Paso el tiempo, Chenle se fue al mes después de Jisung, la familia que lo acogió lo quería como un verdadero hijo, como debía ser.
Hoy con 18 años Chenle se encontraba en la Universidad corriendo de un lado a otro.
— Chenle ya relájate, la habitación está limpia, no necesitas dejarla totalmente blanca.
— Hoy tendré un compañero nuevo Jeno, debe estar todo limpio, todo perfecto, será alguién nuevo en la escuela, así que debe tener una buena impresión.
— Cuando conozca a los maestros esa impresión se irá por un tubo Chenle. - sonrió y sonó una alarma.
— Ya va a llegar, vete, vete, vete, te veo en el almuerzo, adiós.
Cerro la puerta y siguió acomodando todo hasta que se escucho la perilla.
— Disculpa, ¿esta es la habitación 432? - dijo un chico viendo un mapa de la Universidad.
— Si, si, al parecer serás mi nuevo compañero, mi nombre es Zhong Chenle, bienvenido.
El chico del mapa abrió los ojos y miro a su compañero, era muy parecido a alguien que fue especial para él, su sonrisa, su nariz , sus labios, pero sus ojos le dijeron que no se equivocaba, solo conocía a una persona que sonreía con ellos.
— Hola, mi nombre es Jisung, Park Jisung. - estrecho la mano y sonrió viendo a esa persona que pensó no volver a ver.
Una sonrisa cubrió el rostro del mayor, quien después de un corto tiempo reaccionó.
— Bienvenido, dejame mostrarte la habitación - sonrió - mira aquí hay una mesita donde puedes hacer tu tarea, dibujar o escribir - señalo el escritorio.
— Aunque prefiero el suelo, es más cómodo - dijo el más joven con nostalgia.
— En este casillero pondrás tu ropa y dormirás en la parte de abajo.
— ¿No puedo dormir arriba?
— No, a mi amigo le dan miedo las alturas, además se puede caer.
Chenle sonrió y tomó al osito blanco, se paro frente al joven que alguna vez fue un niño temeroso y lo estiró en su dirección. En ese momento el tiempo regreso al pasado, al día en el que se despidieron, pero esta vez era distinto, las lágrimas que cayeron ese día se convirtieron en sonrisas y los dos pequeños que se separaron se reencontraron, dándose cuenta que nunca rompieron su promesa.
— Me alegra de verte de nuevo Lele - sonrió el castaño.
— También me alegra, Sung.
Dicho esto se abrazaron, con lágrimas llenas de felicidad y siguieron su vida cómo buenos amigos, o algo más...
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