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    Era una noche fría y gélida, ya habían sonado las lejanas campanas, marcando la hora de empezar a celebrar. Carruajes que transitaban en la húmeda y congelada calle, se detenían frente a las rejas abiertas que daban la entrada a una fiesta en una gran y hermosa casa.

    En una de las numerosas ventanas se podía observar a la única hija del anfitrión, mirando de manera melancólica la empapada calle que reflejaba la luz de la luna.

—"¿Y... Y si no habla el mismo idioma?"— Preguntó la joven de piel morena con un tono de voz que intentaba aparentar serenidad pero que claramente denotaba nerviosismo, buscando excusa tras excusa.

    Tras ella, la voz de una mujer, madura en comparación de la joven, con un tono risueño e irónico, surge en respuesta de la pregunta.

—"Se escribe cartas con tú padre, que sea extranjero no significa que no pueda mantener una conversación básica..."— Afirmó su dama de compañía doblando sábanas sobre sus propios brazos.

—"¿Y si no me gusta?"— Exclamó mientras se volteaba y posaba su nerviosa mirada en la mayor.

—"¡Pues que mal! Tu padre esta fascinado con él, pero si quieres puedes decirle donde estaré durante la fiesta para que venga a pasar un rato conmigo..."— Comentó de manera coqueta entre risas.

  Suspirando Mary vuelve a observar el exterior, sorprendiéndose al instante al ver a su padre, quien odia salir de sus preciados terrenos, fuera en las calles dándole la bienvenida con lo que aparenta ser un amistoso apretón de manos a alguien a quien no reconoció-

     Al instante se ocultó detrás de las cortinas, y con una expresión de pánico chilló -"¡Es él!"- .

—"¡Y mírate, sigues en camisón! ¡Toma, cámbiate, rápido!"— Exclamó alcanzando el vestido, zapatos y demás accesorios, que anteriormente seleccionaron con delicadeza, a la muchacha, que estaba hecha una maraña de nervios.

     Ella, Peach solía reprocharle a menudo, ya que si no era firme con ella, se relajaría y no escucharía sus advertencias y conejos, siendo su mejor amiga y dama de compañía tiene como deber de ayudarla en lo más que pueda, con o sin firmeza. Quien en este momento observaba a la menor desesperada por arreglar su cabello mientras suspiraba, sonreía y se acercaba a ella para ayudarla y calmarla.

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     Minutos después, se puede contemplar a la joven de largos y negros cabellos, recogidos en un rodete delicadamente trenzado, vestida con un deslumbrante vestido rojo, con tonos bordo, de varias capas y largos guantes de varios valores más claros que el vestido. Su dama de compañía, bajando detrás de ella, lucía su atuendo habitual. 

     La habitación de paredes bordo se veía un poco mas oscura que de costumbre, tal vez sea por que quisieron dar otro tipo de ambiente, habían movido los muebles y las decoraciones a las paredes para que entraran mas personas en el centro del salón, y por alguna extraña razón, el techo se veía mas bajo que de costumbre, sin mencionar que el suelo a cuadros blancos y negros estaba reluciente, pero se podía ver a duras penas debido a la cantidad de invitados, la mayoría no los había visto jamas.

—"¿Donde crees que esté...?"— Le preguntó subiendo escalones en reversa para asi tener mejor viste del salón y sus invitados.

—"No se, no me importa-- ¡Y-Y ten cuidado con tu vestido no vaya a ser que te tropieces!"— le regañó Peach bajando las escaleras.

Esta tomo de la mesa de aperitivos mas cercana y le dio a la muchacha distraída dos tazas de té rojo, empujándola para que bajara de los escalones.

sɪᴍᴘʟᴇ ᴀs ᴛᴇᴀ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora