Capitulo 5,6,7 y 8

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Capitulo 5

La primera en entrar en la sala de espera fue Norma, la hermana pequeña de Luciana. Después lo hicieron ellos, los padres. El padre sujetaba a la madre, que apenas si se sostenía en sus brazos. Las miradas de los recién llegados convergieron en las de los amigos de su hija y hermana. Cinta se puso en pie. Santi y Máximo no. Los ojos del hombre tenían un halo de marcada dureza. Los de su esposa, en cambio, naufragaban en la impotencia y el desconcierto. 


La cara de Norma era una máscara inexpresiva.

—¿Cómo está? —quiso saber Cinta.

El padre de Luciana se detuvo en medio de la sala, abarcándolos totalmente con su mirada llena de aristas. Vieron en ella muchas preguntas, y leyeron aún más sentimientos, de ira, rabia, frustración, dolor.

Cinta tuvo un estremecimiento.

—¿Qué ha pasado? —la voz de Luis Salas sonó como un flagelo.

—Nada, estábamos...

—¿Qué ha pasado? —repitió la pregunta con mayor dureza.

Santi se puso en pie para coger a Cinta.

—Tomamos pastillas y a ella le han sentado mal, eso es todo —tuvo el valor de decir.

—¿Qué clase de pastillas?

—Bueno, ya se lo hemos dicho al médico...

—¡Mierda!, ¿estáis locos o qué?

La madre de Luciana rompió a llorar más desconsoladamente aún por la explosión de furia de su marido. Incluso Norma pareció despertar con ella. Se acercó a su madre buscando su protección. Sin dejar de llorar, la mujer abandonó el regazo protector de su marido para abrazar a su hija pequeña.

Luis Salas se quedó solo frente a ellos tres.

Cinta tenía los ojos desorbitados.

—¿Cómo... está? —preguntó por segunda vez.

La respuesta les alcanzó de lleno, hiriéndolos en lo más profundo.

—Está en coma —dijo el hombre, primero despacio, para agregar después con mayor desesperación, con los puños apretados—: ¡Está en coma!, ¿sabéis? ¡Luciana está en coma!


Capitulo 6

El exterior del after hour era un hervidero de chicos y chicas no precisamente dispuestos a disfrutar de los primeros rayos del recién nacido sol de la mañana.

Unos hablaban, excitados, tomándose un respiro para seguir bailando. Otros descansaban, agotados aunque no rendidos. Algunos seguían bebiendo de sus botellas, básicamente agua. Y los menos echaban una cabezada en los coches ubicados en el amplio aparcamiento. Pero la mayoría reían y planeaban la continuidad de la fiesta, allí o en cualquier otra parte. Cerca de la puerta del local, la música atronaba el espacio con su machacona insistencia, puro ritmo, sin melodías ni suavidades que nadie quería.

El único que parecía no participar de la esencia de todo aquello era él.

Se movía por entre los chicos y las chicas, la mayoría muy jóvenes, casi adolescentes. Y lo hacía con meticulosa cautela, igual que un pescador entre un banco de peces, sólo que él no tenía que extender la mano para atrapar a ninguno. Eran los peces los que le buscaban si querían.

Como aquella muñeca pelirroja.

—¡Eh!, tú eres Poli, ¿verdad?

—Podría ser.

Campo De Fresas - Jordi Sierra I FabraWhere stories live. Discover now