vio confundido por la forma tan acelerada en que latía su corazón inmortal.
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THE ARROW OF THE BEAUTY ✦ Kookmin
Fanfiction❝-Jimin, un simple mortal, y Jungkook, el hijo de Afrodita, quien le ordenó hacer de su destino un suplicio. Sin embargo, el amor del que era portador, tenía otros planes.❞ ➳ Kookmin. Jungkook Tp ; Jimin bttm ➳Greek Gods! Au ➳Inspirado en el Mito d...