¿Alguna vez han sentido estar encerrados en un sueño?
Pues la abuela era mi sueño, esa dulce mujer que solo amaba su jardín y los cristales. Jamás entendí la obsesión por ello, más sin embargo creo que con ella comienza mi horroroso disgusto por las rosas.
Cuando era pequeña, mis padres solían dejarme todo el tiempo con ella, mi madre fue una irritante telefonista y mi padre un lector de una fábrica de cigarrillos. Jamás tuvieron el tiempo suficiente para hacer correctamente lo que la abuela hacía por mi, ignorarme.
Claramente, cuando tienes cinco años no entenderías que tus padres son una mierda. Recuerdo a mi abuela siempre fumando en el jardín, apreciando lo que ella misma hizo, una narcisista que contaba con 47 espejos en toda su casa. Odiaba que yo me acercara a su jardín para jugar, pero no era suficiente para impedirme no hacerlo. En una ocasión me acerque a apreciar el hermoso color rojo de las rosas, ella lo notó, pero no dijo nada, -Abu ¿por que las rosas se llaman rosas si son rojas?- pregunté, ella solo aclaró que habían de distintos colores, que incoherencia por parte de ellas ¿No?, desde ahí noté la hermosa hipocresía que guardan entre sus pétalos. Me acerqué demasiado haciendo perder mi equilibrio y cayendo sobre ellas. Sentía sus espinas lastimarme la cara, mis brazos estaban llenos de ellas. La abuela se alteró por el daño ocasionado a sus hipócritas rosas, me levanto y en seguida la escuché lamentarse con ellas, ¡por Dios! ¿Es enserio? ¡Estoy herida!.
Después de unos minutos se vio dispuesta a ayudarme, la culpa la tuvieron ellas, me atrajo su belleza y terminaron lastimándome.