¿A dónde irá parar ahora el alma de Fernando?
¿Dónde quedarán los sueños por demás anhelados?
¿En qué momento habrá ocurrido, que no lo notamos,
tal proceso deshumanizante, tan vil, tan repugnante
para hoy haber llegado a este triste lugar?
El 19 de Enero de 2020 le arrebataron la vida con los dientes,
sin coraje, sin remordimiento.
Se fueron a dormir con una almohada que se los permitió
sin pensar en esa familia a la cual le quebraron el corazón en dos.
Hoy la sociedad se indigna por la muerte de Fernando
aunque yo sé que terminarán por olvidarlo
como el hombre en situación de calle tackleado, las imágenes y videos sin consentimiento,
todos aquellos acontecimientos parece llevárselos el viento.
Si las zapatillas manchadas con sangre no fueran de marca, ni tan caras,
hoy el mundo entero pediría penas más altas
pero esas manos manejan billetes de otro valor
así que "pudo ser tanto alcohol", "pudo ser un error".
Publicaron que poco faltaba para volver a la playa
a romper lo que les faltaba,
y cumplieron: rompieron un cráneo, un cuerpo,
una vida, una novia, una familia.
Musculosos, rubios, bronceados, adinerados
varones blancos, jugadores de rugby
entraron con camisas limpias
salieron ensuciando sus caras zapatillas
sin miedo de caer en una oscura celdilla
caminaron con sangre en las manos
porque saben que la policía está de su lado.
Esos pibes son culpables de cada golpe que dieron
de los delitos que cometieron, de cada uno
de la sangre que vieron correr y no los detuvo.
Pero la coyuntura del deporte es responsable
del arraigambre de esos valores en los jóvenes:
el otro no es otro, es algo
algo que si no me gusta puedo romperlo, puedo dañarlo.
Se confirmó el estigma: el rugby los entrena para matar en pleno día,
no les enseña que no es un vale-todo ni la cancha ni la vida.
La sociedad esboza que lo mataron como a un animal,
me aterra pensar que quizás, un animal,
les hubiese generado menos aversión y más piedad.
Cada vez que escuché hablar del famoso "derecho de admisión"
fue por una gorra, la tez oscura
algún pibe de clase media-baja que los atemorizaba
cuando los asesinos van de camisa
compran Jack Daniels y bailan en el VIP.
Fervorosa y tristemente puedo predecir
que los lunes volverán a abrir
todos y cada uno de los clubes de rugby, y que pronto se olvidarán
vas a mirar para un costado,
creyendo (o deseando) que en zigzagueante vaivén del destino, no te va a tocar a vos
creyéndote progre por pensar que empatizas cuando te pones su lugar
y luego seguís sin más.
Desearía que fuera un mal sueño,
o poder sumergirme en esa estúpida fantasía de que fue un caso aislado
de que no fue el violento cis hetero patriarcado,
de que no fueron los valores del rugby,
de que esto no ocurrió antes
de que la estamos flashando, que no va a haber más Fernandos.
Pero las gruesas billeteras y la tez blanca de los varones
siempre pudieron tapar los más crueles horrores
Hoy todos empatizan con Fernando por ser un pibe de bien,
pero si en la mano no hubiese tenido un helado,
sino un objeto robado, hoy todos estarían festejando.
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Fernandos.
RandomIntento de poesía sobre lo que transitó mi mente durante los días posteriores al homicidio de Fernando Báez Sosa.