Abuelita María

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El ambiente de esa noche era extrañamente aterrador. La luna apenas y podía vislumbrarse, parecía que tuviera conocimiento de los terribles hechos que sucederían y se negaba a ser testigo de ellos. Era una noche de agosto con un aire helado que provocaba escalofrías, los árboles se movían siguiendo la trayectoria del viento siendo el único ruido que se escuchaba por las calles. Parecía que el universo sabía que ocurriría una tragedia y quería anunciársela a los vivos aunque ya después fuera demasiado tarde como para que ellos pudieran hacer algo.
La mañana siguiente surgió la explicación de porque el ambiente tan lúgubre y aterrador de la noche anterior: la abuelita María había sido asesinada a sangre fría mientras dormía. Los vecinos de la calle lloraron muchísimo su muerte pues todos sentían un profundo cariño por la mujer y se preguntaban como alguien había tenido el corazón para hacerle algo así a una persona tan amable y dulce. La abuelita María era llamada así por todos quienes la conocían, siempre tenía una palabra de aliento, un consejo o un abrazo para los problemas que a sus queridos amigos acongojaban; amaba jugar con los niños y les daba dulces de vez en cuando, les cocinaba postres deliciosos y los protegía de cualquier mal. Era prácticamente la abuelita que cualquier persona desearía tener y los vecinos la veían de esa manera: como su abuela.
La policía llego al lugar del crimen horas después del trágico incidente y acordonaron la zona. Los peritos recogieron el cuerpo de la abuelita María mientras los vecinos los miraban manteniendo su distancia con ojos llorosos; todo mundo estaba profundamente herido y esperaban que la policía diera con el desgraciado que había cometido semejante acto. Sin embargo, quien arrebató a abuelita María de su lado fue un ser calculador probablemente experto en la materia que no dejo ni un solo rastro de su paradero. Arreglo las cosas de tal manera que el incidente pareciera un homicidio accidental después de que la mujer se resistiera a un robo a su casa. Los vecinos demandaron a la estación de policías una investigación mas profunda y eficiente pero no había mucho que ellos pudieran hacer, el asesino era un verdadero experto que había cubierto cualquier pista que pudiera vincularlo al suceso. Por más que la policía investigo no pudo llegar a una conclusión diferente: la muerte de la abuela María había sido producto de un robo a su casa. Los vecinos no quedaron convencidos de tal versión y exigían resultados a la autoridad pero no había mucho más que ellos pudieran hacer; se encontraban perdidos en el caso sin saber que rumbo seguir.
Furiosos y decepcionados formaron una cooperación para contratar un investigador privado: alguien que sí pudiera darles resultados y hacer justicia contra aquellos desalmados asesinos. Contactaron con el mejor detective de la ciudad y le rogaron que investigará los hechos, ellos estaban dispuestos a pagar lo que fuera pero querían a alguien tras las rejas, querían que alguien pagara la condena por el asesinato de abuelita María.
El detective aceptó dudoso solamente porque el caso era muy curioso. A primera hora de la mañana, cuando los vecinos despertaron de un sueño intranquilo, el detective ya se encontraba investigando la casa. No hubo rincón que no inspeccionara, puerta que no atravesara ni jarrón que no levantará. Recorrió la casa en múltiples ocasiones y hacía anotaciones en su pequeña libreta. En la tarde se dedico a entrevistar a todos los habitantes de la calle, primero por familia y después integrante por integrante; desde el más pequeño que pudiera articular palabra hasta el mayor de los adultos. Al anochecer el detective ya había puesto de cabeza las casas de la mitad de la calle diciendo que todo era en nombre de la investigación. Parecía que le daba una importancia inmensa al caso y que haría todo lo que estuviera en su poder para llegar hasta el culpable. Pero solo lo parecía.
Al llegar a su casa, después de haber montado tremendo circo, el detective se sentó en su sillón favorito y admiro la oscuridad. Sonrió para si mismo, primero lentamente y después a carcajadas; se repetía a sí mismo que era muy curioso como el destino había decidido llevar a los vecinos de la vieja justamente ante el y lo tomaba como una invitación a asegurarse de que su nombre no se vería manchado. Aceptar el caso había sido la mejor decisión posible: pudo eliminar cualquier evidencia que pudiera vincularlo al asesinato de la vieja y nadie, ni uno solo de los vecinos sospechaba de él. Nunca se sabría quien había matado a María y el seguiría libre por la calle sin ningún cargo en su conciencia. Era lo que la mujer merecía: que le quitaran la vida así como ella se la quito a su hermana y como se la arrebato a el y a su madre después de habérselas robado. Ella era una delincuente, una mujer frívola y sin sentimientos que le había arruinado la vida a muchos niños y familias. Cuando supo que la policía estaba pisándole los talones desapareció de la faz de la tierra para jamás volver a ser vista por ninguno de sus colegas y supo muy bien como esconderse pero por fin se había hecho justicia y el podría dormir en paz. Recordó el juramento que hizo ante la lápida de su hermana de destrozar con sus propias manos a quien le había hecho tanto daño y como se lo repitió años después a la tumba de su madre cuando ella murió de tristeza por su hija. Después de tantos años de malas noches y pesadillas reviviendo recuerdos, el detective durmió profundamente sin tormento que lo hiciera pasar la noche en vela. La abuelita María no volvería a respirar.

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2020 ⏰

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