Se observó las marcas que Eraztek le había hecho en el cuello, llorando. Incluso la había dejado tan afónica, que apenas se le escuchaba la voz.
Y le dolía tanto que él despreciara de ese modo la vida de su hijo, que no le importara que al dañarla a ella, también dañaba al bebé.
—¿Se encuentra bien?
Tifay se apresuró a secar las lágrimas de su rostro y asintió con la cabeza, sin poder pronunciarlo palabra alguna.
—¿Y el rey?
—E-En la h-habitación... N-No quiere s-ser m-molestado —pronunció con dificultad.
El oficial asintió con la cabeza, y se fue del pasillo. La jovencita se llevó una mano a su vientre, dejando caer varias lágrimas por sus mejillas.
—É-Él es m-muy m-malo.
"-"-"-"
Había estado todo el día allí encerrado, con sed, algo que jamás había sentido, y hambre también. Aún las ramas del árbol lo seguían rodeando, pegándolo a una de las paredes de la habitación.
Y el haberse transformado en humano nuevamente, lo había privado de sus dones, de sus habilidades. Ahora era igual de patético e inútil como un humano.
Por lo que podía ver por una de las ventanas de la habitación, ya había oscurecido... Y él ya podía ver más en la oscuridad.
Tifay entró unos momentos después a la habitación, con la cabeza gacha, y una vela en sus manos, encendiendo las lámparas para alumbrar la habitación.
Llevaba un vestido rosa pastel holgado, y sus pies descalzos, siempre en contacto con la naturaleza.
Él se mantuvo en silencio, y la observó salir de la habitación, antes de ingresar nuevamente con una bandeja, dónde habían frutas, algunas verduras cocidas, y una codorniz asada.
Ella no comía animales, pero sabía que Eraztek comía carne... Humanos antes.
—¿Vas a soltarme? ¿O planeas tenerme atado toda la vida aquí?
—¿Vas a i-intentar matarme n-nuevamente?
La miró con rabia, y apretó sus puños.
—No.
Ella lo miró insegura, ya que sus reacciones decían lo contrario, pero lo soltó de todos modos. Eraztek la observó molesto, y luego frotó suavemente las marcas que las ramas le habían dejado.
—¿Qué es esto?
—S-Son frutas, c-codorniz y verduras.
—Yo no como esto —le dijo con asco.
—N-No hay h-humanos aquí.
—Diles a los oficiales que me traigan carne de humano, yo no pienso comer ésta porquería. Y dame agua, tengo demasiada sed.
Ella le pasó una jarra y un vaso, que él tomó de mala manera.
—¿Qué esperas? Ve a decirles de una maldita vez que me traigan carne humana.
Tifay salió de la habitación, y le comunicó el pedido que Eraztek le había exigido a uno de los oficiales. Se tocó el vientre, y se fue a una de las habitaciones de la otra punta.
No quería estar cerca de él, no se sentía segura.
Entró a la recámara, y cerró por completo las ventanas y puerta, con gruesas ramas que entraron por una de las ventanas, y se esparcieron como raíces por las paredes.
Fue hasta la cama, y se quitó el vestido, quedando sólo en ropa interior.
Su única prioridad ahora era proteger a su bebé.
—Semillita pequeña, que creces en mi interior, que acompaña los latidos de mi corazón. Semillita pequeña, producto de tanto amor, siempre estaré cuidándote a tu alrededor. Crece pequeño, con la fuerza del viento, la belleza del mar, y la bondad de los bosques de Hermíferas —cantó en un tono bajo, acariciando su panza—. Hijo de mi alma, serás la primera vida que traeré al mundo, y eso te hace muy especial para mí.
La jovencita no podía estar más que feliz por su embarazo, pero esa felicidad se había visto opacada con la llegada de Eraztek. ¿Cómo alguien podía ser tan violento?
"-"-"-"
Le dio una mordida a aquel trozo sangrante de carne, con mucha dificultad, ya que no tenía tanta fuerza en la mandíbula como antes, para poder desgarrar la carne.
Y cuando sintió el gusto a la carne cruda, el sabor a la sangre, arrojó todo al suelo y se fue directo al baño a vomitar, con asco, sintiéndose tan enfermo.
Golpeó con rabia todo a su paso, destrozando cualquier cosa que estuviera a su alcance, sintiéndose tan impotente.
Era un hecho, él ya no era más un wamelkiano, esa maldita hada y su engendro le habían arrebatado la vida que tanto amaba.
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